En los pasados días hemos recibido una vorágine de información, lo cual puede tener múltiples efectos. Tan solo quiero reparar en uno y es en que no perdamos de vista lo esencial. En mi caso, como docente de la UAQ, pensé en que lo esencial en este momento, amén de proseguir con actividades curriculares virtuales, es acompañar a los jóvenes en esta experiencia. Así es que me decidí a implementar tutorías a través del simple teléfono. Comparto algunos puntos importantes de la experiencia con el afán de que pueda ser beneficioso.
Que la tecnología no complique las cosas, que busquemos la que se adecue al objetivo que buscamos. En el caso de las tutorías se respeta el espacio individual al no realizar una video llamada o usar la plataforma institucional, sino una simple llamada de teléfono. La intención es decir: “aquí estamos tus profesores, nos importas y queremos darte apoyo académico.” No se efectúa para cumplir. Para hacerla con cuidado pedí a una alumna, que llamamos tutora par, que les preguntase con antelación si les gustaría recibir mi llamada y ella acordó una hora con cada uno de los alumnos y alumnas.
La tutoría se adapta al estilo de cada alumno, no debe tener un formato rígido. Para lograr el contacto humano en una situación como la que se vive, uno puede comenzar con algo muy particular que sea del interés del alumno o alumna, por ejemplo: he pensado en ti ¿qué pasará con tus clases de baile que son tan importantes para ti?
El tutor ha de tener claro lo que desea lograr con la mediación puntual. En mi caso, yo quise que inicialmente se expresaran, pues algunos expertos psicólogos –como Tal Ben Shahar- lo han recomendado como básico en estos momentos. No hablarlo -y que mejor que con alguien ajeno a la dinámica próxima- es factor de incremento del estrés. Algunos chicos y chicas manifestaron preocupación, miedo, otros incomodidad o incluso enojo por vivencias familiares. Pero también mostraron alivio por liberarse de la carga cotidiana escolar. Dos mostraron inconciencia al seguir trabajando en empleos de riesgo. Se les orientó al respecto.
Se preguntó con delicadeza cómo organizan su día y cómo se piensan y sienten al respecto. Ahí, de manera sincera, algunos expresaron que se despiertan hacia las doce y que pasan gran parte del día viendo series. Ante eso no se emite un juicio, pero se invita a reflexionar sobre las consecuencias que ello les traerá. Se les pide que elaboren un plan diario, a su gusto, visualizándose al término de un mes: han de contemplar ejercicio, trabajo escolar y esparcimiento. En un caso una alumna expresó tener pocas tareas, pero que aprovechará para investigar sobre temas que realmente le interesan; otra decidió inscribirse en un curso en línea de ilustración digital.
Al final se cierra la sesión pidiendo que piensen en algún beneficio que pueden obtener del momento que viven. Es un momento emotivo. Hablan de su familia, de su novio o novia, de su salud, fundamentalmente. Un par expresan agradecimiento por la llamada, lo cual no es relevante cuando uno siente que cumplió con lo que le corresponde.