Cada 19 de octubre se conmemora la sensibilización y lucha contra el cáncer de mama, el décimo mes del año está dedicado para que las mujeres conozcan y se acerquen a valorar sus mamas, concientizar que el cáncer detectado a tiempo es curable y por ello son muchas las instituciones tanto públicas como privadas las que realizan diferentes actividades durante el también llamado “Mes Rosa”, color que simboliza esta lucha.
En estos días hemos conocido cuáles son las características, sintomatología y más de esta terrible enfermedad, pero también nos hemos encontrado con historias de mujeres que han sufrido cáncer de mama y con lágrimas y mucha fe, hoy pueden decir orgullosas: "¡soy una superviviente de cáncer, para la gloria de Dios”
Vero Mariaca, es una actriz queretana que padeció esta enfermedad y a través de su profesión ha logrado sacar todo el dolor y la angustia que el diagnóstico fatal la hizo vivir hace unos años.
Vero menciona que tras ser detectada con cáncer al igual que muchas mujeres lo primero que pensó fue en la muerte y cómo explicarles a sus hijos pequeñitos que su mamá se iba a morir, “fueron momentos muy duros, de rebelión, de pensar ¿por qué a mí?”, compartió en una íntima conversación antes de presentar su monólogo “Las bubis también hablaran”, presentado en agosto pasado para recaudar fondos para la asociación Mujeres Unidas Contra el Cáncer de Mama (MUCCAM) Querétaro, a la que pertenece y donde dice encontró la paz para seguir adelante.
Vero platica que el teatro la ha llevado a liberarse “es una catarsis que he vivido a través de la actuación donde hace tiempo escribí un monólogo titulado “La varilla del brasier”, ahí logré desprenderme de algunos episodios que dolían y bueno contar también la experiencia de que un cáncer detectado a tiempo es curable, la muestra es que estoy aquí”, mencionó Vero quien es gran promotora para que todas las mujeres se toquen y acudan a revisiones médicas periódicamente, pues por experiencia propia sabe que el cáncer detectado a tiempo tiene cura.
Liz Olivera tiene 40 años y es sobreviviente de cáncer, “cuando tenía 32 años, un día me comenzó a doler el seno, pero de verdad me dolía (…) me lo toqué pensando en un golpe, ni por mi mente cruzaba la palabra cáncer, pues para mí eso era enfermedad de mujeres mayores, yo sentía que estaba en mi plena juventud, además no me sentía ninguna bolita, nada que me hiciera siquiera sospechar que algo malo me estaba pasando. Fue mi mamá quien me llevó con el médico y tras una serie de estudios me dieron la “sentencia de muerte”, porque eso es lo que pasa cuando escuchas “usted tiene cáncer de mama” (…) ya no oí más en mi mente solo cruzaron los pensamientos más fatalistas que una persona puede tener”, mencionó mientras veía al horizonte como un episodio lejano, pero que marcaría para siempre su vida, esa misma marca que le dejó la mastectomía.
“No fue fácil tener que decidir que a mis 32 años, sin hijos, recién casada, me retirarán una parte de mi cuerpo que era mi feminidad, mi orgullo, (…) muchas pensarán que es una tontería, pero no, es algo que quieres, que valoras y te entran muchos miedos, principalmente que tu marido ya no te va a querer, que el deseo se irá pues nadie quiere tener por mujer a alguien murilado, de ese tamaño era mi autolaceración”.
Para Liz los siguientes meses no fueron fáciles, tenía que decidir su futuro y la rapidez con que comenzaría su proceso era vital para sobrevivir o ser una más de las estadísticas de millones de mujeres que mueren en el mundo a causa de esta terrible enfermedad. “(…) fíjate que poco valor nos damos muchas mujeres, asumí que mi marido me repudiaría, se iría con otra que estuviera completa. Con mucho miedo y poniendo palabras en la boca de él, le abrí mi corazón, su respuesta me dejó impactada, “prometí estar en las buenas y las malas, en la salud y la enfermedad, ¿qué esperas para salvar tu vida, que además la compartes conmigo, así que ya no es solo tuya, ¡lucha por los dos!”, recordó mientras las lágrimas rodaban su rostro.
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“Han pasado varios años desde ese episodio, logré ponerme un implante y hoy me siento más plena que nunca, estoy agradecida con Dios, con mi familia que nunca me abandonó y con mi marido por estar a la altura de las circunstancias y demostrarme que es un hombre de una pieza”.
Estás solo son dos historias de gran valor y amor por la vida, pero hay muchas más, algunas con finales felices, otras de guerreras que no lograron vencer la batalla, pero nunca se rindieron, a ellas y a todas, hoy les decimos que, no están solas y que honramos su vida, su esfuerzo por salir adelante, dejando un gran legado para todas nosotras. Desde Círculos de Diario de Querétaro les enviamos mucho amor y toda nuestra admiración.
