/ sábado 23 de junio de 2018

Vitaflumen - Estación Cuatro

En mi experiencia como extranjera en Canadá, me atrevo a decir que son dos los temas medulares que definen el concepto de “patria” entre los habitantes de esta provincia canadiense llamada Quebec: el primero es su lengua, el francés, la cual cuidan y defienden con una devoción admirable y conmovedora, y el segundo es el invierno.

Los quebequenses alardean del invierno como esos padres que se jactan del hijo rebelde y caprichoso que los hace batallar: «No tendremos terremotos ni huracanes, pero tenemos el invierno», me ha dicho más de uno con presunción. Y tienen razón. En estas latitudes, el invierno es el protagonista indiscutible de las cuatro estaciones. Los primeros copos de nieve comienzan a caer a principios de noviembre y los paisajes blancos suelen durar hasta mayo. Las matemáticas no mienten: vivimos casi seis meses bajo cero, cubiertos de nieve, con temperaturas promedio de -18ºC (que pueden descender, sin que nadie se sorprenda, hasta los -40ºC).

La vida de este lugar gira en torno a la estación número cuatro. Poco importa la época del año en la que nos encontremos, el invierno siempre está presente en nuestras pláticas y labores cotidianas. Porque si bien esta fase ocupa casi la mitad del calendario, los meses que restan son para reparar los daños invernales o para hacer las labores preventivas del invierno a venir. La agenda escolar, la ejecución de las obras públicas, la temporada de construcción y muchas otras cosas, están planeadas en consecuencia del clima.

Entre noviembre y abril nuestra cotidianidad está llena de sutilezas fascinantes. Existen al menos unos cinco tipos de palas diferentes para quitar la nieve que se acumula en la entrada de nuestras casas: la pala para nieve nueva y ligera, para la nieve vieja y pesada, para la que ya se hizo hielo o para aquella que es como polvo fino y que aquí le llaman poudrerie. El simple hecho de tratar de quitar la nieve con la pala incorrecta fue motivo suficiente para que un vecino, quien no me había dirigido la palabra en el tiempo que llevábamos habitando en la misma calle, se acercara a darme toda una cátedra y sugerirme que comprara otro tipo de pala porque así nunca iba a terminar. Y éste es solo un ejemplo al azar de otros que podría mencionar.

Ver a los niños quebequenses caminar y jugar con esos trajes de invierno —en ocasiones más pesados y voluminosos que ellos— me hace pensar que esta gente desarrolla habilidades especiales desde la más tierna edad. Caminar y esquiar son dos cosas que se aprenden simultáneamente y es asombrosa la manera en la que una madre puede andar por las banquetas resbalosas (en ocasiones empinadas) con una carriola en una mano y un niño y un perro en la otra.

Para romper el hielo con los quebequenses, basta hablar del invierno. Porque para ellos, es hablar de una historia de amor. La canción Mon pays (Mi país) de Gilles Vigneault (Natashquan, 1928) se convirtió en el himno no oficial de Quebec en 1964, gracias a su líneas llenas de metáforas que ilustran la soledad de los espacios abiertos y el aislamiento que se vive durante el periodo invernal en esas latitudes, y que evocan un ideal de solidaridad y fraternidad. Su frase inicial: «Mi país no es un país, es el invierno», lo dice todo. Aquí la letra completa (me aventuré a hacer mi propia versión al español, espero no haber traicionado a la original en francés):


Mi país no es un país, es el invierno

Mi jardín no es un jardín, es la llanura

Mi camino no es un camino, es la nieve

Mi país no es un país, es el invierno


En la ceremonia blanca

Donde sopla el viento

En este país de ventisca

Mi padre erigió su casa

Y yo seré fiel

A su forma, a su modelo

La habitación de invitados será tal

Que vendrán de otras estaciones

Para instalarse al lado de ella


Mi país no es un país, es el invierno

Mi estribillo no es un estribillo, es una ráfaga

Mi casa no es mi casa, es el frío

Mi país no es un país, es el invierno


De mi gran país solitario

Yo grito antes de callarme

A todos los hombres de la tierra

“Mi casa es vuestra casa”

Entre mis cuatro muros de hielo

Consagro mi tiempo y espacio

A preparar el fuego, el cobijo

Para los humanos de otros horizontes

Porque ellos son mi misma raza


Mi país no es un país, es el invierno

Mi jardín no es un jardín, es la llanura

Mi camino no es un camino, es la nieve

Mi país no es un país, es el invierno


Mi país no es un país, es lo opuesto

De un país que no era ni país ni patria

Mi canción no es una canción, es mi vida

Es por ti que quiero poseer mis inviernos



contacto@vitaflumen.com

instagram: @Vita_Flumen

Facebook: @VitaFlumen1

www.vitaflumen.com


En mi experiencia como extranjera en Canadá, me atrevo a decir que son dos los temas medulares que definen el concepto de “patria” entre los habitantes de esta provincia canadiense llamada Quebec: el primero es su lengua, el francés, la cual cuidan y defienden con una devoción admirable y conmovedora, y el segundo es el invierno.

Los quebequenses alardean del invierno como esos padres que se jactan del hijo rebelde y caprichoso que los hace batallar: «No tendremos terremotos ni huracanes, pero tenemos el invierno», me ha dicho más de uno con presunción. Y tienen razón. En estas latitudes, el invierno es el protagonista indiscutible de las cuatro estaciones. Los primeros copos de nieve comienzan a caer a principios de noviembre y los paisajes blancos suelen durar hasta mayo. Las matemáticas no mienten: vivimos casi seis meses bajo cero, cubiertos de nieve, con temperaturas promedio de -18ºC (que pueden descender, sin que nadie se sorprenda, hasta los -40ºC).

La vida de este lugar gira en torno a la estación número cuatro. Poco importa la época del año en la que nos encontremos, el invierno siempre está presente en nuestras pláticas y labores cotidianas. Porque si bien esta fase ocupa casi la mitad del calendario, los meses que restan son para reparar los daños invernales o para hacer las labores preventivas del invierno a venir. La agenda escolar, la ejecución de las obras públicas, la temporada de construcción y muchas otras cosas, están planeadas en consecuencia del clima.

Entre noviembre y abril nuestra cotidianidad está llena de sutilezas fascinantes. Existen al menos unos cinco tipos de palas diferentes para quitar la nieve que se acumula en la entrada de nuestras casas: la pala para nieve nueva y ligera, para la nieve vieja y pesada, para la que ya se hizo hielo o para aquella que es como polvo fino y que aquí le llaman poudrerie. El simple hecho de tratar de quitar la nieve con la pala incorrecta fue motivo suficiente para que un vecino, quien no me había dirigido la palabra en el tiempo que llevábamos habitando en la misma calle, se acercara a darme toda una cátedra y sugerirme que comprara otro tipo de pala porque así nunca iba a terminar. Y éste es solo un ejemplo al azar de otros que podría mencionar.

Ver a los niños quebequenses caminar y jugar con esos trajes de invierno —en ocasiones más pesados y voluminosos que ellos— me hace pensar que esta gente desarrolla habilidades especiales desde la más tierna edad. Caminar y esquiar son dos cosas que se aprenden simultáneamente y es asombrosa la manera en la que una madre puede andar por las banquetas resbalosas (en ocasiones empinadas) con una carriola en una mano y un niño y un perro en la otra.

Para romper el hielo con los quebequenses, basta hablar del invierno. Porque para ellos, es hablar de una historia de amor. La canción Mon pays (Mi país) de Gilles Vigneault (Natashquan, 1928) se convirtió en el himno no oficial de Quebec en 1964, gracias a su líneas llenas de metáforas que ilustran la soledad de los espacios abiertos y el aislamiento que se vive durante el periodo invernal en esas latitudes, y que evocan un ideal de solidaridad y fraternidad. Su frase inicial: «Mi país no es un país, es el invierno», lo dice todo. Aquí la letra completa (me aventuré a hacer mi propia versión al español, espero no haber traicionado a la original en francés):


Mi país no es un país, es el invierno

Mi jardín no es un jardín, es la llanura

Mi camino no es un camino, es la nieve

Mi país no es un país, es el invierno


En la ceremonia blanca

Donde sopla el viento

En este país de ventisca

Mi padre erigió su casa

Y yo seré fiel

A su forma, a su modelo

La habitación de invitados será tal

Que vendrán de otras estaciones

Para instalarse al lado de ella


Mi país no es un país, es el invierno

Mi estribillo no es un estribillo, es una ráfaga

Mi casa no es mi casa, es el frío

Mi país no es un país, es el invierno


De mi gran país solitario

Yo grito antes de callarme

A todos los hombres de la tierra

“Mi casa es vuestra casa”

Entre mis cuatro muros de hielo

Consagro mi tiempo y espacio

A preparar el fuego, el cobijo

Para los humanos de otros horizontes

Porque ellos son mi misma raza


Mi país no es un país, es el invierno

Mi jardín no es un jardín, es la llanura

Mi camino no es un camino, es la nieve

Mi país no es un país, es el invierno


Mi país no es un país, es lo opuesto

De un país que no era ni país ni patria

Mi canción no es una canción, es mi vida

Es por ti que quiero poseer mis inviernos



contacto@vitaflumen.com

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Facebook: @VitaFlumen1

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