De la responsabilidad espontánea, pienso en la extraordinaria confianza que seguimos teniendo los seres humanos sin conocernos de nada. Esto lo digo porque hace un tiempo un matrimonio con dos hijos me abordó en el aeropuerto para preguntarme, agitando un billete, qué era eso de la terminal dos y cómo se llegaba a ella. Sorprendida, les pedí que me siguieran y que para llegar hasta ella había que tomar un mini tren, debo decir que yo también tenía que hacer ese mismo recorrido, por lo que les sugerí que me siguieran.
Ese momento, me llenó de responsabilidad, sin darme cuenta y cuando reaccioné, los vi ir por sus carros de maletas con destino a Tijuana, ¿a vivir?, ¿de vacaciones?, y los cuatro se dispusieron a seguirme hacia donde yo los llevase.
Pensé en ese momento, mientras depositaban su viaje en mis manos, en la extraordinaria confianza que hay aún en la humanidad. Miré para atrás para confirmar que la familia me seguía, poniéndome algo nerviosa, pues personalmente la responsabilidad la llevó de manera fatal, y comencé a pensar en la típica cadena de errores que se produce cuando la confianza es ciega y en quien confías es imbécil. Me preocupó que toda la familia perdiera su vuelo por un error mío, y tuvieran que pasar la noche a la intemperie, tal vez sin dinero hasta poder juntar para pagar la penalidad de haber creído en mí y por eso se les fuera el avión.
Y entonces viene la reflexión en cómo continuamos abarrotado restaurantes, que son junto a los quirófanos los mayores pactos sociales y de confianza de la humanidad, pues un desconocido, no sé qué me va a poner en el plato, o a sacarme del cuerpo, mi vida literalmente está en sus manos, confío en esa persona, sin saber su nombre, trayectoria y es algo que muchas veces no importa.
Sucesos como el hecho del aeropuerto, hacen que a mi memoria venga la victoria militar de los talibanes, la cual ha traído a la actualidad un tema que su derrota hace 20 años y que llevó injustificadamente a la supresión de toda autonomía en la vida de la mujer.
Los habitantes de Afganistán confiaron en un cambio, incluidas las mujeres.
Al formarse en la década de 1990, el movimiento talibán asumió como seña de identidad la depuración de las costumbres depravadas, contrarias a la moral islámica, que imperaban en las áreas urbanas, y singularmente en Kabul.
En gran medida, se trataba de una reproducción del wahabismo que en el siglo XVIII, sirvió de base al triunfo del puritanismo islámico en la que hoy llamamos Arabia Saudita, entregado a la supresión ya entonces de todo elemento de modernidad y de ocio culpable (como las pipas de agua), con un repertorio de prescripciones y castigos tomado de los textos sagrados.
Continuará…..