Nuestras Fiestas Patrias han ido conformándose a través de nuestra historia como nación independiente, de acuerdo a los tiempos y procesos políticos y sociales que han ido definiendo nuestra identidad nacional.
En ellas confluyen historia, región, idiosincrasia, costumbres, sistema político, educación y cultura.
Pero en esencia celebramos las mismas efemérides, laudamos a los mismos personajes, heroicos o no, y remembramos las mismas hazañas, épicas o no, que se conjuntaron para darnos a todos los mexicanos y mexicanas las epifanías de independencia y libertad. A mediados del siglo pasado por ejemplo, en Querétaro las celebraciones de nuestras fiestas eran sencillas sin dejar de ser genuinas. Nuestras calles sabían de desfiles modestos en los que concursaban los diferentes centros educativos, públicos y privados, entre los que destacaban entre otros planteles, el Instituto Benjamín N. Velasco, el Pentatlón de la Universidad, y algunas otras escuelas como la Normal del Estado, el Instituto Queretano, el Instituto Plancarte y la Secundaria Federal Diurna.
En muchas viviendas del centro histórico se colocaban al exterior guirnaldas y blasones tricolores en las rejas de las ventanas. Y ahí permanecían durante todo el mes de septiembre –nadie osaba presumir que pudieran ser robadas-.
En las calles, como hoy en día, se veían bicicletas y vehículos automotores en general con banderitas, cintas o rehiletes tricolores, mientras en la radio se prodigaba música mexicana y marchas diversas, en tanto que en kioscos de la Alameda y del Jardín Obregón –hoy Zenea- la banda de música del estado tenía apariciones especiales.
Entonces como hoy la reflexión se centraba en dirimir cómo se había dado la construcción del Estado-Nación mexicano que había empezado a dejar atrás el uso común del término Patria y derivados, para hablar más de Nación, de Revolución y de país.
Ya en esos tiempos se reconocían identidades regionales y culturales y se respetaban las distintas formas de celebración de las Fiestas Patrias, incluida gran variedad de formidables danzas autóctonas, sujetándose, eso sí, a las disposiciones constitucionales en lo tocante a los “símbolos patrios”.
Riesgos de hoy
Hoy, al lado de las celebraciones festivas se impone como en otros tiempos de crisis, dar espacios a una reflexión sobre diversas vertientes de nuestro ser cotidiano y que se significan especialmente por tres grandes sombras que oscurecen persistentemente los anhelos de unidad y convivencia armónica: polarización y radicalismo sectario; inseguridad y crecimiento de la criminalidad; e incertidumbre sobre el futuro político y económico de la Nación.
En el vértice habría qué anotar también el decaimiento explicable en el sentido de pertenencia y orgullo nacional que tantas veces ha servido de catarsis colectiva ante momentos de grandes dificultades.
Identidad nacional
El investigador del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, Fernando Vizcaíno Guerra aludía recientemente a que no hay ninguna sociedad en el mundo en la cual la homogeneidad identitaria alcance a la totalidad. Lo que existe es una identidad nacional predominante: elementos comunes a la mayoría que dan pertenencia y orgullo nacional.
Y define que hemos construido una sociedad mayoritariamente mestiza, que tiene una forma de vivir el catolicismo, aunque no todos seamos católicos; una forma específica del uso del español; formas jurídicas homogéneas; y elementos institucionales que han constituido el Estado independiente.
Para la edificación de esa gran nación, el sentido de pertenencia, el orgullo nacional, es clave para legitimar la soberanía y un Estado independiente.
Entre los elementos básicos para construir esa identidad están la educación comunitaria, la tradición, la crónica popular, y los libros de texto: la manera en que se enseñan los hechos del pasado, los que no aparecen en ella y los que se exaltan.
Otro elemento constructor de identidad son las fiestas cívicas, los monumentos y la pintura; ejemplo de ello es el papel que el muralismo mexicano y la gran música sinfónica nacionalista jugaron en esta tarea después de la Revolución.
Asimismo, aunque en ocasiones se evite el tema, la imagen de la Virgen de Guadalupe ha ayudado a construir el sentido de pertenencia a la Nación. Aunque la Virgen quedó al margen del discurso político mexicano después de la Revolución, es parte de la identidad nacional. aste citar los santuarios, las peregrinaciones y los cánticos a la Guadalupana en prácticamente todas las regiones del país, y no solo eso, sabido es que los mexicanos en Estados Unidos portan la imagen en sus playeras, bufandas, en cuadros domésticos y en templos católicos y no católicos.
En fin, para la construcción permanente de la identidad nacional son claves la unidad, las instituciones que promueven justicia y valores, y el nacionalismo que exalta historia, justicia, libertad, democracia y respeto a las culturas y a la ley.
Contra el absolutismo
No está de más recordar que las élites criollas que llevaron a cabo el movimiento independentista de lo que hoy es nuestro país tuvieron la influencia de las revoluciones del siglo XVIII, de Estados Unidos y Francia, pero sobre todo la revolución española de 1808 a 1813, que por un lado expulsaba a los franceses de su territorio y por otro buscaba poner límites al absolutismo de la Corona.
Al instalarse las Cortes de Cádiz -asambleas constituyentes con representantes de los territorios de España- que se conformaron en un congreso representativo a partir de 1811, por elecciones populares, se llevaron a cabo las primeras elecciones en lo que hoy es México y fueron también la primera experiencia práctica, democrática.
“Asociado a ello hay una serie de ideas que tiene que ver con el tránsito del vasallo al ciudadano; de la soberanía del rey, a la soberanía del pueblo; de la hacienda real a la hacienda pública; muy importante la libertad, en general de la ciudadanía, y todo eso se expresa en las Cortes de Cádiz, en el proceso legislativo, particularmente en la Constitución de marzo de 1812”, refiere el ya citado Vizcaíno Guerra.
Otra segunda influencia importante del liberalismo español fue el de las Cortes de Madrid, 1818-1821, a las que asistieron novohispanos que idearon y propusieron diversas formas para construir la autonomía de los territorios hispanoamericanos, mismas que se consolidaron al concluir la Revolución de Independencia y emerger el nuevo Estado. En fin, hoy es día de celebración, pero también de reflexión: vale la pena cuidar lo que tenemos y mejorarlo en unidad y con serenidad. Hoy somos lo que somos gracias al empeño de nuestros héroes, reconocidos o no, que como se dirá en la ceremonia del Grito, nos dieron Patria y Libertad.