/ sábado 5 de octubre de 2024

Lo que no nos define / ¿Protección o perjuicio?


La votación en Bruselas de este viernes marcará un momento decisivo para la política comercial de la Unión Europea hacia China y, en particular, para Ursula von der Leyen, pues los 27 países miembros deberán decidir si imponen aranceles adicionales a las importaciones de vehículos eléctricos fabricados en China.

Esta medida, impulsada tras una larga investigación de la Comisión Europea, busca contrarrestar lo que consideran una competencia desleal derivada de las subvenciones estatales chinas a su industria automotriz. En este contexto, las capitales europeas se dividen: mientras que Budapest se opone firmemente, París y Roma apoyan la propuesta. Madrid aún duda, y Berlín se encuentra en una posición delicada, tras una fallida campaña de oposición a los aranceles.

El trasfondo de esta votación es el resultado de una investigación exhaustiva iniciada en septiembre del año pasado, cuando Von der Leyen denunció que el mercado europeo estaba siendo inundado por vehículos eléctricos chinos más baratos, cuyos precios estaban artificialmente bajos gracias a las grandes inyecciones de dinero público por parte de Pekín.

Durante meses, los funcionarios europeos se dedicaron a revisar fábricas chinas y analizar los mecanismos de apoyo financiero que el gobierno chino ha implementado en el sector automotriz. La conclusión fue clara: las empresas chinas, respaldadas por el Estado, distorsionan el mercado europeo, poniendo en riesgo a la industria automotriz local y millones de empleos.

Ante estos hallazgos, Bruselas propuso imponer aranceles adicionales que varían según la empresa y su nivel de cooperación durante la investigación. La votación sigue el procedimiento de mayoría cualificada, lo que implica que se necesita el apoyo de al menos 15 países que representen el 65% de la población de la Unión para aprobar la medida. Sin embargo, si no se llega a un consenso claro, la Comisión podría tener la última palabra, usando sus poderes exclusivos en materia comercial.

El resultado de esta votación es crucial para la política exterior de Von der Leyen. Si los aranceles son aprobados, la presidenta de la Comisión consolidará su postura firme frente a China, tras haber impulsado investigaciones similares en otros sectores. Sin embargo, si la medida fracasa, será vista como un golpe a su liderazgo y a la cohesión de la política comercial europea, dejando una puerta abierta para que China continúe con su estrategia de expansión comercial a través de prácticas que muchos consideran desleales.

La presión sobre las capitales europeas ha sido intensa. China, por un lado, ha adoptado una postura agresiva, amenazando con represalias contra sectores clave de la economía europea. Mientras tanto, varios países de la Unión, como Alemania, han mostrado reticencia a confrontar a Pekín, temiendo las repercusiones económicas y comerciales. Frente a tales consideraciones, no cabe duda que esta votación no sólo definirá la relación comercial entre Europa y China, sino también el futuro de la industria automotriz en la UE.

¿O será la protección lo que no nos define?



La votación en Bruselas de este viernes marcará un momento decisivo para la política comercial de la Unión Europea hacia China y, en particular, para Ursula von der Leyen, pues los 27 países miembros deberán decidir si imponen aranceles adicionales a las importaciones de vehículos eléctricos fabricados en China.

Esta medida, impulsada tras una larga investigación de la Comisión Europea, busca contrarrestar lo que consideran una competencia desleal derivada de las subvenciones estatales chinas a su industria automotriz. En este contexto, las capitales europeas se dividen: mientras que Budapest se opone firmemente, París y Roma apoyan la propuesta. Madrid aún duda, y Berlín se encuentra en una posición delicada, tras una fallida campaña de oposición a los aranceles.

El trasfondo de esta votación es el resultado de una investigación exhaustiva iniciada en septiembre del año pasado, cuando Von der Leyen denunció que el mercado europeo estaba siendo inundado por vehículos eléctricos chinos más baratos, cuyos precios estaban artificialmente bajos gracias a las grandes inyecciones de dinero público por parte de Pekín.

Durante meses, los funcionarios europeos se dedicaron a revisar fábricas chinas y analizar los mecanismos de apoyo financiero que el gobierno chino ha implementado en el sector automotriz. La conclusión fue clara: las empresas chinas, respaldadas por el Estado, distorsionan el mercado europeo, poniendo en riesgo a la industria automotriz local y millones de empleos.

Ante estos hallazgos, Bruselas propuso imponer aranceles adicionales que varían según la empresa y su nivel de cooperación durante la investigación. La votación sigue el procedimiento de mayoría cualificada, lo que implica que se necesita el apoyo de al menos 15 países que representen el 65% de la población de la Unión para aprobar la medida. Sin embargo, si no se llega a un consenso claro, la Comisión podría tener la última palabra, usando sus poderes exclusivos en materia comercial.

El resultado de esta votación es crucial para la política exterior de Von der Leyen. Si los aranceles son aprobados, la presidenta de la Comisión consolidará su postura firme frente a China, tras haber impulsado investigaciones similares en otros sectores. Sin embargo, si la medida fracasa, será vista como un golpe a su liderazgo y a la cohesión de la política comercial europea, dejando una puerta abierta para que China continúe con su estrategia de expansión comercial a través de prácticas que muchos consideran desleales.

La presión sobre las capitales europeas ha sido intensa. China, por un lado, ha adoptado una postura agresiva, amenazando con represalias contra sectores clave de la economía europea. Mientras tanto, varios países de la Unión, como Alemania, han mostrado reticencia a confrontar a Pekín, temiendo las repercusiones económicas y comerciales. Frente a tales consideraciones, no cabe duda que esta votación no sólo definirá la relación comercial entre Europa y China, sino también el futuro de la industria automotriz en la UE.

¿O será la protección lo que no nos define?