Poeta y escritor mexicano, Octavio Paz está considerado como uno de los más grandes autores del siglo XX, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1990 -el anuncio se hizo precisamente el 11 de octubre de dicho año-, y figura de importancia capital para la literatura contemporánea en español.
Además de gran poeta y ensayista, la figura de Octavio Paz es hoy reconocida por su valentía al defender la causa feminista, la lucha contra los totalitarismos y la defensa de la ecología, en una época en que muy pocos lo hacían.
En la solemne ceremonia del sábado 8 de diciembre de hace poco más de 34 años en que en Estocolmo, Suecia, se le entregó el Premio Nobel, se reconoció a Octavio Paz como “brillante poeta y ensayista, destacado por su escritura, su pasión, su integridad y porque refleja en toda su obra su amor por su lenguaje”.
En su turno, Octavio Paz leyó su discurso de 48 minutos, titulado “La búsqueda del presente” en el que destacó sus influencias y motivaciones para escribir; habló de las diferencias entre la literatura latinoamericana y la angloamericana; y del concepto de la modernidad.
Pero también, entre aplausos, el poeta abordó el uso y significado de la palabra “Gracias”.
“Una palabra que todos los hombres, desde que el hombre es hombre, han proferido. Una palabra que tiene equivalentes en todas las lenguas. Y en todas es rica la gama de significados. En las lenguas romances va de lo espiritual a lo físico, de la gracia que concede Dios a los hombres para salvarlos del error y la muerte, a la gracia corporal de la muchacha que baila o a la del felino que salta en la maleza. “Gracia es perdón, indulto, favor, beneficio, nombre, inspiración, felicidad en el estilo de hablar o de pintar, ademán que revela las buenas maneras y, en fin, acto que expresa bondad de alma. La gracia es gratuita, es un don; aquel que lo recibe, el agraciado, si no es un mal nacido, lo agradece: da las gracias. Es lo que yo hago ahora con estas palabras de poco peso.
“Espero que mi emoción compense su levedad…”
Nacido el 31 de marzo de 1914 en México, Paz comenzó su educación en Estados Unidos aunque volvió pronto a México. Aficionado a la poesía desde muy joven, publicaría su primer poema con 17 años y con 23 ya se había ganado fama como joven promesa. En su largo poema esencialmente autobiográfico Pasado en claro (1975), Octavio Paz cuenta de su madre, Josefa Lozano:
“Mi madre, niña de mil años, madre del mundo, huérfana de mí, abnegada, feroz, obtusa, providente, jilguera, perra, hormiga, jabalina, carta de amor con faltas de lenguaje, mi madre: pan que yo cortaba con su propio cuchillo cada día.”
Y de su padre Octavio Paz Solórzano:
“Del vómito a la sed, atado al potro del alcohol, mi padre iba y venía entre las llamas. Por los durmientes y los rieles de una estación de moscas y de polvo, una tarde juntamos sus pedazos. Yo nunca pude hablar con él. Lo encuentro ahora en sueños, esa borrosa patria de los muertos. Hablamos siempre de otras cosas”.
Ireneo Paz, era el hombre que él quería. Ireneo, también escritor, fue la primera y gran influencia literaria de Octavio: el abuelo le relataba historias al nieto y además Octavio se crio en su ruinosa casa con muros de adobe, un jardín selvático, y una biblioteca de entre seis mil y siete mil ejemplares, a la que tenía acceso libre.
Fama temprana
Su primera gran obra, Entre la piedra y la flor (1941) fue escrita en Yucatán, en los primeros años de su trabajo como maestro. Dos años después recibiría la prestigiosa beca Guggenheim que le permitiría estudiar en Berkeley. Es entonces cuando Paz entró en el servicio diplomático mexicano que le llevó a varios destinos, como París o Bombay, durante casi veinte años. Es en esta época cuando publica alguna de sus mejores obras de ensayo, como El laberinto de la soledad (1950) o El arco y la lira (1956). En 1968 abandona el servicio diplomático y vuelve a México donde continúa con su trabajo ensayístico y poético.
De entre su obra habría que destacar, aparte de las ya mencionadas, Salamandra (1961), Ladera este (1968) o Árbol adentro (1988) en poesía, y también sus ensayos Vislumbres de la India o El ogro filantrópico.
En cuanto al reconocimiento de su trabajo, Octavio Paz recibió los más grandes premios literarios de su tiempo, incluyendo, además del Premio Nobel, el Miguel de Cervantes, el Nacional de Literatura, el Menéndez Pelayo o el Príncipe de Asturias.
Guerra Civil
Entre sus grandes experiencias se cuenta entre otras su estancia en España durante la Guerra Civil: el hecho ocurrió en 1937.
Fue el poeta chileno Pablo Neruda quien envió a Paz la invitación al Segundo Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, evento, con duración del 4 al 17 de julio, que ocurrió en España. Durante su residencia en el país europeo, Paz estableció muchas relaciones de amistad con otros intelectuales y habitantes españoles. “La gran experiencia fue haber conocido al pueblo español y la verdad de la guerra”, manifestó en una entrevista.
Esta “verdad” llegó al escritor a partir de sus charlas con quienes vivían las penurias por los enfrentamientos. También conversaciones con el poeta español León Felipe hicieron que el mexicano entendiera el sufrimiento que lo rodeaba.
“Ahora me doy cuenta de que el deber del escritor no es solamente mostrar los crímenes de los enemigos, sobre todo si esos enemigos son también los enemigos de la libertad. No se deben ocultar los crímenes del propio partido o del propio país”, reflexionó el intelectual.
Además de las charlas con la población, Octavio acudió a un frente de guerra. El literato en algún momento se quiso unir plenamente a la batalla con las Brigadas Internacionales, pero sus cercanos le dijeron “que era un error, que me iban a matar, que para qué, que no tenía preparación política ni militar. Ahora me doy cuenta de que, de haber sido comisario político, me habrían fusilado quizá los mismos republicanos”.
El autor de El laberinto de la soledad aprendió muchas cosas en su viaje a España, principalmente que “sí hay causas que se deben apoyar en el mundo”.
“Cuando Xavier Villaurrutia y otros poetas amigos míos a los que admiraba y respetaba me decían “todo es lo mismo”, yo pensaba: no es verdad, no todo es lo mismo, hay causas, no todo es relativo”, aseveró Paz.
Otro aspecto que le resultó de tan dura experiencia, fue que el deber del escritor es ser independiente. “La idea que está ahora de moda, del gran filósofo italiano Antonio Gramsci, del intelectual orgánico, a mí me parece terrible. Yo creo que al escritor orgánico ya lo conocemos: es el escritor medieval, es el escritor de la época absolutista”, declaró.
Tlatelolco
Otro hecho que le impactó y por el cual dejó la representación diplomática de México en India fue la masacre de Tlatelolco; el 3 de octubre de 1968 escribió aún sin conocer la verdadera dimensión de la masacre: “Anoche por la BBC de Londres me entero de que la violencia había estallado de nuevo. La prensa hoy amplía y confirma la noticia de la radio: las Fuerzas Armadas dispararon contra una multitud compuesta en su mayoría por estudiantes. El resultado: más de veinticinco muertos, varios centenares de heridos y un millar de personas en la cárcel. No describiré a usted mi estado de ánimo. Me imagino que es el de la mayoría de los mexicanos: tristeza y cólera”.
García Robles y Molina
Antes que Octavio Paz el mexicano Alfonso García Robles mereció el Premio Nobel de la Paz en 1982 por su persistentemente, ardua y exitosa lucha desde la ONU por el desarme nuclear.
En 1996 el científico Mario Molina Montes recibió el Premio Nobel de Química por sus aportes a la lucha en favor del clima centrando sus descubrimientos en el trágico adelgazamiento de la capa de ozono.