/ viernes 21 de junio de 2024

Contraluz | Don Rafael


Con el poderoso respaldo de la CTM encabezada por el entonces sempiterno Fidel Velázquez Sánchez, a principios de 1979 Rafael Camacho Guzmán fue designado candidato del PRI a la gubernatura de Querétaro.

Hubo antes amagos y rounds de sombra entre los cuales el gobernador Antonio Calzada Urquiza pujaba por su joven y brillante secretario de Gobierno, Fernando Ortiz Arana, pero el centro mata periferia, y el candidato del PRI a la gubernatura resultó ser el líder del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Radio y la Televisión (STIRT), Rafael Camacho Guzmán que tras estudios en el Colegio Civil y en la Normal de San Roque, Guanajuato, se había ido muy joven a la Ciudad de México.

En esos tiempos no había encuestas ni elecciones internas ni nada parecido. Había sólo ungidos que se designaban a la par que un proceso curioso que llamaban “de auscultaciones”, y que consistía en que el delegado del PRI se reunía con los líderes locales del partido, así como con diversos grupos sociales, entre ellos los medios de comunicación, ante quienes planteaba las bondades del elegido tras los “pronunciamientos” de los tres sectores del PRI: CNOP, popular; CTM, obrero y CNC, campesino-.

Por razones de trabajo asistí a principios de 1979 a una comida posterior a la “auscultación” con el entonces delegado del PRI Rafael Corrales Ayala -que sería después el último gobernador priista de Guanajuato- quien en amplia exposición cumplió su tarea al ponderar las bondades del casi desconocido en su tierra, Rafael Camacho Guzmán quien, dijo, sería un gran gobernador.

Hombre preparado, con una importante trayectoria en la política nacional, Corrales Ayala hizo gala de conocimientos, historia y cultura en general en su singular defensa de la figura de Rafael Camacho Guzmán. (Vendría después como delegado el Coronel Rafael Cervantes Acuña, zacatecano aspirante fallido a la gubernatura de su Estado).

Tras el pronunciamiento de Fidel Velázquez en favor de Camacho Guzmán las huestes priistas locales habían partido hacia la caseta de Palmillas para recibir entre vítores y matracas al candidato quien dirigió un somero discurso en un templete improvisado -que por cierto estuvo a punto de desplomarse, por la gran cantidad de “camachistas” que habían trepado para estar cerca del ungido-.

Para ese entonces ya había adquirido y remodelado el viejo caserón del Andador Libertad que en su momento constituiría la Casa del Gobernador, lugar al que arribó tras la recepción en Palmillas.

Ahí en medio de una improvisada sesión de fotografías dijo a periodistas de medios nacionales que era católico –“ni modo que el ángel San Rafael sea mahometano”, espetó al enviado de Excélsior Carlos A. Medina-, que dialogaría con todos los sectores aunque su origen fuera el movimiento obrero, que conocía a buenos queretanos desde su infancia, que era luchón y no le temblaría la mano al tomar decisiones, y que recorrería todo el estado cuantas veces fuera necesario.

Después vino la campaña de Camacho Guzmán –candidato único, sin opositor al frente- quien recorrió meticulosamente el estado sin ocultar su carácter fuerte, hosco muchas veces, sembrando en ocasiones más dudas que certezas sobre su futuro papel como gobernador de Querétaro.

Y es que en campaña alguna vez por ejemplo dijo que iba a ser el gerente de Querétaro, lo que en la prensa escrita se consignó como garante. En otra ocasión al hablar del municipio dijo que era como la “casa chica” del gobierno.

En contrapartida, en Santa Bárbara, Corregidora, que era tierra de asentamiento irregular, habló fuerte, tanto que al día siguiente el presunto líder invasor se fue de Querétaro.

Otro aspecto que gustaba de destacar eran sus diálogos con los curas rurales y con los profesores de las comunidades, especialmente las más alejadas “porque tienen la virtud de saber mucho y hablar poco”, confesó.

Poco a poco fue insistiendo en que llamaría a los mejores hombres y mujeres para constituir su gabinete de colaboradores; también anunció que traería de donde los hubiera, a técnicos especializados en cada área para abordar con eficacia los problemas comunes.

En campaña su coordinador fue José Ortiz Arana y Sergio Arturo Venegas su encargado de prensa.

Durante meses se entrevistó además con personalidades de todos los sectores y no desdeñó llamar a personajes reconocidos como Alberto Macedo Rivas, José Ignacio Paulín, Sonia Alcántara Magos, Alfonso Adame, que era militante del PAN; Luis Alfonso Fernández, Jorge Gómez Eichelman, Juan Antonio Urquiza que fue después delegado de la SARH; Miguel Gutiérrez Delgado, Bardo Acuña, Jorge Urquiza James, Verónica Aguirre, Alejandro Espinosa, Francisco Alcocer Aranda…

En San Juan del Río buscó, concluida la campaña y la elección del 1 de julio, a Enrique Burgos García quien fue su secretario particular con funciones de lo que hoy conocemos como Jefe de Gabinete. Con él fue directo no lo citó en Querétaro, sino que fue a San Juan y le dijo lo que esperaba de él, ya que era un hombre que sabía pulsar cada situación con serenidad y lo quería cerca para que amortiguara si se daba el caso de algún desplante de enojo o de ira a los que reconocía, a veces su recio carácter, lo empujaba.

No tuvo Rafael Camacho Guzmán un primer año fácil. Si bien fue exigente con todo su gabinete, en mayo de 1980 fue rebasado por el problema de los manifestantes de la Normal del Estado que tras varios días de huelga y apoyados por padres de familia, buscaban entrevistarse con el presidente José López Portillo para exponerle siete demandas entre las que destacaba la destitución de la directora. A la altura de Corregidora Sur y Carretera Panamericana la policía trató de detener la manifestación reprimiendo a los manifestantes con gases lacrimógenos, disparos al aire y persecución por lugares aledaños causando daños, y penetrando a la Prepa Sur donde estudiantes corrieron a refugiarse, horadando con ello la autonomía de la UAQ lo que indignó al Consejo Universitario que por la tarde declaró la institución en huelga e inició una serie de multitudinarias manifestaciones, arropadas por gran parte del pueblo, que culminaron con la destitución de la Procuradora Hilda Martha Ibarra y otros tres funcionarios.

Después el gobierno estatal se encarriló con derechura. Camacho Guzmán y su equipo, pese a que eran tiempos difíciles de alta inflación, de devaluación, de caída de precios del petróleo y de escasos recursos federales, supo sortear dificultades y poner en prenda su empeño y trabajo para salir adelante.

En la campaña de Miguel de la Madrid de 1982 el periodista Enrique Loubet jr. de Excélsior, camino a la Sierra entrevistó a un taxista a quien le preguntó sobre la administración de Camacho Guzmán, éste le contestó: “ni nos quiere ni los queremos, pero hace obra”.

“Sabe mandar”, era otra consideración que se repetía cada vez más.

Hoy más que en su tiempo se reconocen como obras trascendentes la restauración del Palacio de la Corregidora que de ser Palacio Municipal pasó a ser la sede del Ejecutivo; se otorgó al Congreso un espacio digno en Pasteur y Cinco de Mayo –antes los legisladores sesionaban en el segundo piso del Teatro de la República y temporalmente en el Salón de la Historia de Madero 70-. Al Tribunal Superior de Justicia y a los juzgados se les dieron espacios adecuados a sus funciones también en torno a Plaza de Armas.

En los municipios se dignificaron las sedes de las presidencias municipales, se continuó el rescate de las Misiones de la Sierra Gorda y se alentó la construcción de caminos en torno a la carretera a la Sierra, realizada por la administración de Manuel González Cosío -y posteriormente llevada a Tancoyol y Tilaco por el gobierno de Enrique Burgos, y a Aguazarca por el de Ignacio Loyola-.

Continuó además el rescate de las Misiones de la Sierra Gorda en el que se empeñaron también sus antecesores Juventino Castro y Antonio Calzada y sus predecesores Enrique Burgos e Ignacio Loyola hasta conseguir la nominación de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Como emblemáticas construcciones se erigieron durante la administración de Rafael Camacho el Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez, en donde estaba el viejo y modesto auditorio, y el Estadio Corregidora.

Fue además en ese entonces cuando se dio la declaratoria federal como Zona de Monumentos Históricos para la ciudad de Querétaro hecha por el Gobierno de la República en 1981; lo que dio pie posteriormente a que tras arduas negociaciones del gobierno estatal de Enrique Burgos García, el 7 de diciembre de 1996, la Unesco reconociera el centro de la ciudad de Querétaro –hoy tan lamentablemente gentrificado- como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Otra memorable herencia de esos años, frecuentemente ignorada, fue la creación del Parque Nacional del Cimatario que se decretó el 21 de julio de 1982 con una extensión de dos mil 447 hectáreas y cuyos beneficios son evidentes, como regular el clima, filtrar agua a los acuíferos subterráneos, amortiguar fenómenos de efectos naturales, proteger y estabilizar los suelos y reducir la erosión.

Camacho Guzmán concluyó su mandato en 1985.

Ha de reconocerse que con el tiempo su recia figura se ha mitificado como ocurre siempre con personajes dan mucho más de lo que de ellos se espera.


Con el poderoso respaldo de la CTM encabezada por el entonces sempiterno Fidel Velázquez Sánchez, a principios de 1979 Rafael Camacho Guzmán fue designado candidato del PRI a la gubernatura de Querétaro.

Hubo antes amagos y rounds de sombra entre los cuales el gobernador Antonio Calzada Urquiza pujaba por su joven y brillante secretario de Gobierno, Fernando Ortiz Arana, pero el centro mata periferia, y el candidato del PRI a la gubernatura resultó ser el líder del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Radio y la Televisión (STIRT), Rafael Camacho Guzmán que tras estudios en el Colegio Civil y en la Normal de San Roque, Guanajuato, se había ido muy joven a la Ciudad de México.

En esos tiempos no había encuestas ni elecciones internas ni nada parecido. Había sólo ungidos que se designaban a la par que un proceso curioso que llamaban “de auscultaciones”, y que consistía en que el delegado del PRI se reunía con los líderes locales del partido, así como con diversos grupos sociales, entre ellos los medios de comunicación, ante quienes planteaba las bondades del elegido tras los “pronunciamientos” de los tres sectores del PRI: CNOP, popular; CTM, obrero y CNC, campesino-.

Por razones de trabajo asistí a principios de 1979 a una comida posterior a la “auscultación” con el entonces delegado del PRI Rafael Corrales Ayala -que sería después el último gobernador priista de Guanajuato- quien en amplia exposición cumplió su tarea al ponderar las bondades del casi desconocido en su tierra, Rafael Camacho Guzmán quien, dijo, sería un gran gobernador.

Hombre preparado, con una importante trayectoria en la política nacional, Corrales Ayala hizo gala de conocimientos, historia y cultura en general en su singular defensa de la figura de Rafael Camacho Guzmán. (Vendría después como delegado el Coronel Rafael Cervantes Acuña, zacatecano aspirante fallido a la gubernatura de su Estado).

Tras el pronunciamiento de Fidel Velázquez en favor de Camacho Guzmán las huestes priistas locales habían partido hacia la caseta de Palmillas para recibir entre vítores y matracas al candidato quien dirigió un somero discurso en un templete improvisado -que por cierto estuvo a punto de desplomarse, por la gran cantidad de “camachistas” que habían trepado para estar cerca del ungido-.

Para ese entonces ya había adquirido y remodelado el viejo caserón del Andador Libertad que en su momento constituiría la Casa del Gobernador, lugar al que arribó tras la recepción en Palmillas.

Ahí en medio de una improvisada sesión de fotografías dijo a periodistas de medios nacionales que era católico –“ni modo que el ángel San Rafael sea mahometano”, espetó al enviado de Excélsior Carlos A. Medina-, que dialogaría con todos los sectores aunque su origen fuera el movimiento obrero, que conocía a buenos queretanos desde su infancia, que era luchón y no le temblaría la mano al tomar decisiones, y que recorrería todo el estado cuantas veces fuera necesario.

Después vino la campaña de Camacho Guzmán –candidato único, sin opositor al frente- quien recorrió meticulosamente el estado sin ocultar su carácter fuerte, hosco muchas veces, sembrando en ocasiones más dudas que certezas sobre su futuro papel como gobernador de Querétaro.

Y es que en campaña alguna vez por ejemplo dijo que iba a ser el gerente de Querétaro, lo que en la prensa escrita se consignó como garante. En otra ocasión al hablar del municipio dijo que era como la “casa chica” del gobierno.

En contrapartida, en Santa Bárbara, Corregidora, que era tierra de asentamiento irregular, habló fuerte, tanto que al día siguiente el presunto líder invasor se fue de Querétaro.

Otro aspecto que gustaba de destacar eran sus diálogos con los curas rurales y con los profesores de las comunidades, especialmente las más alejadas “porque tienen la virtud de saber mucho y hablar poco”, confesó.

Poco a poco fue insistiendo en que llamaría a los mejores hombres y mujeres para constituir su gabinete de colaboradores; también anunció que traería de donde los hubiera, a técnicos especializados en cada área para abordar con eficacia los problemas comunes.

En campaña su coordinador fue José Ortiz Arana y Sergio Arturo Venegas su encargado de prensa.

Durante meses se entrevistó además con personalidades de todos los sectores y no desdeñó llamar a personajes reconocidos como Alberto Macedo Rivas, José Ignacio Paulín, Sonia Alcántara Magos, Alfonso Adame, que era militante del PAN; Luis Alfonso Fernández, Jorge Gómez Eichelman, Juan Antonio Urquiza que fue después delegado de la SARH; Miguel Gutiérrez Delgado, Bardo Acuña, Jorge Urquiza James, Verónica Aguirre, Alejandro Espinosa, Francisco Alcocer Aranda…

En San Juan del Río buscó, concluida la campaña y la elección del 1 de julio, a Enrique Burgos García quien fue su secretario particular con funciones de lo que hoy conocemos como Jefe de Gabinete. Con él fue directo no lo citó en Querétaro, sino que fue a San Juan y le dijo lo que esperaba de él, ya que era un hombre que sabía pulsar cada situación con serenidad y lo quería cerca para que amortiguara si se daba el caso de algún desplante de enojo o de ira a los que reconocía, a veces su recio carácter, lo empujaba.

No tuvo Rafael Camacho Guzmán un primer año fácil. Si bien fue exigente con todo su gabinete, en mayo de 1980 fue rebasado por el problema de los manifestantes de la Normal del Estado que tras varios días de huelga y apoyados por padres de familia, buscaban entrevistarse con el presidente José López Portillo para exponerle siete demandas entre las que destacaba la destitución de la directora. A la altura de Corregidora Sur y Carretera Panamericana la policía trató de detener la manifestación reprimiendo a los manifestantes con gases lacrimógenos, disparos al aire y persecución por lugares aledaños causando daños, y penetrando a la Prepa Sur donde estudiantes corrieron a refugiarse, horadando con ello la autonomía de la UAQ lo que indignó al Consejo Universitario que por la tarde declaró la institución en huelga e inició una serie de multitudinarias manifestaciones, arropadas por gran parte del pueblo, que culminaron con la destitución de la Procuradora Hilda Martha Ibarra y otros tres funcionarios.

Después el gobierno estatal se encarriló con derechura. Camacho Guzmán y su equipo, pese a que eran tiempos difíciles de alta inflación, de devaluación, de caída de precios del petróleo y de escasos recursos federales, supo sortear dificultades y poner en prenda su empeño y trabajo para salir adelante.

En la campaña de Miguel de la Madrid de 1982 el periodista Enrique Loubet jr. de Excélsior, camino a la Sierra entrevistó a un taxista a quien le preguntó sobre la administración de Camacho Guzmán, éste le contestó: “ni nos quiere ni los queremos, pero hace obra”.

“Sabe mandar”, era otra consideración que se repetía cada vez más.

Hoy más que en su tiempo se reconocen como obras trascendentes la restauración del Palacio de la Corregidora que de ser Palacio Municipal pasó a ser la sede del Ejecutivo; se otorgó al Congreso un espacio digno en Pasteur y Cinco de Mayo –antes los legisladores sesionaban en el segundo piso del Teatro de la República y temporalmente en el Salón de la Historia de Madero 70-. Al Tribunal Superior de Justicia y a los juzgados se les dieron espacios adecuados a sus funciones también en torno a Plaza de Armas.

En los municipios se dignificaron las sedes de las presidencias municipales, se continuó el rescate de las Misiones de la Sierra Gorda y se alentó la construcción de caminos en torno a la carretera a la Sierra, realizada por la administración de Manuel González Cosío -y posteriormente llevada a Tancoyol y Tilaco por el gobierno de Enrique Burgos, y a Aguazarca por el de Ignacio Loyola-.

Continuó además el rescate de las Misiones de la Sierra Gorda en el que se empeñaron también sus antecesores Juventino Castro y Antonio Calzada y sus predecesores Enrique Burgos e Ignacio Loyola hasta conseguir la nominación de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Como emblemáticas construcciones se erigieron durante la administración de Rafael Camacho el Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez, en donde estaba el viejo y modesto auditorio, y el Estadio Corregidora.

Fue además en ese entonces cuando se dio la declaratoria federal como Zona de Monumentos Históricos para la ciudad de Querétaro hecha por el Gobierno de la República en 1981; lo que dio pie posteriormente a que tras arduas negociaciones del gobierno estatal de Enrique Burgos García, el 7 de diciembre de 1996, la Unesco reconociera el centro de la ciudad de Querétaro –hoy tan lamentablemente gentrificado- como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Otra memorable herencia de esos años, frecuentemente ignorada, fue la creación del Parque Nacional del Cimatario que se decretó el 21 de julio de 1982 con una extensión de dos mil 447 hectáreas y cuyos beneficios son evidentes, como regular el clima, filtrar agua a los acuíferos subterráneos, amortiguar fenómenos de efectos naturales, proteger y estabilizar los suelos y reducir la erosión.

Camacho Guzmán concluyó su mandato en 1985.

Ha de reconocerse que con el tiempo su recia figura se ha mitificado como ocurre siempre con personajes dan mucho más de lo que de ellos se espera.