Nuestra realidad se ha tornado acelerada y está cargada de estímulos de toda índole. Vivimos bombardeados por todo tipo de información la cual nos llega en diferentes formatos y sin ningún orden. Escuchar en este contexto se torna difícil.
Actualmente, las instituciones, organizaciones y empresas se han dado cuenta que la escucha efectiva es una prioridad, ya que es la forma de saber que está sucediendo con los empleados, los clientes y la competencia, y así generar estrategias puntuales. Con mayor razón, en este ruidoso contexto, escuchar a las personas se vuelve indispensable para saber qué está sucediendo con ellas.
Dentro del proceso de comunicación siempre se considera el hablar como los más importante, y el escuchar como un proceso pasivo, que simplemente ocurre, y que solo por “estar ahí” sucede; sin embargo, no es así. Escuchar resulta ser el elemento más importante en el proceso de comunicación, ya que es la forma de validar lo que el otro dice y requiere de concentración y empatía. Si no se escucha, el hablar no tiene sentido.
Quien habla lo hace porque quiere ser escuchado. Escuchar activamente implica interpretar, entender, gestionar y dar sentido a la información que se nos está haciendo llegar. Para lograrlo podemos poner en práctica lo siguiente.
Apagar el ruido interno. Estar ahí, no es suficiente. Es necesario dejar de pensar en los pendientes, las tareas, las obligaciones y concentrarnos en lo que el otro dice.
Abrir el corazón. Entender lo que el otro siente al hablar contigo, descubrir sus emociones y conectar.
Cuando escuches, evita ignorar lo que no te interesa, adivinar lo que la persona piensa o siente y juzgar lo que dice. Siempre escucha para entender, no para responder.
*Profesora de la Escuela de Humanidades y Educación, Tec Campus Querétaro.