La doctora Claudia Sheinbaum Pardo ha hecho historia al protestar entre promisorias expectativas como la primera presidenta de México a lo largo de su historia.
Su primer mensaje fue someramente previsible: obsequiosa con su predecesor; distante del sentido de unidad republicana al proclamar el segundo piso” de la llamada “cuarta transformación”; justa al destacar con atingencia la importancia de romper burdos atavismos, para reconocer a la mujer en toda su valía, abriendo justas y mayores posibilidades a su desarrollo y participación en las tareas más importante de la Nación; y promisoria en cuanto a programas sociales, desarrollo y cuidado del medio ambiente garantizando agua para todos e impulsado como deber, las energías limpias.
En el bagaje de expectativas quedaron, como es lógico, concreciones sobre temas trascendentes: finanzas públicas, relaciones internacionales y diálogo asertivo con oposiciones, y en general con quienes no coinciden con el esquema de gobierno heredado.
Pero ciertamente se requiere tiempo y habrá qué estar a la expectativa. Darle al menos el beneficio de la duda aunque dicho beneficio parezca mancillado con la cantidad de imposiciones heredadas, tanto en personas como en materia económica, legislativa, electoral y partidista.
Al respecto no sobra recordar algún cambio presidencial referencial como el ocurrido en nuestro país cuando Miguel Alemán Valdés entregó la estafeta a Adolfo Ruiz Cortines.
En 1946 Miguel Alemán había tomado posesión de la Presidencia de la República en un recién logrado ambiente de estabilidad y de expectativas de real gobernanza.
Al inicio de su gestión, Miguel Alemán nombró secretario de Gobernación al doctor e historiador Héctor Pérez Martínez, quien murió el 12 de febrero de 1948 a consecuencia de un mal cardiaco.
Para sustituirlo, Alemán llamó a Ruiz Cortines, a la sazón gobernador de Veracruz, quien renunció a la gubernatura el 30 de junio del año citado, para asumir el cargo.
Poco más de tres años después, el 13 de octubre de 1951, renunció a la secretaría de Gobernación para aceptar la candidatura presidencial del PRI que sorprendió a todos pues desde un año antes se habían creado en todo el país comités pro Fernando Casas Alemán, regente del Distrito Federal y gran amigo del presidente Miguel Alemán.
Varias versiones coinciden en que Alemán hizo primero el intento de reelegirse, después trató de imponer a su incondicional Casas Alemán, y ante la oposición de los grupos revolucionarios, tuvo que echar mano de Ruiz Cortines quien contaba con 62 años de edad. Casas Alemán, al conocer la decisión presidencial, prudentemente pidió a sus partidarios unirse a Ruiz Cortines.
Al rendir protesta como candidato el 14 de octubre, Ruiz Cortines señaló que la tarea sería de todos, porque “no es posible que una obra que requiere el esfuerzo de todos, se encomiende a un solo hombre…” No presentó un plan de gobierno porque, dijo: “considero prematuro formular ahora un programa de gobierno, y abrigo el propósito de elaborarlo al auscultar el pensamiento y el sentimiento de todos los sectores de la nación para coordinarlos y fundirlos… Habrá de elaborarse, sin embargo, un programa basado estrictamente en las posibilidades. Todos sabemos que ya no es honrado ofrecer lo que no se esté en la seguridad de cumplir, ni crear esperanzas o inquietudes a sabiendas de que están fuera de nuestro alcance los medios de satisfacerlas, dando ocasión a que la propaganda democrática degenere en demagogia vituperable…” También se declaró abierto a la crítica de la oposición: “No tomaré como personales los ataques que se emitan en esta campaña que debe ser aquilatamiento de valores, porque los ciudadanos que van a depositar los destinos del país en las manos de un hombre, tienen el derecho y el deber de conocerlo, de analizarlo y de juzgarlo”.
El 23 de noviembre de 1951, Ruiz Cortines emprendió una campaña pausada y ordenada que comprendió todas las capitales de los estados y territorios, además de algunas ciudades relevantes. Sus discursos siguieron un mismo patrón: saludo a los habitantes del lugar, panegírico a los héroes nativos de la localidad; planteamiento de los problemas de la población visitada; y propuesta de solución a los mismos. En cada localidad importante se realizaba una Asamblea Económica–Social, en la que los ciudadanos presentaban sus “ponencias”.
Vale anotar que la justa electoral enfrentó al general revolucionario Miguel Henríquez Guzmán, candidato de la Federación de Partidos del Pueblo FPP, un movimiento integrado por militares y políticos desplazados por el alemanismo y opuesto, en nombre de la Revolución, a las medidas agrarias “reaccionarias” que había efectuado Miguel Alemán.
En las filas del FPP militaban antiguos líderes agrarios, cardenistas, exgobernadores, zapatistas, intelectuales y viejos revolucionarios destacados, como Graciano Sánchez, Francisco J. Múgica, Ernesto Soto Reyes, Marcelino García Barragán, Genovevo de la O, Vicente Estrada Cajigal, Wenceslao Labra, e inclusive la esposa del general Lázaro Cárdenas, quienes lograron formar una amplia base popular.
Ruiz Cortines también tuvo que competir con Vicente Lombardo Toledano, quien desde 1949 creó la Unión General de Obreros y Campesinos de México UGOCEM y basó su campaña en la defensa del proyecto social de la Revolución Mexicana, así como en la crítica a la reforma del artículo 27 Constitucional, la corrupción del régimen, la entrega del gobierno a la iniciativa privada y al capital extranjero.
El Partido Acción Nacional tuvo entonces su primer candidato presidencial Efraín González Luna quien centró su campaña en la lucha por la libertad de enseñanza y religiosa, así como por restringir las atribuciones del Estado en la economía. La oposición en general cuestionó la corrupción e inmoralidad del alemanismo y la obstrucción por gobernadores y alcaldes del PRI, la propaganda, giras y mítines de la oposición; y su invisibilidad en los medios de comunicación.
Tras meses de campaña, en Querétaro, el 15 de mayo, Ruiz Cortines dio a conocer su programa para realizar “la tarea que con más firme resolución debemos redoblar: combatir la escasez y la carestía; hacer que queden más al alcance del pueblo los artículos que más consume, como maíz, frijol, azúcar, piloncillo, grasas comestibles, manta y percal, y que pueda obtener mejor alimento, mejor vestido y mejor habitación”: Los puntos del programa eran los siguientes: Planeación, ampliación y tecnificación de cultivos; establecimiento de precios de garantía remunerativos para el ejidatario y el pequeño propietario; otorgamiento de crédito barato, fácil y oportuno; eliminación de los intermediarios no indispensables; eliminación de monopolios; construcción de comunicaciones; operación de transportes en función de la producción, distribución y consumo; aplicación de tarifas diferenciales; movilización preferente de los artículos de primera necesidad; establecimiento de mercados populares; y “aplicación de sanciones enérgicas a quienes asuman una conducta antisocial, elevando los precios, para obtener ganancias inmoderadas y especular con el hambre del pueblo”.
Como parte de su campaña, Ruiz Cortines obtuvo el voto público de intelectuales de la talla de José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Carlos Graef Fernández, Samuel Ramos, Manuel Martínez Báez, Luís Enrique Erro, Carlos González Peña, Nabor y Julián Carrillo, Silvio Zavala, Antonio Castro Leal, Jesús Silva Herzog y Daniel Cosío Villegas.
El 6 de julio de 1952 se efectuaron las elecciones bajo una fuerte vigilancia del Ejército; durante la jornada electoral se dieron múltiples actos fraudulentos y de violencia. Se acusó al PRI de emplear toda una gama de prácticas infames, como las “porras volantes” o “carrusel” con campesinos, albañiles y empleados públicos sin credenciales y fuera del padrón electoral. El resultado oficial fue: PRI 2,713,745 votos (74%); FPP 579,745 votos (15%); PAN (Efraín González Luna) 285,555 votos (7%); y PP (Vicente Lombardo Toledano) 72,482 votos (1%).
Al día siguiente, Henríquez Guzmán invitó a un mitin para celebrar su “Fiesta de la Victoria” en la Alameda de la ciudad de México, mismo que fue violentamente reprimido por el gobierno alemanista con un saldo oficial de siete muertos, 80 heridos y más de 500 detenidos –versiones extraoficiales hablaron de 200 muertos-.
El 21 de septiembre siguiente, Ruiz Cortines fue declarado presidente electo por la Cámara de Diputados.
Integró uno de los gabinetes más estables con los hombres que consideró más idóneos por su profesión y experiencia para el desempeño del cargo. Cuando se le recomendaba a alguien por su “inteligencia”, Ruiz Cortines preguntaba: “¿Inteligente para qué?” Si por su “honradez”, cuestionaba: “¿Ya lo pusieron donde hay?” Si por ser un “especialista”, respondía: “Si, es un excelente violinista, pero necesitamos un director de orquesta que algo sepa de los demás instrumentos”.
Negó a sus amigos íntimos y compañeros de dominó, puestos, dinero y prebendas, pues creía que el peor favor que se podía hacer a un amigo era ubicarlo en una posición en la que no tuviera los atributos requeridos, lo podría frustrar de por vida y además, perder la amistad.
Desde el principio de su gestión, indicó a su equipo de trabajo: “Señores, hablemos al pueblo con hechos, evitando las declaraciones excesivas, las promesas difíciles de cumplir, la exhibición de nuestras personas…” asimismo, señaló que ningún candidato aceptara dinero privado para su campaña, porque se le cobraría con creces al asumir el cargo.
Además, cuenta Enrique Krauze (Los Sexenios) que cuando intuía que alguno de sus amigos lo visitaba para pedir algún favor político, los desarmaba con estas frases: “No te imaginas la necesidad que tenía de un saludo desinteresado. Todos vienen a pedirme algo”.
Al día siguiente de asumir la presidencia, publicó la lista completa y detallada de sus bienes patrimoniales, que eran más bien modestos, y exigió a los funcionarios que presentaran su manifestación de bienes antes y después de desempeñar sus cargos. Días más tarde, promulgaría una Ley de responsabilidades que contenía esta obligación.
Durante su gestión hubo también de pedir a uno de sus hijos que dejara el país pues había optado por vivir como rajá. Su gobierno se caracterizó por equilibrio y prudencia; ante la herencia que recibió hubo de devaluar en 1954 el peso mexicano de 8.50 a 12.50 por dólar lo que ocasionó manifestaciones y huelgas que fueron contenidas con alzas salariales, generación de empleos, reversión de la inflación, así como apoyos importantes a la salud con la ampliación de beneficio del IMSS y duplicación de derechohabientes; a la vivienda, con la creación del Instituto Nacional de Vivienda (después INDECO); a la construcción de vías férreas y carreteras, y a la duplicación de hectáreas de riego, entre otras muchas obras.
Su primera medida importante tuvo lugar nueve días después del inicio de su periodo, el 10 de diciembre de 1952, cuando envió al Congreso una iniciativa para reformar los artículos 34 y 115 de la Constitución para conceder a la mujer el derecho a votar y ser elegida en los comicios.
Falleció el 3 de diciembre de 1973.