Muchos alemanes suelen pasar las vacaciones de verano en el extranjero, en algún lugar bañado por el sol, pero este año, ante el miedo a una segunda ola de infecciones por coronavirus, prefieren las playas del Báltico o las montañas bávaras a su amada Mallorca.
En este puente de la Ascensión se respira un aire de vacaciones estivales en la localidad costera de Binz, en la isla de Rügen. Bajo un sol radiante pese a solo 17 grados, las familias juegan al balón en la arena y algunas parejas pasean comiendo un helado.
Como si el coronavirus y las semanas de confinamiento quedaran muy atrás en el tiempo. La gente no guarda la distancia social y, con la excepción del personal de los restaurantes o los vendedores de helados, casi nadie lleva puesta una mascarilla.
Desde el comienzo de la semana, la región de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, la menos afectada por la pandemia en el país, ha reabierto los hoteles, primero para los autóctonos. A partir del lunes, los turistas de toda Alemania podrán disfrutarlos.
Regina, una habitante local, se siente aliviada de volver a ver gente en el paseo marítimo bordeado de casas blancas, frente al Báltico. "Es agradable --dice-- nos hemos sentido muy solos últimamente en Binz", comenta la jubilada de 69 años.
"¡Me siento bien! ¡es liberador estar aquí de nuevo!", exclama Julia Holz, de 34 años, quien vino con su marido y sus dos hijos a visitar a la familia y disfrutar de la playa.
Sensación de seguridad
Aunque a la mitad de los alemanes les gusta pasar sus vacaciones de verano en Europa, con predilección por España, más de un tercio ya se quedaba en el país antes del nuevo coronavirus, según las estadísticas oficiales.
Se decantaban por Rügen y la costa báltica, y Baviera, con sus montañas y castillos románticos.
El fenómeno se ha acentuado este año, según el operador turístico de Múnich FTI Group. "Las reservas de turistas alemanes en su país están muy por delante", señala su director Ralph Schiller, quien destaca una "tendencia clara" al alza en las estancias de al menos una semana en comparación con el año pasado.
Esto se debe principalmente a la incertidumbre sobre cuándo se recuperará la libertad de viajar.
También hay muchas otras incógnitas, afirma a la AFP Norbert Kunz, presidente de la federación alemana de turismo: "¿cuáles serán las medidas de seguridad sobre el terreno? ¿Qué sucede si se produce una nueva ola de infección por coronavirus en el país de destino o en casa, y si provoca nuevas restricciones de viaje?"
En comparación con Francia o Italia, Alemania ha resistido bastante bien la crisis sanitaria y sus hospitales nunca han estado desbordados.
Aquí tenemos una "sensación de seguridad", resume la jubilada de Binz, que descarta ir al extranjero este año.
Bonificaciones
Aunque el país se prepara para levantar sus advertencias sobre los viajes turísticos para algunos países europeos a partir de mediados de junio, lo que permitirá pasar las vacaciones en el Mediterráneo, los políticos hacen hincapié en los riesgos.
"No hay que hacerse ilusiones, no habrá una rápida vuelta a la normalidad", advirtió el ministro de Relaciones Exteriores, Heiko Maas.
Después de traer a unos 240.000 compatriotas a casa en las últimas semanas, el gobierno advirtió que no habría una nueva y costosa repatriación de esta magnitud en caso de una segunda ola de coronavirus.
El jefe del gobierno de Baviera, Markus Söder, incluso ha propuesto un sistema de bonificaciones, como una deducción fiscal, para promover las vacaciones en Alemania, especialmente para las familias menos adineradas.
Pero hay un problema: "la capacidad de acoger a los turistas", subraya Aage Dünhaupt, portavoz del operador turístico TUI, refiriéndose a diferentes regulaciones dependiendo de la región. En Mecklemburgo-Pomerania Occidental, los hoteleros sólo pueden utilizar el 60% de su capacidad, mientras que en otras regiones no hay límite.
"Esperamos que esta restricción se levante pronto, tal vez ya la próxima semana", declaró Oliver Gut, director regional de una cadena hotelera en Binz.
Además, "la situación sigue siendo muy tensa" a nivel financiero, explica Kunz, de la federación de turismo, que cifra en 35.000 millones de euros el déficit de ingresos del sector entre marzo y mayo y aboga por un respaldo público con ayudas e inversiones inmediatas.