Maiden Lane es un callejón peatonal de la ciudad de San Francisco ubicado a unos pasos del icónico Union Square. Este pasaje, que sirve de liga entre las calles de Kearny y Stockton, formaba parte de la zona roja de la ciudad durante los primeros años del siglo pasado pero gracias a la iniciativa de los mercaderes del rumbo se logró cambiar ese estatus. A propósito de eso, la periodista y urbanista Jane Jacobs escribió estas líneas en 1958 para la revista Fortune:
«Comenzando con nada más notable que las partes traseras sucias y descuidadas de los grandes almacenes y los edificios anodinos, un grupo de comerciantes convirtió este callejón en una de las mejores calles comerciales de Estados Unidos. Maiden Lane tiene árboles a lo largo de sus aceras, bancos de madera roja para invitar al turista o comprador a quedarse, aceras de pavimento de colores y sombrillas en ellas para cuando el sol calienta. Todos los comerciantes hacen las cosas de manera diferente: algunos ponen mesas con sus productos, otros los cuelgan en las ventanas y cultivan enredaderas. Todos los edificios, antiguos y nuevos, parecen individuales; el más famoso es una extensión de ladrillo color canela con una puerta curva, del arquitecto Frank Lloyd Wright. El bienestar del peatón es supremo: durante el apuro del día, él tiene la calle. Maiden Lane es un oasis con un sentido irresistible de intimidad, alegría y espontaneidad. Es uno de los imanes más poderosos del centro de San Francisco.»*
Hoy en día, Maiden Lane es una callecita poblada por boutiques chic y galerías de arte. Y ahí, tal como dice Jacobs, se encuentra la única obra en San Francisco del arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright considerado uno de los más grandes e influyentes de la historia de la arquitectura contemporánea.
Reconocerla no será difícil. En el número 140, una fachada plana de ladrillo rojo perforada por un arco de marco radial sobresale del resto de las construcciones del callejón. La inconfundible mano del maestro se deja ver tanto en los remates y detalles, como en el diseño de la herrería negra de la puerta de acceso. Lo ideal sería ir en horas hábiles para encontrar abierta la tienda que ahora se encuentra ahí y tener oportunidad de conocer el interior. Los empleados del lugar, acostumbrados a este tipo de visitas, con gusto los dejarán entrar.
El interior de formas curvas y motivos orgánicos contrasta con la sobriedad y austeridad de las líneas rectas del exterior. Al entrar, lo primero que roba nuestra atención es la rampa central en forma de espiral que conduce a la planta alta (se dice que esta rampa sirvió de modelo para aquella que proyectó años más tarde en uno de sus edificios más emblemáticos: el Museo Guggenheim de Nueva York). Y mientras nuestros ojos siguen el desarrollo ascendente de la pendiente, nos toparemos con un plafón magnífico formado por ciento veinte domos de acrílico y herrajes en latón (material que también veremos en el pasamanos de la rampa), el original creado por el arquitecto en 1948, año en el que realizó este proyecto.
Wright solía involucrarse en el diseño integral de sus obras: muebles, herrajes, ventanería, carpintería y demás elementos eran esbozados y propuestos por su despacho a fin de lograr una congruencia estética y permear su concepto arquitectónico hasta el mínimo detalle posible. Esta obra no fue la excepción. En el caso del mobiliario, el diseño estuvo a cargo de uno de sus aprendices, Manuel Sandoval, quien concibió mesas, sillas, bancas y algunos elementos decorativos en nogal negro con detalles en latón. Todo eso se encuentra intacto al día de hoy.
Para los amantes de la arquitectura, la visita a este lugar es imperdible, casi imperativa. Y para los demás, es un pretexto para descubrir una de las joyas mejor guardadas de San Francisco que difícilmente aparecerá en las guías de viaje. Les aseguro que no los defraudará.
* Tomado de Wikipedia https://en.wikipedia.org/wiki/Maiden_Lane_(San_Francisco)
con traducción libre de Sandra Hernández.
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