Vitaflumen - Cuitzeo

Por: Sandra Hernández

  · sábado 11 de agosto de 2018

Foto: Sandra Hernández

Cuitzeo es un poblado encantador de calles pulcras y apacibles que se localiza a la orilla del lago del mismo nombre, unos treinta kilómetros antes de llegar a Morelia. Su nombre proviene del tarasco y significa “lugar de tinajas de agua”.

Durante la época prehispánica fue uno de los asentamientos purépechas que se establecieron a la orilla del lago (de esa época, queda la zona arqueológica de Tres Cerritos, a unos cuatro kilómetros del centro) y, con el dominio español, en 1528, se convirtió en uno de los territorios otorgados en encomienda a Gonzalo López. Unos años más tarde, la orden de San Agustín llega a ese lugar y en 1550 se inicia la fundación de Cuitzeo con la construcción del convento de Santa María Magdalena, el cual fue concluido en los primeros años del siglo XVII.

Al entrar por la avenida principal del poblado podemos ver, al fondo, el campanario del convento agustino. Esta edificación de estilo plateresco es una fortaleza impresionante de cantera conformada por un atrio, un templo y el edificio conventual de dos niveles y claustro cuadrangular. Una extensa explanada de piso de cantera y guijarro antecede la entrada al atrio que se encuentra delimitado por una barda de piedra con remate de arcos invertidos. Sus jardines y bancas son una invitación a detenerse y contemplar antes de continuar.

Una visita al interior es parada imperdible: no los defraudará. Al transitar por sus corredores de bóveda de cañón se descubren una serie de murales donde se representa la Pasión de Cristo y algunos pasajes de la vida de la virgen María. En la sala capitular, los murales muestran imágenes de la Última Cena, así como de San Agustín y Santa Mónica. Además, encontraremos en el refectorio el Museo de la Estampa que alberga una exposición permanente de piezas arqueológicas de la cultura purépecha, objetos suntuarios del arte virreinal y una importante colección de grabados.

Tanto las salas de uso común ubicadas en la planta baja, como los pasillos cuasi secretos de la planta alta que llevan al ala de celdas o dormitorios, se encuentran conservados de manera impecable. Somos pocos los visitantes ese día, y el recorrido se lleva a cabo bajo un silencio inusual donde solo se cuelan por las ventanas los sonidos y ecos del exterior.

El lago de Cuitzeo, por su parte, es otro de los atractivos indiscutibles del lugar. Siempre me ha impresionado el efecto que produce circular por la carretera que lo atraviesa y el espectáculo que brinda. Aunque se trata de un depósito de agua de poca profundidad, la flora y fauna que lo habitan le dan unas personalidad especial que muta según la época del año. En tiempo de lluvia, el agua está al tope y podemos ver a primeras horas de la mañana decenas de piraguas que flotan con sus redes de pesca en busca de los famosos charales, tan típicos de esa región. Esa misma escena en invierno es impresionante: sucede envuelta en neblina espesa que difícilmente se logra disipar y con la visita de patos y golondrinas que emigran de Canadá en busca de temperaturas más amigables para la temporada de frío.

Desde Querétaro, llegar a Cuitzeo toma un poco menos de dos horas. Vale la pena planear una escapada para conocerlo y dejarse impresionar por este pequeño pueblo afable y cautivador. Estoy segura de que, como yo, quedarán con ganas de regresar.


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