Con cada elección presidencial en Estados Unidos, México mira al norte con cierta expectativa, preguntándose cómo el resultado impactará en su economía, seguridad, y política exterior. En esta ocasión, el escenario es aún más complejo: la polarización que domina el panorama político estadounidense crea incertidumbre sobre cómo se perfilará la relación entre ambos países, gane quien gane.
Desde hace años, Estados Unidos es el principal socio comercial de México, y ambos países están profundamente interconectados en términos económicos, sociales, y culturales. Sin embargo, las visiones de los principales contendientes para 2024 difieren en aspectos clave que podrían redefinir la política exterior estadounidense y, por ende, las dinámicas bilaterales.
Si Gana el Partido Demócrata
Un eventual triunfo demócrata, posiblemente encabezado por el presidente Joe Biden o su sucesor, podría dar continuidad a políticas de colaboración en temas de cambio climático, migración y desarrollo económico en la región. La administración demócrata ha mostrado interés en resolver las causas raíz de la migración, lo cual podría significar para México el impulso de programas de apoyo en el sur del país y Centroamérica. También veríamos la continuación de iniciativas para reducir las emisiones de carbono y fortalecer las energías limpias, un sector donde México aún tiene mucho por desarrollar.
Sin embargo, Biden también ha sido claro en que existen fricciones con la administración mexicana, en particular sobre el respeto a los derechos laborales y ambientales dentro del T-MEC. La presión podría aumentar sobre temas como la política energética de México, pues Estados Unidos ha expresado preocupación por las reformas que favorecen a Pemex y CFE en detrimento de empresas privadas, muchas de ellas estadounidenses. Así, un segundo mandato demócrata podría traer una relación de cooperación, pero con puntos de tensión más visibles.
Si Gana el Partido Republicano
Por otro lado, un triunfo republicano podría significar un giro hacia políticas de mayor control fronterizo y una postura más rígida en comercio. El partido ha insistido en la necesidad de medidas más estrictas para detener el flujo migratorio y combatir el tráfico de drogas, una cuestión en la que podría pedir más cooperación a México, incluso presionando para desplegar fuerzas estadounidenses cerca o en la frontera.
Además, el T-MEC seguiría siendo un tema delicado, con una visión orientada a proteger más los empleos y la producción estadounidense. Para México, esto podría traducirse en revisiones más frecuentes sobre el cumplimiento de acuerdos en temas de derechos laborales, medioambientales y energéticos. En esta lógica, si un republicano llegara a la presidencia, México enfrentaría una relación basada en la exigencia y el pragmatismo, con menor espacio para concesiones.
La economía de México, altamente dependiente de las exportaciones a Estados Unidos, puede verse afectada con cualquiera de los dos escenarios. Las decisiones de Washington en torno a políticas fiscales, tasas de interés, y estímulos a la manufactura interna impactan directamente en el flujo de comercio y la estabilidad económica mexicana. La industria automotriz, una de las principales beneficiadas por el T-MEC, podría enfrentar más exigencias para hacer su producción más limpia y competitiva en ambos escenarios, especialmente si los demócratas promueven regulaciones ambientales más estrictas.
El tema migratorio será sin duda un eje en la relación, sin importar quién ocupe la Casa Blanca. Sin embargo, el enfoque cambiará según el ganador. Mientras los demócratas probablemente busquen programas que combinen control y desarrollo en la región, los republicanos podrían inclinarse por medidas de mayor contención, lo que pondría presión en México para reforzar su propio control fronterizo.
Frente a estos desafíos, México necesita fortalecer sus capacidades para diversificar sus relaciones internacionales y reducir la dependencia económica de Estados Unidos. Una estrategia de diversificación en comercio con otros países podría dar al país un margen de maniobra mayor, pero no es algo que se logrará de un día para otro.
El futuro cercano será un periodo de grandes retos para la diplomacia y la política exterior mexicana, con el imperativo de lograr una relación respetuosa y cooperativa con Estados Unidos, manteniendo al mismo tiempo su propia soberanía y capacidad de decisión.