Situado en el corazón del Valle Sagrado, Ollantaytambo es el punto de partida del célebre Camino Inca, también llamado Red caminera del Tahuantinsuyo, que culmina en Machu Picchu.
De todos los pueblos incas ubicados en ese valle este es el único que conserva su configuración urbana original y también el único que continúa habitado, lo que da como resultado un lugar con características muy particulares donde el sitio arqueológico se funde con la retícula de la ciudad. Caminar por sus calles es como un viaje por el tiempo hacia el pasado y se sorprenderán al ver que muchos de los canales que fueron construidos durante el imperio incaico siguen en uso.
La vista desde la plaza central del pueblo nos permite percibir la grandeza y jerarquía que tuvo este complejo que fungió como centro militar, religioso y agrícola. Desde ahí se puede apreciar la Real Casa del Sol, un conjunto de terrazas escalonadas adosadas a la montaña, hechas de rocas de enorme escala trabajadas de manera impecable.
Pero eso es apenas una probadita. Al subir por estas plataformas tanto el valle como la ciudad de callejuelas rectas y estrechas se irán desvelando y, una vez en la cima, tendremos ante nosotros la imponente belleza del lugar. Frente a nosotros, en primer plano, estará el Cerro Pinkuylluna con sus “colcas” o antiguos depósitos de provisiones del pueblo inca y más allá las líneas del paisaje andino que suben y bajan hasta perderse en el horizonte.
El sitio arqueológico se compone, además de la Real Casa del Sol, de otras construcciones como la Plaza Mañay Raqay (o K’uychipunku), el Templo del Sol, el Baño de la Ñusta y el fuerte Choqana. La visita nos permitirá conocerlos todos a pie, mas exige un poco de paciencia con los escalones y la altura de casi tres mil metros sobre el nivel del mar. El esfuerzo valdrá la pena y una merecida recompensa en alguno de los restaurantes de la ciudad que ofrecen comida peruana de primera.
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