Los resultados del tercer trimestre de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) 2024 confirman lo que muchos queretanos ya sienten en su vida diaria: Querétaro sigue siendo una de las ciudades más seguras del país. Con una percepción de inseguridad del 38.3%, la capital se coloca 20 puntos por debajo del promedio nacional de 58.6%. Esta cifra no solo refleja la relativa tranquilidad que se vive en las calles de la ciudad, sino que también coloca a Querétaro como la quinta capital más segura de México, superada únicamente por Tampico, Tepic, Saltillo y Durango.
En contraste, otras ciudades enfrentan una realidad mucho más difícil. Tapachula, Naucalpan y Fresnillo encabezan la lista de las urbes con mayor percepción de inseguridad, con porcentajes que superan el 87%. En estos lugares, vivir con miedo a la delincuencia es parte del día a día. Querétaro, por su parte, se distingue como un espacio donde la seguridad es percibida como un valor consolidado, y esto es algo digno de resaltar.
Sin embargo, aunque los queretanos pueden sentirse seguros en su entorno urbano, el informe de la ENSU también revela otro aspecto importante sobre la vida en la ciudad: los conflictos interpersonales. Según los datos, el 54% de los habitantes de Querétaro ha experimentado algún tipo de conflicto o enfrentamiento directo, ya sea con familiares, vecinos, compañeros de trabajo, establecimientos o autoridades. Este porcentaje está 20 puntos por encima de la media nacional, lo que sugiere que, a pesar de la sensación de seguridad, la convivencia social en la ciudad enfrenta desafíos importantes.
Es interesante reflexionar sobre esta dualidad. Por un lado, Querétaro destaca por sus bajos niveles de percepción de inseguridad. Las calles se sienten tranquilas, los delitos no parecen ser una preocupación constante y la vida en la ciudad fluye sin las mismas tensiones que afectan a otras partes del país. No obstante, este ambiente de seguridad física contrasta con la alta incidencia de conflictos en el ámbito personal. Las disputas con vecinos, las fricciones en el trabajo y las tensiones con las autoridades parecen ser parte del día a día en la capital, lo que refleja que la seguridad no siempre va de la mano con la paz social.
El desafío que se plantea para Querétaro no es menor. Si bien los avances en materia de seguridad son evidentes y apreciados, es necesario voltear la mirada hacia la construcción de una convivencia más armoniosa. Las autoridades, pero también la sociedad en general, deben trabajar en fortalecer los lazos de comunidad, en promover el respeto mutuo y en encontrar mecanismos para la resolución pacífica de los conflictos. Al final del día, la seguridad no solo se mide en términos de delitos o robos, sino también en la capacidad de las personas para vivir en paz unas con otras.
Querétaro tiene todas las condiciones para consolidarse no solo como una ciudad segura, sino también como un ejemplo de convivencia social. El reto está en equilibrar esa percepción de tranquilidad con un ambiente de respeto y cohesión entre sus habitantes. En este sentido, los datos de la ENSU pueden servir como una valiosa guía para entender que la seguridad no es solo la ausencia de delitos, sino la construcción de una comunidad unida, capaz de resolver sus diferencias sin recurrir a la confrontación.
El futuro de Querétaro depende de cómo abordemos estos desafíos. ¿Podremos seguir destacando como una de las ciudades más seguras mientras trabajamos en mejorar nuestras relaciones sociales? Las cifras nos invitan a reflexionar sobre el camino a seguir, y es responsabilidad de todos construir una ciudad no solo segura, sino también solidaria y cohesionada.