/ martes 5 de noviembre de 2024

Neurona Ciudadana / Empatía y Conciliación

Hace unos días, el municipio de Querétaro realizó un operativo para evitar el comercio ambulante y responder así a las constantes quejas de vecinos y comerciantes de esta importante y dinámica zona de nuestra capital. Aseguran que esta polémica medida busca proteger el equilibrio y la imagen de un espacio que es patrimonio de todos los queretanos y queretanas y al mismo tiempo atender las exigencias de quienes han establecido sus negocios bajo las normas formales. Sin embargo, el operativo ha tenido consecuencias que deben ser revisadas con cuidado.

En primer lugar, es fundamental la correcta utilización del lenguaje, tanto de los medios de comunicación como de las autoridades, pues al utilizar la palabra “limpia”, no sólo resulta despectivo, sino se revictimiza, se excluye y se deshumaniza, al tiempo que se estigmatiza y margina. Es crucial que las palabras que empleamos contribuyan a un diálogo respetuoso e inclusivo, reconociendo la dignidad de todos los involucrados.

De acuerdo a informes de las autoridades, se asegura que la mayoría de los comerciantes ambulantes que fueron desalojados cuentan con un espacio en un mercado especialmente construido para ellos, pero han optado por no instalarse ahí, alegando, entre otras cosas, falta de clientes y visibilidad. Esta decisión, aunque legítima, ha incrementado las tensiones entre ellos y el comercio formal, generando una especie de “guerra fría” entre dos sectores que, en esencia, persiguen el mismo objetivo: sobrevivir y prosperar en un entorno económico complejo.

Lamentablemente, los operativos han incluido escenas de tensión: mujeres y niños que fueron involucrados en los enfrentamientos y con el saldo de algunos vendedores detenidos. Desde el lado de los comerciantes ambulantes, las denuncias sobre racismo y trato desigual apuntan a una problemática que no puede ser ignorada: la percepción de ellos mismos de ser tratados como “delincuentes” por simplemente buscar una alternativa de subsistencia.

Por ello, considero que las mesas de diálogo establecidas son un avance importante, pero queda claro que el espacio de comunicación necesita ampliarse y profundizarse para incluir todos los matices y particularidades de cada grupo involucrado.

En este entramado, también creo que es importante reconocer que la violencia y el uso excesivo de la fuerza pública en estos casos no son justificables ni construyen el entorno de respeto que nuestra ciudad merece. Este tipo de acciones dividen más de lo que unen y nos apartan del objetivo de una solución en la que todos podamos convivir en paz. Los artesanos y vendedores ambulantes no deberían ser peones utilizados en un tablero político para fines que nada tienen que ver con sus necesidades reales, como ha sucedido anteriormente en otros temas sensibles en nuestro estado, como el del agua.

Por otra parte, sabemos que las autoridades tienen la gran responsabilidad, no sólo de regular, sino de comprender profundamente las causas de esta situación. La empatía debe ser una herramienta clave en este proceso. Es necesario hacer valer la ley, pero también es esencial entender el origen y las razones de quienes se ven orillados al comercio informal, muchas veces impulsados por la falta de oportunidades o condiciones desfavorables en los espacios asignados. Si logramos que el gobierno municipal y los comerciantes ambulantes encuentren puntos en común a través del diálogo continuo y respetuoso, estaremos más cerca de esa ciudad en la que todos podamos contribuir a la economía local sin perder de vista el bienestar común.

Nuestra capital ha sobresalido mucho en los últimos años, no sólo a nivel nacional, sino internacional; se ha convertido en un polo de atracción de inversiones, de investigación, de educación, moderna, vanguardista y multicultural, pero sin perder el orgullo de sus tradiciones y raíces.

Por eso, desde nuestras diferencias, tenemos que ser capaces de construir una ciudad para todas las personas, bajo un ambiente de respeto y mutuo entendimiento. El reto es saber convivir y entender a todos los sectores de nuestra sociedad, comprendiendo que el desarrollo económico no debe convertirse en una lucha de unos contra otros.