Uno de los lugares que más me gustó desde mis primeras semanas en Querétaro, es el maravilloso jardín Hércules, resulta que es una jardín cervecero un “Biergärten”, al estilo Baviera en Alemania, donde son habituales estas terrazas en las que todo se centra en torno a la venta y disfrute de la típica cerveza.
Llegar a ese lugar ubicado en uno de los barrios más tradicionales de Querétaro; La Cañada, a unos 15 minutos del centro histórico, fue mágico desde el primer momento, me atrajo su construcción monumental de lo que en un inicio por ahí de 1846 fuera una fábrica de textiles que pasó por varias etapas, desde un gran crecimiento y desarrollo que llevó a una cantidad considerable de personas a poblar sus alrededores y que principalmente se emplearon en la textilera hasta una huelga y posterior reapertura que la llevó a ser hasta 2019 fecha en que cerró sus puertas definitivamente, una de las primeras empresas queretanas.
El punto es que yo llegue a este espléndido jardín una tarde de sábado y pude observar que había personas de todas las edades, familias, amigos, parejas de jóvenes, de adultos mayores, niños jugando en un espacio especial reservado para que aprendan un poco sobre huertos caseros o dibujen mientras sus padres disfrutan de un buen momento en las mesas ubicadas en el jardín donde el principal cobijo contra el sol son los frondosos árboles.
Este lugar ya como fábrica cervecera, fue creado en 2011 para disfrutar de una cerveza fresca, la cerveza Hércules orgullosamente queretana, con más de 100 tipos diferentes además de algunas clásicas de su catálogo, lo mejor es que también tienen un menú bastante variado, que incluye las pizzas, salchichas, esquites, tuétanos, carne o menú vegano, que toman un sabor especial al compartirlo con la mejor compañía.
Hay bandas de música que al caer la tarde le dan un toque festivo y único, donde puedes escuchar tu música favorita a la luz de la luna, en un escenario ubicado en el propio jardín, y cuentan también con diferentes espacios, salones, cafeterías y chocolaterías en los pasillos que te hacen sentir en algún tradicional pueblito mexicano.
Sus paredes, cocina, baños y naves donde se produce la cerveza tienen un cierto sabor a nostalgia, sin embargo la algarabía contrasta con la tranquilidad que se vive en ese lugar, porque ahí la prisa no existe, vivir y disfrutar el momento presente es una constante entre sus visitantes ya sea en alguna de sus mesas o simplemente sentados o acostados en sus jardines disfrutando de el “Dulce Placer de No Hacer Nada” como dicen los italianos; “Il Dolce Farniente”
Pero ahí no acaba la historia, en uno de sus pasillos me encontré un cartel sobre sus actividades culturales semanales y así a partir de el lunes siguiente me convertí en una de las alumnas de la clase de yoga de Ariadne, y para llegar la spa donde se imparten estas clases tuve que recorrer sendos pasillos, dignos de ser escenario de algún filme, mientras recorría esos pasadizos, imaginaba parte de la historia que guardan esas paredes que ojalá pudieran hablar, y de pronto sin más al subir unas angostas escaleras me encontré con un spa muy peculiar, donde sobresalen las piletas, y espacios verdes exquisitamente combinadas para fusionar la arquitectura industrial ya existente en ese sitio con la naturaleza y un aire de modernidad, que juntos crean un ambiente de paz y tranquilidad.
Al terminar mi clase y sentirme reiniciada, descubrí una sorpresa más, al centro de un jardín, la estatua del Hércules traída desde Carrara, en Italia que da paso a lo que fuera la antigua casona de la fábrica y que hoy es un majestuoso hotel rodeado de vegetación endémica y decoración exquisita.
El Jardín Hércules es pues, un lugar de fusiones, de sabores, de olores, de momentos y de creación de buenos recuerdos.
Por eso mi recomendación va para quienes vivimos en Querétaro y lo tenemos a la mano y sobre todo para quienes vienen de visita y que no deben olvidar que este sitio es uno de los imperdibles queretanos, al cual les garantizo que siempre querrán regresar.
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