Con el afán de no perder fuerza y protagonismo, algo natural al haber ya una presidenta electa, López Obrador ha emprendido acciones que no hacen mas que complicarle el camino a su sucesora. El pausar -como el mismo dijo- las relaciones con las Embajadas de Estados Unidos y Canadá por lo que han declarado sus titulares Ken Salazar y Graeme C. Clark y pretender que no habrá repercusiones para México es algo de no creerse. No se puede señalar a dos Embajadores de injerencistas en los temas nacionales sin acusar a los gobiernos a quienes representan, ellos no hablan a título personal sino a nombre de los gobiernos para quienes trabajan. Esto es aún más delicado cuando se trata de nuestros principales socios comerciales y que mantienen una economía conectada con la nuestra. Desde la década de los noventa cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio (TLC) hasta ahora con el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) se han incluído además de temas fiscales, jurídicos, financieros, políticos, de derechos humanos, de libertades, entre otros, también mecanismos de solución de controversias a través de paneles de deliberación.
Si el gobierno mexicano tiene mayoría legislativa para emprender reformas a la ley está en su derecho de hacerlo, siempre y cuando no contravengan lo dispuesto en el T-MEC, porque éste, como cualquier otro Tratado Internacional tiene el mismo nivel legal que la Constitución. Por ello debe respetarse y de no hacerlo, los socios comerciales pueden protestar e inclusive retirarse del acuerdo comercial, lo que traería consecuencias catastróficas para México si tomamos en cuenta que produce directa e indirectamente el 55% del PIB y el 85% de nuestras exportaciones.
Si el presidente saliente quiere transformar el poder judicial, desaparecer los organismos autónomos, eliminar la importación del maíz transgénico, ignorar las concesiones hidráulicas, vetar el fracking y la minería abierta, está violando sistemáticamente el T-MEC, arriesgándose a caer en incontables paneles de controversias y en impagables multas e indemnizaciones a los afectados.
La integración comercial con América del Norte es vital para nosotros, no podemos rivalizar con nuestros socios, por el contrario, debemos dinamizar más nuestra economía de tal suerte que podamos captar todas esas inversiones procedentes del nearshoring para afianzarnos como una de las economías más grandes del mundo.
Al tener México una recaudación fiscal que se se basa principalmente en las grandes compañías y no en los ciudadanos, cada empresa que decida no venir a nuestro país significa menos recursos para todos los mexicanos.
Las acciones del presidente generan incertidumbre en los mercados, elevan los costos y los riesgos de hacer negocios en México. Las declaraciones de los Embajadores son legítimas muestras de preocupación, no un intento por menoscabar nuestra soberanía. Así funciona hoy el mundo globalizado y no entenderlo de esa manera es arriesgarnos a entrar en una guerra comercial que no conviene pelear y que no podemos ganar, son terrenos demasiado peligrosos. Al tiempo.
- Facebook: Diego Foyo
- X: @diego_foyo
- Instagram: diego_foyo