Mi juguete favorito de niña era un león enorme que llegó envuelto en papel de colores el día de mi cumpleaños número siete. No era un león cualquiera. Solamente la cabeza tenía el tamaño del resto de su cuerpo. Además, portaba con cierta bravura una abundante y despeinada melena negra que era sin duda lo que más me gustaba de su exuberante personalidad.
En esas fechas coleccionaba los tomos de una serie de libros intitulada Mi Primera Enciclopedia. Cada ejemplar venía acompañado de un acetato de música clásica dedicado a alguno de sus grandes compositores. En la funda del disco aparecía una fotografía y una breve biografía de la celebridad en cuestión. Beethoven, Liszt, Chopin, Bach: qué señores más solemnes con historias fascinantes iba descubriendo semana a semana. Qué gestos, qué garbo, qué cabelleras. Fue gracias a este hallazgo, a esta afortunada coincidencia, que pude encontrar de inmediato el nombre adecuado para mi recién llegado felino: con esa melena y esa gallardía sólo podía llamarse Schubert.
Esta mañana, mientras la orquesta concluía su presentación con La muerte y la doncella de Franz Schubert, no pude evitar el recuerdo de mi silente y fiel camarada de infancia —mi Schubert— y su formidable mata negra.
Así opera la memoria y sus extrañas conexiones: hoy, en los corredores de la sala de conciertos, mi niña interior salió a jugar.
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Acompaño este texto con fotografías de la sala de conciertos Walt Disney Concert Hall, diseñado por la firma Gehry Partners LLP, liderada por el arquitecto ganador del Pritzker (uno de los galardones más importantes en arquitectura) en el año 1989: Frank Gehry. Este edificio, ubicado en el corazón de la ciudad de Los Ángeles, en Estados Unidos, fue construido entre 1999 y 2003.
El proyecto de esta sala incluyó el diseño de un imponente órgano que se encuentra en el centro de la misma y también estuvo bajo la batuta de Gehry. Para este encargo particular, el arquitecto estuvo asesorado por uno de los expertos en la materia, Manuel Rosales. Su construcción estuvo a cargo de la compañía alemana Caspar Glatter-Götz.
Actualmente, este recinto es la casa de la Filarmónica de Los Ángeles (Los Angeles Philharmonic) dirigida por el carismático maestro venezolano Gustavo Dudamel.
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Texto y fotografías de Sandra Hernández, arquitecta y fotógrafa. Su pasión por el tema urbano y su acontecer cotidiano le ha llevado a explorar el mundo desde estas dos disciplinas cuya práctica está estrechamente ligada: una complementa a la otra.
Cuando no está de viaje trabajando en algún proyecto, divide su tiempo entre las ciudades de Quebec, Canadá y Querétaro, México.
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