Un nuevo pánico global recorre el mundo, el miedo a la robotización. Para otros la aparición del paraíso de la inteligencia artificial, ya no es un divertimento científico ni carne de guión para películas de ciencia ficción. Está aquí y se manifiesta en automóviles capaces de transitar sin conductor, diagnósticos médicos de relativa complejidad, operaciones quirúrgicas de complicación media, seguridad, reconocimiento de voz o tarea industriales no repetitivas que hasta solo unos años atrás estaban destinadas a personas. La broma del Deep Blue ganando a Kasparov se ha convertido ya en una amenaza real que se encargan de valorar, cuantificar y magnificar los expertos en perspectiva. Llegan así normas ni reglas; apenas algunos textos de ciencia ficción (I, Robot, de Asimov; las fábulas distopicas de Stanislaw Lem) y la certeza catastrofista de que la sociedad humana puede acabar dominada por los moriloks de la máquina del tiempo de Wells.
La inteligencia artificial promete dos escenarios verosímiles una mejora de la productividad en el sistema económico global, en el 50% y una destrucción masiva de puestos de trabajo que hipotéticamente serán compensados por la creación de otros nuevos. El balance final no obstante será negativo. A efectos sociales la robotización, un fenómeno real, opera como una de esas amenazas de las que siempre tiene que estar bien surtido el mercado ideológico; como el choque de civilizaciones o el fin de la historia. En primera instancia, la irrupción de la inteligencia artificial será equiparable a la aparición de la industrialización o de las telecomunicaciones: cambios tecnológicos que producen convulsiones de gran alcance en el mercado laboral-social de todo el mundo. Millones de trabajadores en sectores periclitados acaban desplazados o simplemente eliminados de la actividad laboral; pierden rentas o acaban en el paro. El cambio tecnológico, que ya está aquí, va afectar no solo a los trabajadores sin cualificar; sino también a muchos que tienen grados medios de cualificación. En consecuencia desde ya debería existir un plan global o de cada Estado que responda y aporte soluciones a los efectos de la robotización. Ese plan debería calcular el empleo afectado por la introducción de tecnologías de inteligencia artificial, en cuantía por sectores y con un calendario indicativo; a continuación tendría que exponer cuáles son las disposiciones legales necesarios también para las empresas privadas, para mitigar el impacto de la pérdida de puestos de trabajo, desde programas de de formación hasta inversiones complementarias y al mismo tiempo desarrollaría una regulación homogénea sobre los cambios legales pertinentes.