/ viernes 13 de septiembre de 2024

Contraluz / Sentimientos de la Nación y reforma 


En medio de la vorágine legislativa, la premura desbocada, la aprobación en lo general y en lo particular de la Reforma Judicial en las cámaras de diputados y senadores, la clamorosas manifestaciones ignoradas de estudiantes de Derecho y trabajadores de la judicatura; las vallas, los portazos, los granaderos y los gases; la reacción contestataria y presuntamente espontánea de otros estudiantes que se manifestaron “a favor”; las votaciones a mano alzada en una Sala de Armas como sede alterna; de disputas y señalamientos en el Senado, incluido el cambio de sede por presiones de una multitud; de alusiones a uno de los más bajos signos de la condición humana: la traición; de reclamos por el centralismo sectario y el fin de los contrapesos entre los poderes del Estado; de citación de fatales historias autócratas de los últimos tiempos como la de Stalin en Rusia, los nazis de Hitler en Alemania, y los fascistas de Mussolini en Italia; y de sospechosos cambios de posición de última hora –los Miguel Ángel Yunes de Veracruz-; resultó más que sorprendente la premura con la que casi de madrugada, el miércoles fue ratificada la Reforma por los congresos de Oaxaca y Tamaulipas, y posteriormente otros más, sin faltar, como en Puebla y Yucatán, desórdenes y enfrentamientos; ni el rechazo formal como el que se dio en Comisión de nuestra pulcra Legislatura que hoy se reunirá en el pleno.

En fin, el tsunami de la Reforma Judicial concluyó con su aprobación por las cámaras federales y los congresos locales necesarios para ser declarada constitucional, y publicada en el Diario Oficial de la Federación, según se adelantó, el próximo domingo.

En el impase previo hubo advertencias serias y sensatas sobre las posibles afectaciones a nuestro avance republicano y democrático; a los posibles riesgos económicos: recesión, devaluación, pausas en la inversión extranjera y consecuentemente en la creación de los empleos que se requieren.

Y también hubo alusiones a reminiscencias históricas como aquella atribuida a Luis XIV (1638-1715) rey de Francia y Navarra y el lema del absolutismo: l’Etat c’est moi -El Estado soy yo-, derivada también a “El Pueblo soy yo”.

Luis XIV, conocido también como “el Rey Sol”, representó el auge del período histórico conocido como absolutismo monárquico, que se caracterizó por la concentración de todo el poder en el monarca o gobernante, y que culminó con la Revolución francesa del año 1789. Hubo también quien recordó al filósofo y ensayista español del Siglo XX José Ortega y Gasset quien en su tiempo discurría: “La novedad política en Europa consiste en la desaparición de los debates: este es el régimen que agrada al hombre-masa. El liberalismo se opone a todo esto: el propósito de la política debe ser hacer posible la coexistencia a través del debate. Tiene que haber derecho a discrepar. Primero vienen los individuos, luego la colectividad. El liberalismo es «el llamamiento más noble que resonó en el mundo» a coexistir con el adversario, acepta al adversario y le da la ciudadanía política. Es bueno, de hecho, que exista una oposición. La Masa, sin embargo, odia a muerte lo que es ajeno a ella: no da la ciudadanía política a quienes tienen opiniones discrepantes”.

Y en un plano popular muy nuestro, al generalizarse como argumento a favor de la reforma, los salarios y prebendas de quienes conforman la cúpula de la judicatura, no faltó quien con sorna pero con elementos de veracidad aludió a la gran corrupción, más allá de los salarios y prebendas contenida en el aserto y la acción consecuente: “A mí no me den, sólo pónganme donde hay”.

Y finalmente no estuvo de más recordar muy en serio a nuestro sobrio y brillante caudillo independentista José María Morelos y Pavón quien – mañana se cumplen 209 años- el 14 de septiembre de 1813 presentó ante el Congreso de Anáhuac el documento conocido como los Sentimientos de la Nación, documento político considerado una de las contribuciones más significativas en la construcción de la identidad y el destino de México como nación independiente.

El Congreso de Anáhuac, donde se dieron a conocer los Sentimientos de la Nación, fue una asamblea legislativa que tuvo lugar en la ciudad de Chilpancingo.

“Los Sentimientos de la Nación tienen principios que son imperecederos, como que la buena ley es superior a toda persona y debe ser tal que modere las desigualdades sociales, mejore las costumbres y obligue al patriotismo, para que no distinga a un hombre de otro más que la virtud, nunca el color de la piel.

Convocado por José María Morelos en su calidad de líder insurgente, el Congreso buscaba establecer las bases políticas y sociales del nuevo México independiente.

El Congreso de Anáhuac sustituyó a la Suprema Junta Nacional Americana, organizada en 1811 por Ignacio López Rayón en Zitácuaro.

En el Congreso, Morelos presentó los Sentimientos de la Nación.

Entre sus puntos más importantes incluía la declaración de “la América como libre e independiente”; la abolición de la esclavitud, la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, sin importar su origen étnico, y muy especialmente la separación de poderes en Ejecutivo, Legislativo y Judicial para prevenir abusos de autoridad.

Además de las cuestiones internas, el documento también abogaba por una política exterior basada en la cooperación con otras naciones, y opuesta a la sumisión a intereses extranjeros.

Estos principios reflejaban una perspectiva de igualdad y justicia social como bases sólidas en la creación de una nueva nación.

El Congreso del Anáhuac se clausuró el 6 de noviembre de 1813 con la lectura del Acta Solemne de la Declaración de Independencia de la América Septentrional, donde quedaba plasmada la separación de México y España.

Cerca de un año después, el 22 de octubre de 1814, los preceptos de esta reunión se ratificaron y se fortalecieron en el Congreso de Apatzingán, con el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, mejor conocido como la Constitución de Apatzingán. Los Sentimientos de la Nación han sido siempre reconocidos como uno de los documentos políticos más importantes en la historia de México. Sus principios influyeron en el desarrollo de la identidad política y social del país, y sentaron las bases para proteger la igualdad, la justicia, la educación y la autonomía durante un momento crucial en la formación de nuestro país.

Los “Sentimientos de la Nación” es un documento que nos muestra cómo Morelos comprendió los problemas nacionales, se dio cuenta de la significación de la independencia y de la forma de organizar a la sociedad y el país.

De todo esto y mucho más se habló y se dijo durante el proceso posterior a la propuesta de Reforma Judicial que pese a riesgos serenamente expuestos y a la ausencia de debate honesto y serio, ha sido aprobada esta semana.


En medio de la vorágine legislativa, la premura desbocada, la aprobación en lo general y en lo particular de la Reforma Judicial en las cámaras de diputados y senadores, la clamorosas manifestaciones ignoradas de estudiantes de Derecho y trabajadores de la judicatura; las vallas, los portazos, los granaderos y los gases; la reacción contestataria y presuntamente espontánea de otros estudiantes que se manifestaron “a favor”; las votaciones a mano alzada en una Sala de Armas como sede alterna; de disputas y señalamientos en el Senado, incluido el cambio de sede por presiones de una multitud; de alusiones a uno de los más bajos signos de la condición humana: la traición; de reclamos por el centralismo sectario y el fin de los contrapesos entre los poderes del Estado; de citación de fatales historias autócratas de los últimos tiempos como la de Stalin en Rusia, los nazis de Hitler en Alemania, y los fascistas de Mussolini en Italia; y de sospechosos cambios de posición de última hora –los Miguel Ángel Yunes de Veracruz-; resultó más que sorprendente la premura con la que casi de madrugada, el miércoles fue ratificada la Reforma por los congresos de Oaxaca y Tamaulipas, y posteriormente otros más, sin faltar, como en Puebla y Yucatán, desórdenes y enfrentamientos; ni el rechazo formal como el que se dio en Comisión de nuestra pulcra Legislatura que hoy se reunirá en el pleno.

En fin, el tsunami de la Reforma Judicial concluyó con su aprobación por las cámaras federales y los congresos locales necesarios para ser declarada constitucional, y publicada en el Diario Oficial de la Federación, según se adelantó, el próximo domingo.

En el impase previo hubo advertencias serias y sensatas sobre las posibles afectaciones a nuestro avance republicano y democrático; a los posibles riesgos económicos: recesión, devaluación, pausas en la inversión extranjera y consecuentemente en la creación de los empleos que se requieren.

Y también hubo alusiones a reminiscencias históricas como aquella atribuida a Luis XIV (1638-1715) rey de Francia y Navarra y el lema del absolutismo: l’Etat c’est moi -El Estado soy yo-, derivada también a “El Pueblo soy yo”.

Luis XIV, conocido también como “el Rey Sol”, representó el auge del período histórico conocido como absolutismo monárquico, que se caracterizó por la concentración de todo el poder en el monarca o gobernante, y que culminó con la Revolución francesa del año 1789. Hubo también quien recordó al filósofo y ensayista español del Siglo XX José Ortega y Gasset quien en su tiempo discurría: “La novedad política en Europa consiste en la desaparición de los debates: este es el régimen que agrada al hombre-masa. El liberalismo se opone a todo esto: el propósito de la política debe ser hacer posible la coexistencia a través del debate. Tiene que haber derecho a discrepar. Primero vienen los individuos, luego la colectividad. El liberalismo es «el llamamiento más noble que resonó en el mundo» a coexistir con el adversario, acepta al adversario y le da la ciudadanía política. Es bueno, de hecho, que exista una oposición. La Masa, sin embargo, odia a muerte lo que es ajeno a ella: no da la ciudadanía política a quienes tienen opiniones discrepantes”.

Y en un plano popular muy nuestro, al generalizarse como argumento a favor de la reforma, los salarios y prebendas de quienes conforman la cúpula de la judicatura, no faltó quien con sorna pero con elementos de veracidad aludió a la gran corrupción, más allá de los salarios y prebendas contenida en el aserto y la acción consecuente: “A mí no me den, sólo pónganme donde hay”.

Y finalmente no estuvo de más recordar muy en serio a nuestro sobrio y brillante caudillo independentista José María Morelos y Pavón quien – mañana se cumplen 209 años- el 14 de septiembre de 1813 presentó ante el Congreso de Anáhuac el documento conocido como los Sentimientos de la Nación, documento político considerado una de las contribuciones más significativas en la construcción de la identidad y el destino de México como nación independiente.

El Congreso de Anáhuac, donde se dieron a conocer los Sentimientos de la Nación, fue una asamblea legislativa que tuvo lugar en la ciudad de Chilpancingo.

“Los Sentimientos de la Nación tienen principios que son imperecederos, como que la buena ley es superior a toda persona y debe ser tal que modere las desigualdades sociales, mejore las costumbres y obligue al patriotismo, para que no distinga a un hombre de otro más que la virtud, nunca el color de la piel.

Convocado por José María Morelos en su calidad de líder insurgente, el Congreso buscaba establecer las bases políticas y sociales del nuevo México independiente.

El Congreso de Anáhuac sustituyó a la Suprema Junta Nacional Americana, organizada en 1811 por Ignacio López Rayón en Zitácuaro.

En el Congreso, Morelos presentó los Sentimientos de la Nación.

Entre sus puntos más importantes incluía la declaración de “la América como libre e independiente”; la abolición de la esclavitud, la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, sin importar su origen étnico, y muy especialmente la separación de poderes en Ejecutivo, Legislativo y Judicial para prevenir abusos de autoridad.

Además de las cuestiones internas, el documento también abogaba por una política exterior basada en la cooperación con otras naciones, y opuesta a la sumisión a intereses extranjeros.

Estos principios reflejaban una perspectiva de igualdad y justicia social como bases sólidas en la creación de una nueva nación.

El Congreso del Anáhuac se clausuró el 6 de noviembre de 1813 con la lectura del Acta Solemne de la Declaración de Independencia de la América Septentrional, donde quedaba plasmada la separación de México y España.

Cerca de un año después, el 22 de octubre de 1814, los preceptos de esta reunión se ratificaron y se fortalecieron en el Congreso de Apatzingán, con el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, mejor conocido como la Constitución de Apatzingán. Los Sentimientos de la Nación han sido siempre reconocidos como uno de los documentos políticos más importantes en la historia de México. Sus principios influyeron en el desarrollo de la identidad política y social del país, y sentaron las bases para proteger la igualdad, la justicia, la educación y la autonomía durante un momento crucial en la formación de nuestro país.

Los “Sentimientos de la Nación” es un documento que nos muestra cómo Morelos comprendió los problemas nacionales, se dio cuenta de la significación de la independencia y de la forma de organizar a la sociedad y el país.

De todo esto y mucho más se habló y se dijo durante el proceso posterior a la propuesta de Reforma Judicial que pese a riesgos serenamente expuestos y a la ausencia de debate honesto y serio, ha sido aprobada esta semana.