/ miércoles 3 de noviembre de 2021

Sólo para villamelones


Muy en contra de lo que ha pasado con otros diestros hispanos, el más reciente de los cuales fue Pablo Aguado, en tierras mexicanas, Emilio de Justo vino a reafirmar su capacidad lidiadora, su condición de matador de toros y su etapa cúspide de carrera taurina.

Lo hizo en la Monumental de Aguascalientes, en territorio taurino por excelencia, donde demostró porqué es el triunfador indiscutible de Madrid y de Sevilla, y el por qué encabeza, junto con Morante de la Puebla, la preferencia de los aficionados españoles en esta temporada 2021, que vino a despertar un tanto a la Fiesta de los Toros en Europa.

De Justo tiene ya una larga trayectoria como torero, con años de alternativa y una lucha constante a lo largo del tiempo por abrirse camino en el difícil mundo de su profesión; hace un par de estos años que empezó a figurar como lo que está dispuesto a ser, como lo que necesariamente merece: un torero triunfador.

En Aguascalientes, con su segundo enemigo, procedente de luna de las dehesas de los Bailleres (a uno de ellos, por cierto, le brindó la muerte del burel) De Justo se dejó ver como el gran lidiador que es, sacando, con base en técnica depurada y en conocimiento de los terrenos, una gran faena de donde no parecía haber materia prima para cortar. Luego, con la sabiduría práctica que le caracteriza, mató de un volapié impecable.

Tuvo también el sevillano un detalle que habla muy bien de su seriedad para torear cuando mandó callar a los músicos que ya entonaban, durante el último tercio, la música festiva. No era un toro de festejo, sino de conocimientos; de irle pensando su lidia en la cara y de estructurar una faena minuciosa y brillante.

A diferencia pues de otros muchos, Emilio de Justo ha caído con el pie derecho ante la afición mexicana. Todos lo queremos ver en la México, y si se puede soñar, en alguna de las plazas queretanas.