Un conocido medio estadounidense publicó recientemente un artículo en el que ofrecía alternativas a algunas ciudades en Europa invadidas por turistas. En lugar de ir a Santorini, proponía Tinos; en vez de ir a Amsterdam, sugería La Haya y Delft; cambiar Barcelona por Valencia o Lucca por Florencia.
Entre los comentarios al post de la noticia en redes sociales había personas de las ciudades que proponían visitar y de las que proponían evitar. “¿Sabes cuál es el mejor refugio para huir de la multitud? ¡No ser parte de una! El turismo está destruyendo ciudades enteras”, comentaba un usuario de Twitter.
Otros adjuntaban fotos de la visión de un gran crucero asomando a lo lejos entre edificios y otros daban la bienvenida a la propuesta y a los turistas. Porque los viajeros pueden suponer un gran beneficio para las ciudades, pero también pueden causar graves conflictos. Y esto se multiplica en las temporadas altas.
TURISTAS, EL 40% DE LOS RESIDENTES
La ciudad española e Barcelona es una de las más visitadas de Europa: recibe ocho millones de turistas cada año. Según un grupo de investigadores de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), en los últimos 15 años, la capital catalana ha duplicado la recepción de visitantes.
“Aunque el número de pernoctaciones no llega a tres noches, la ciudad tiene esta población flotante que representa cada mes el 40% de la población residente”, dicen los expertos de la Universidad en un comunicado.
Los viajeros llegan y se van, pero los locales deben vivir con las consecuencias diarias de la sobreexplotación del turismo.
En la Ciudad Condal y en Madrid, por ejemplo, la proliferación de alojamientos particulares y profesionales turísticos está dificultando todavía más el acceso a una vivienda para la gente que reside permanentemente en esas dos ciudades.
CRUCEROS QUE AMENAZAN CIUDADES
Venecia, en Italia, es otra de las ciudades que vivía del turismo y puede estar muriendo por la misma causa.
Caminar por las calles de esta singular urbe es casi una tarea imposible entre hordas de visitantes. Da igual si es en temporada alta, baja o carnaval, una de las épocas mágicas venecianas. Cada día, gigantescas naves de crucero escupen turistas a las callejuelas estrechas o a los canales, en los que los atascos de góndolas están al orden del día.
Los 55.000 vecinos que residen actualmente en la ciudad de la laguna llevan años protestando por lo que denominan una invasión turística que ha mermado su calidad de vida.
El medioambiente se ha visto perjudicado, el espacio público colapsado, los precios se dispararon y la situación ahuyenta a los residentes.
Los gobernantes de la ciudad llevan años intentando lidiar con el turismo y su impacto negativo, no solo en los venecianos, sino en la propia urbe, en su estructura. Los cruceros son el principal enemigo, por la cantidad de turistas que sueltan en la ciudad y por las embarcaciones en sí.
Hace dos años se trasladó un mensaje de que se iba a imponer mano dura con estos barcos que pesan casi 100.000 toneladas. Se anunció que variarían las rutas para minimizar su impacto, pero aún no se han puesto en marcha.
Según asociaciones defensoras de la ciudad, estos buques llevan años dañando las estructuras submarinas que sustentan los edificios de la capital de la región véneta y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Los responsables políticos buscan maneras de mantener los beneficios económicos que reporta el turismo, pero sin sacrificar el corazón, el alma y a los oriundos de las ciudades.
Algunas de las medidas que han tomado los diferentes lugares son tasas turísticas, cuotas máximas de visitantes e, incluso, cerrar temporalmente algunos destinos, como han establecido en la icónica playa de Maya Bay, en Tailandia. Todo para protegerla de los visitantes.
En un momento en el que hacer largas colas para sacarse una foto para subir después a Instagram se ha incrustado en las rutinas vacacionales de muchos, encontrar una fórmula para acabar con un turismo masivo y, en ocasiones, de postureo, parece difícil.
Los expertos coinciden en la necesidad de cambiar el modelo de turismo y apostar por la sostenibilidad, pero es importante que el viajero también adquiera esta conciencia.