Lo primero que vino a mi mente cuando llegué al Observatorio Griffith, en Los Ángeles, fue aquella escena de pelea a cuchillo entre Jim Stark (James Dean) y Buzz Anderson (Corey Allen) en la película Rebelde sin Causa. Ahí mismo, en ese mirador, con la panorámica de la ciudad al fondo, se consolidaba una leyenda y se gestaba un clásico del cine bajo la batuta de Nicholas Ray. Cómo olvidarla.
La película fue rodada en 1955 y, para ese entonces, el edificio del observatorio ya era uno de los lugares emblemáticos de Los Ángeles que se imponía desde lo alto como un hito indispensable en el horizonte metropolitano, compartiendo el protagonismo con el letrero de Hollywood que se encuentra a un costado, en esas mismas colinas.
El Observatorio Griffith está ubicado en las laderas del barrio de Los Feliz, dentro del parque que lleva el mismo nombre en honor a Griffith J. Griffith, un magnate galés que en 1896 regaló a la ciudad un terreno de doce kilómetros cuadrados en agradecimiento a la tierra donde había prosperado (Griffith inmigró a Estados Unidos en 1865 y ahí amasó una buena fortuna en la industria minera). Posteriormente, al fallecer, este filántropo dejó estipulado en su testamento la donación de fondos para la construcción de un observatorio, una sala de exposiciones y un planetario en ese mismo terreno junto con las instrucciones y bosquejos para la ejecución de los mismos. Así se gestó este lugar.
El proyecto del observatorio fue realizado por los arquitectos John C. Austin y Frederick M. Ashley y el lugar abrió sus puertas en mayo de 1935. En ese momento era el tercer observatorio del país pero en poco tiempo se convirtió en el más popular y querido. El objetivo estipulado en las notas de Griffith de lograr que la astronomía fuera accesible para todo público, lejos de la idea de que este tipo de lugares debería ubicarse en zonas remotas y restringirse solamente a la comunidad científica, se había cumplido. Hoy por hoy, es el observatorio más frecuentado del mundo con un récord de ochenta y un millones de visitantes desde su apertura gracias a la visión de su benefactor y también, debe decirse, gracias a Hollywood y a su industria cinematográfica que se ha encargado de inmortalizarlo y convertirlo en una referencia irrefutable de la meca del cine estadounidense.
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