Vitaflumen | Domingo en Rishikesh

La ciudad y sus caminos están concurridos desde el amanecer

Sandra Hernández | Colaboradora Diario de Querétaro

  · jueves 6 de febrero de 2020

Fotos: Cortesía | Sandra Hernández

Es domingo, Ravivāra, también es mi último día en Rishikesh. Dejé temprano mi habitación en el barrio de Tapovan. El tendero de la esquina sonríe con la dentadura roja por el betel mientras hace gestos de complacencia al verme juguetear con sus perros. Más adelante, sobre Badrinath Rd, los chicos del rafting preparan el auto para una nueva excursión. Me invitan a acompañarlos, cortesía de la casa, dicen que queda un lugar. La oferta es tentadora, pero me niego. Nos despedimos con promesas de volver a vernos pronto.

Fotos: Cortesía | Sandra Hernández

Desciendo por el camino a Lakshman Jhula, uno de los dos puentes colgantes de Rishikesh que se mecen sobre el Ganges. Los vendedores que acosaban durante los primeros días para venderme collares, malas o incienso, no lo hacen más. Se han acostumbrado a mis periódicos ires y venires. Desconocidos de caras conocidas, ahora nos saludamos con camaradería vecinal. La señora del puesto de mangos, siempre vestida con el mismo sari morado, levanta el brazo desde que me ve doblar la esquina y, cuando atrapa mi atención, junta las palmas de las manos a la altura del rostro e inclina la cabeza hacia adelante una y otra vez hasta que nos perdemos de vista. Namasté, namasté. Sí, después de estas semanas, he llegado a convertirme en una moradora más.

Fotos: Cortesía | Sandra Hernández

Es domingo, Ravivāra, día del Sol. Por la calle, muchedumbre. La ciudad y sus caminos están concurridos desde el amanecer. Al llegar al puente de Lakshman Jhula intento abrirme paso, pero es difícil avanzar. Los turistas se detienen tomar fotos de las vistas del río, los lugareños se detienen a tomar fotos de los turistas que toman fotos. Finalmente logro cruzar, casi en vilo, transportada por la turba. Tomo el sendero a Ram Jhula, el otro puente, el mismo que conduce a la zona de templos y ashrams, mi destino final.

Fotos: Cortesía | Sandra Hernández

La ceremonia dominical comienza en el momento justo en el que las aguas del río se pintan de tonos cobrizos. Los rezos de los templos invaden la ribera y erizan la piel hasta del más indiferente. Nos purificamos con música, fuego y con las sagradas aguas de la madre Ganga, esa Ganga que fluye de la corona de cabellos enmarañados de su amante de Shiva, a quien ofrecemos flores y nuestro cantar.

Fotos: Cortesía | Sandra Hernández

De noche vuelvo al barrio de Tapovan. Ya en mi habitación, preparo mi equipaje antes de cenar con Amit, mi gurú, mi maestro. Todo está listo, yo estoy lista. Hoy domingo, Ravivāra, digo adiós a Rishikesh.

Fotos: Cortesía | Sandra Hernández

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Fotos: Cortesía | Sandra Hernández

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