La calabaza de castilla o simplemente calabacita trepa desde hace más de 10 mil años la superficie del suelo americano. De acuerdo con diferentes investigaciones etnobotánicas realizadas por científicos como Rafael Lira Saade, especialista en taxonomía, fitogeografía y etnobotánica de plantas mexicanas de la Universidad Nacional Autónoma de México, la calabaza, además de ser rica en nutrientes, forma parte fundamental del acervo alimentario y cultural del país, así como de todo el continente americano.
México es de los principales centros de diversidad de esta planta perteneciente al género curcubita, conformado por un total de 20 especies o subespecies, de las cuales sólo cuatro han sido domesticadas en el país; esto se determinó tras hallazgos de objetos y códices prehispánicos, donde la calabaza aparece simbolizada de diferentes maneras, así como evidencias morfológicas y moleculares.
Pese a su popularidad en América y diferentes países europeos y asiáticos, actualmente su producción y consumo se ha reducido a unas cuantas especies, a raíz de la explotación de cierto tipo de cultivos comerciales, siendo el zucchini–conocido también como calabacita italiana– la más popular en el mundo.
Sistema milpa
Juan Pedro Olvera, un agricultor queretano originario del municipio de San Juan del Río, detalla que decidió regresar al sistema agrícola tradicional de la milpa, caracterizado por el policultivo de maíz, frijol y calabaza; famosa “triada mesoamericana” que además de mantener fértil el suelo y reducir su erosión, permite conservar la diversidad natural.
“Consiste en una combinación de cultivos que se van ayudando unos con otros; se siembran maíz con frijol y calabaza, porque el frijol produce el abono que necesita el maíz, y a su vez el maíz le da la estructura para trepar y poder tener un buen desarrollo, y finalmente la calabaza conserva la humedad y cubre la mayor parte del área cultivable con su hoja grande”, explica y concluye que con este sistema no es necesario aplicar herbicidas ni agroquímicos.
A diferencia de otras plantas, su fruto, tallo y flores forman parte fundamental de la dieta nacional, incluyendo sus semillas, que tras asarse y ser aderezadas con sal reciben el nombre de “pepitas”.
Entre sus diferentes usos destaca la elaboración de sopas con otras verduras, atoles, dulces típicos y moles como el famoso “Pipián”.