Las elecciones en Estados Unidos siempre levantan grandes olas que amenazan con desatar tormentas para México. Con el regreso de una administración familiar en la Casa Blanca y una nueva capitana tomando el mando en nuestro país, las aguas están lejos de estar calmadas. Este doble cambio, en ambos lados de la frontera, resuena como una sirena de alerta para el sector empresarial: adaptarse o naufragar.
Los nuevos liderazgos y sus apuestas políticas plantean desafíos y oportunidades en igual medida. Así, el empresariado mexicano debe mantenerse firme al timón, con una estrategia clara y visión de futuro para enfrentar el periodo de ajustes e incertidumbre que ya empieza a vislumbrarse. Navegar en estas aguas turbulentas exige precisión y coraje; el mensaje es claro: adaptarse para avanzar, porque solo quienes ajusten sus velas y tomen decisiones audaces podrán mantenerse a flote.
El fenómeno del nearshoring se ha convertido en una oportunidad transformadora para México. Las empresas buscan cadenas de suministro más cercanas, eficientes y menos vulnerables a las crisis globales, y México, por su ubicación, está en una posición privilegiada para convertirse en el socio estratégico de América del Norte. No obstante, en 2026 –“a la vuelta de la esquina” decimos en México- tendremos no solamente un reacomodo de las piezas en el tablero, sino, según comentarios del futuro mandatario estadounidense, cabe esperar hasta cambio en las reglas del juego. También desde Canadá voces autorizadas se muestran impacientes con el laxo desempeño de México permitiendo el ingreso indiscriminado de productos de China. México requiere definir a dónde y cómo enfocar su política de comercio internacional, y requerirá a sus mejores negociadores para mantener la dinámica de crecimiento de las cadenas de suministro- muchas de ellas conformadas por pymes- que se han fortalecido en estas décadas del tratado comercial entre los tres países norteamericanos.
Mientras esas definiciones ocurren, las pequeñas y medianas empresas mexicanas requieren algo más que buenas intenciones: es el momento de una estrategia audaz que combine agilidad para alcanzar eficiencias y una visión flexible a los diversos escenarios. La resiliencia y la adaptabilidad ya no son opcionales.
Cada empresa, sin importar su tamaño, necesita una visión clara y anticipada para optimizar sus procesos en un mercado en constante cambio. La digitalización y automatización ya no son solo una opción, sino un camino obligatorio para cualquier negocio que aspire a conectar con mercados internacionales, responder a la demanda y asegurar su competitividad. Tener una presencia digital fuerte es ahora una de las llaves principales para sobrevivir y prosperar en un entorno cada vez más interconectado y exigente. Transacciones en línea, optimizar inventarios y mantener una comunicación directa y ágil con clientes nacionales e internacionales son piezas críticas en esta nueva realidad. Respecto a las cadenas de suministro en México, particularmente en zonas estratégicas como Querétaro, se requieren procesos logísticos ágiles y de altos estándares de calidad. Ello implica mayor inversión al mantenimiento y crecimiento de la infraestructura carretera, ferroviaria y aeroportuaria, bajo un auténtico plan de desarrollo económico y social concertado entre la iniciativa privada y los gobiernos. Entre otros grandes retos se incluyen la suficiencia a la demanda de energía (sin la cual la industria limita su expansión) y , desde luego -imposible no mencionarlo- la seguridad a las inversiones que sólo puede dar el cumplimiento al Estado de Derecho, así como la inminente necesidad de restablecer el clima de paz y seguridad en todo el territorio nacional.
Ante tan complejos y multifactoriales escenarios, en Coparmex nos mantenemos comprometidos con la formación, actualización e innovación que requieren las empresas para ser competitivos en los sectores y agentes del bien común integral. En medio de las aguas revueltas de un mundo con tanta incertidumbre, vulnerabilidades y retos, tenemos la claridad del enfoque que sintetizamos como nuestro Modelo de Desarrollo Inclusivo (MDI).
Adaptarse o naufragar, fue la premisa al inicio de esta columna. Adaptarnos sí, pero con la claridad del destino. Tenemos como brújula la generación de recursos económicos, amalgamados al desarrollo integral de las personas en lo individual y lo comunitario, garantizando la continuidad de la vida y los ecosistemas en el planeta. Puede sonar poético únicamente pero no lo es. Esta aspiración, este propósito, es de las pocas certezas que tenemos hoy.
*Presidenta de Coparmex Querétaro