/ lunes 24 de junio de 2024

Ciencia y sociedad | El mensaje de Alberto: La tormenta que llegó para darnos tiempo

Ha sorprendido a propios y extraños la forma en la que Alberto, la primera tormenta tropical de la temporada, llenó presas y caudales secos. No es para menos, la crisis hídrica que vivimos en México está tocando fondo.

Nuestro país es uno de los más afectados en el mundo por la cercanía del Día Cero, ya que la demanda de agua sobrepasa la disponibilidad. Diferentes factores han incrementado la contingencia por agua como el sobreconcesionamiento, el fracking o fracturación hidráulica de roca para la extracción de gas y petróleo, la excavación de pozos cada vez más profundos, la sobreexplotación de caudales, el desperdicio y, en general, la pobre cultura de la gestión del agua que tenemos como sociedad.

Alberto no fue huracán, pero no lo necesitó. Fue una tormenta cargada con una cantidad impensable de agua del Atlántico. A su paso recargó presas y cuerpos de agua en Nuevo León y San Luis Potosí de forma espectacular, casi de ficción. De acuerdo con la Dirección General del Organismo de Cuenca Río Bravo de la CONAGUA, la presa La Boca en Nuevo León alcanzó casi el 106% y el excedente se canalizó a la presa El Cuchillo, que logró el 56% de su capacidad ; la Presa Cerro Prieto, el 20.43%. Revivió ríos, arroyos y cascadas, que en Nuevo León llegaron a alcanzar niveles desde 50 y hasta el 100% de sus niveles normales.

Los efectos de la tormenta también tuvieron impacto en presas como la Vicente Guerrero en Tamaulipas y hasta vimos la reaparición de las Cascadas de la Boca. En Coahuila no se logró el mismo efecto, sin embargo, muchas presas incrementaron sus niveles e inclusive se presentaron desbordamientos en algunas comunidades de Torreón y Ramos Arizpe.

Querétaro no alcanzó a beneficiarse en gran medida de las lluvias provocadas por Alberto: Los reportes de la CONAGUA indican que de las 26 presas que operan en el estado, 10 continúan casi totalmente secas; y en promedio, su nivel de almacenamiento es del 8%. No obstante, es imposible negar el beneficio de las lluvias y, sin duda, es probable que el agua que recibió San Luis Potosí alcanzará a dar aliento a la Sierra Queretana.

Aun así, Alberto regresó la esperanza a millones de mexicanos de contar con el preciado líquido indispensable para la vida, en toda la extensión de la palabra.

Sin embargo, su efecto puede desaparecer tal como llegó. Recordemos que el ciclo del agua, tal como lo conocíamos ya no es aplicable en las actuales circunstancias. No podemos esperar a que únicamente con la precipitación, evaporación, y condensación recuperemos las condiciones ambientales que regían hace décadas.

Si en nuestro país continúa el estiaje, si no llegan las lluvias constantes, pronto estaremos como al inicio. No es momento de echar las campanas al vuelo; ahora hay que redoblar el paso para apurar las leyes de agua a nivel nacional y estatal. Urgen políticas públicas asertivas en la gestión hídrica, su gobernanza y su uso regulado.

Es necesario tomar en cuenta los aspectos socioambientales y geográficos que afectan la disponibilidad de agua para consumo humano. Urge que cada persona haga lo propio y tome acciones para ahorrar agua y no desperdiciarla.

Llegarán nuevas tormentas, ojalá que tan beneficiosas como Alberto, sin los estragos y daños a los que estamos acostumbrados. Pero en tanto eso sucede, nos toca hacer lo correcto y educar a la niñez para que haga lo propio.


Ha sorprendido a propios y extraños la forma en la que Alberto, la primera tormenta tropical de la temporada, llenó presas y caudales secos. No es para menos, la crisis hídrica que vivimos en México está tocando fondo.

Nuestro país es uno de los más afectados en el mundo por la cercanía del Día Cero, ya que la demanda de agua sobrepasa la disponibilidad. Diferentes factores han incrementado la contingencia por agua como el sobreconcesionamiento, el fracking o fracturación hidráulica de roca para la extracción de gas y petróleo, la excavación de pozos cada vez más profundos, la sobreexplotación de caudales, el desperdicio y, en general, la pobre cultura de la gestión del agua que tenemos como sociedad.

Alberto no fue huracán, pero no lo necesitó. Fue una tormenta cargada con una cantidad impensable de agua del Atlántico. A su paso recargó presas y cuerpos de agua en Nuevo León y San Luis Potosí de forma espectacular, casi de ficción. De acuerdo con la Dirección General del Organismo de Cuenca Río Bravo de la CONAGUA, la presa La Boca en Nuevo León alcanzó casi el 106% y el excedente se canalizó a la presa El Cuchillo, que logró el 56% de su capacidad ; la Presa Cerro Prieto, el 20.43%. Revivió ríos, arroyos y cascadas, que en Nuevo León llegaron a alcanzar niveles desde 50 y hasta el 100% de sus niveles normales.

Los efectos de la tormenta también tuvieron impacto en presas como la Vicente Guerrero en Tamaulipas y hasta vimos la reaparición de las Cascadas de la Boca. En Coahuila no se logró el mismo efecto, sin embargo, muchas presas incrementaron sus niveles e inclusive se presentaron desbordamientos en algunas comunidades de Torreón y Ramos Arizpe.

Querétaro no alcanzó a beneficiarse en gran medida de las lluvias provocadas por Alberto: Los reportes de la CONAGUA indican que de las 26 presas que operan en el estado, 10 continúan casi totalmente secas; y en promedio, su nivel de almacenamiento es del 8%. No obstante, es imposible negar el beneficio de las lluvias y, sin duda, es probable que el agua que recibió San Luis Potosí alcanzará a dar aliento a la Sierra Queretana.

Aun así, Alberto regresó la esperanza a millones de mexicanos de contar con el preciado líquido indispensable para la vida, en toda la extensión de la palabra.

Sin embargo, su efecto puede desaparecer tal como llegó. Recordemos que el ciclo del agua, tal como lo conocíamos ya no es aplicable en las actuales circunstancias. No podemos esperar a que únicamente con la precipitación, evaporación, y condensación recuperemos las condiciones ambientales que regían hace décadas.

Si en nuestro país continúa el estiaje, si no llegan las lluvias constantes, pronto estaremos como al inicio. No es momento de echar las campanas al vuelo; ahora hay que redoblar el paso para apurar las leyes de agua a nivel nacional y estatal. Urgen políticas públicas asertivas en la gestión hídrica, su gobernanza y su uso regulado.

Es necesario tomar en cuenta los aspectos socioambientales y geográficos que afectan la disponibilidad de agua para consumo humano. Urge que cada persona haga lo propio y tome acciones para ahorrar agua y no desperdiciarla.

Llegarán nuevas tormentas, ojalá que tan beneficiosas como Alberto, sin los estragos y daños a los que estamos acostumbrados. Pero en tanto eso sucede, nos toca hacer lo correcto y educar a la niñez para que haga lo propio.