/ sábado 14 de septiembre de 2024

Lo que no nos define / Lucha de narrativas


Kamala Harris y Donald Trump se enfrentaron por primera vez en un debate presidencial que, más que un intercambio de ideas, se convirtió en una guerra de narrativas. Para muchos, este encuentro fue más que un simple cara a cara entre dos candidatos: se trató de un choque entre el pasado y el futuro de Estados Unidos, entre una vicepresidenta aún en construcción frente a un expresidente que se ha mantenido en el centro de la atención pública por años.

Los analistas han diseccionado las intervenciones de ambos candidatos, pero en términos de percepciones, la vicepresidenta parece haber logrado algo que hasta ahora se le había escapado: transmitir autoridad y convicción. Desde el inicio del debate, Harris mostró una firmeza que muchos de sus seguidores reclamaban, y aunque Trump no se quedó atrás en su usual estrategia de ataque, fue Harris quien, a los ojos de la mayoría, se alzó como la ganadora de la noche.

Los temas del debate fueron los esperados: economía, migración y geopolítica, pero el telón de fondo más relevante fue, sin duda, la batalla por el control de la narrativa sobre el futuro del país. Trump se aferró a su retórica sobre la decadencia norteamericana bajo la administración demócrata. Harris, por su parte, intentó posicionarse como la candidata de la estabilidad y la razón, llamando a centrarse en resolver los verdaderos problemas.

Sin embargo, lo que ha captado una atención inesperada en esta contienda no fueron tanto las políticas propuestas como el impacto que un actor externo podría tener: Taylor Swift. La cantante, que ha evitado posicionarse políticamente durante este proceso, recientemente expresó su apoyo a Harris en sus redes sociales, lo que algunos expertos creen que podría movilizar a millones de jóvenes votantes y que, hasta ahora, ha encendido las alarmas en diversos sectores republicanos.

Sin duda, esta intervención ha sido para muchos, un elemento disruptivo en una contienda tan polarizada. Según Bank of America, el respaldo de la cantante podría inclinar la balanza hasta en cinco puntos a favor de Harris, un margen que podría ser decisivo en una elección tan cerrada. Incluso Wall Street ha tomado nota: las acciones que se beneficiarán de una eventual victoria demócrata han experimentado un alza tras la declaración pública de Swift.

En definitiva, el debate ha sido un reflejo de la complejidad y polarización de la política estadounidense. Y aunque si bien es probable que no cambie de manera drástica las preferencias de la ciudadanía, no podemos negar que este enfrentamiento ha consolidado a Harris como una contendiente seria, al tiempo que ha reafirmado a Trump en su papel de antagonista. Sin embargo, el verdadero juicio, como siempre, vendrá en las urnas, donde se decidirá el futuro de Estados Unidos entre dos visiones profundamente opuestas.

¿O será la narrativa lo que no nos define?




Kamala Harris y Donald Trump se enfrentaron por primera vez en un debate presidencial que, más que un intercambio de ideas, se convirtió en una guerra de narrativas. Para muchos, este encuentro fue más que un simple cara a cara entre dos candidatos: se trató de un choque entre el pasado y el futuro de Estados Unidos, entre una vicepresidenta aún en construcción frente a un expresidente que se ha mantenido en el centro de la atención pública por años.

Los analistas han diseccionado las intervenciones de ambos candidatos, pero en términos de percepciones, la vicepresidenta parece haber logrado algo que hasta ahora se le había escapado: transmitir autoridad y convicción. Desde el inicio del debate, Harris mostró una firmeza que muchos de sus seguidores reclamaban, y aunque Trump no se quedó atrás en su usual estrategia de ataque, fue Harris quien, a los ojos de la mayoría, se alzó como la ganadora de la noche.

Los temas del debate fueron los esperados: economía, migración y geopolítica, pero el telón de fondo más relevante fue, sin duda, la batalla por el control de la narrativa sobre el futuro del país. Trump se aferró a su retórica sobre la decadencia norteamericana bajo la administración demócrata. Harris, por su parte, intentó posicionarse como la candidata de la estabilidad y la razón, llamando a centrarse en resolver los verdaderos problemas.

Sin embargo, lo que ha captado una atención inesperada en esta contienda no fueron tanto las políticas propuestas como el impacto que un actor externo podría tener: Taylor Swift. La cantante, que ha evitado posicionarse políticamente durante este proceso, recientemente expresó su apoyo a Harris en sus redes sociales, lo que algunos expertos creen que podría movilizar a millones de jóvenes votantes y que, hasta ahora, ha encendido las alarmas en diversos sectores republicanos.

Sin duda, esta intervención ha sido para muchos, un elemento disruptivo en una contienda tan polarizada. Según Bank of America, el respaldo de la cantante podría inclinar la balanza hasta en cinco puntos a favor de Harris, un margen que podría ser decisivo en una elección tan cerrada. Incluso Wall Street ha tomado nota: las acciones que se beneficiarán de una eventual victoria demócrata han experimentado un alza tras la declaración pública de Swift.

En definitiva, el debate ha sido un reflejo de la complejidad y polarización de la política estadounidense. Y aunque si bien es probable que no cambie de manera drástica las preferencias de la ciudadanía, no podemos negar que este enfrentamiento ha consolidado a Harris como una contendiente seria, al tiempo que ha reafirmado a Trump en su papel de antagonista. Sin embargo, el verdadero juicio, como siempre, vendrá en las urnas, donde se decidirá el futuro de Estados Unidos entre dos visiones profundamente opuestas.

¿O será la narrativa lo que no nos define?