Koyasan es una pequeña ciudad nipona que se encuentra en las montañas de la prefectura de Wakayama, muy cerca de Osaka. En el año 2004 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ya que constituye, junto con los sitios de Kumano Sanzan y Yoshino y Omine, una red de tres lugares sagrados de las montañas Kii conectados por alrededor de trescientos kilómetros de rutas de peregrinación en armonía con el bosque y la naturaleza que las acoge.
Para llegar a este encantador lugar hay que tomar un tren desde la estación Namba, en Osaka, y dirigirse hacia Gokurakubashi, un poblado en la base del Monte Koya. De ahí, un funicular nos llevará a la parte alta donde esperarán unos autobuses que nos trasladarán a la plaza central de nuestro destino. Después de haber pasado unos días en la vertiginosa y extravagante Osaka, llegar a este lugar que parece haberse congelado en el tiempo es una especie de retiro, un remanso de calma y de paz lejos del estrés de la gran metrópoli.
Desde su fundación en el año 816 por el venerado monje Kokai (mejor conocido por su nombre póstumo, Kobo Daishi), Koyasan ha sido un centro monástico de gran actividad y es considerado uno de los principales lugares sacros del país del sol naciente. Es el centro medular del budismo shingon (que significa “escuela de la palabra verdadera”) donde se aloja el templo principal de esta secta: el templo Kongobu-ji. Además, esta pequeña ciudad alberga unos ciento diecisiete edificios impresionantes que esconden, a su vez, los vestigios de aproximadamente dos mil templos que existieron en la era Edo (1603-1868).
Por si fuera poco, aquí se encuentra el famoso cementerio de Okuno-in, el más grande de Japón. Esta necrópolis es la zona más sagrada de Koyasan donde se encuentran alrededor de 200,000 tumbas y monumentos conmemorativos a lo largo de un sendero de dos kilómetros que conduce al mausoleo de Kobo Daishi. Se trata de un lugar impresionante al que recomiendo hacer dos visitas: una de día, para apreciar con detalle la dimensión y belleza del lugar, y otra de noche, para un paseo contemplativo bajo la luz tenue de las linternillas que alumbran los nichos y sepulcros. En ambos casos, la vivencia mística está garantizada: se dice que el maestro Kobo Daishi no esta muerto sino que yace en eterna meditación acompañado por los demás moradores del cementerio.
Entre las actividades imperdibles en Koyasan está alojarse en uno de los cincuenta y dos templos que permiten disfrutar de la experiencia shukubo (literalmente, en japonés, significa “alojarse en un monasterio”), donde se puede probar el estilo de vida de los monasterios shingon
y disfrutar de su típica cocina vegetariana (shojin ryori). Esta experiencia es en verdad inolvidable. En primer lugar, por la belleza de estos templos y de sus tradicionales habitaciones japonesas con puertas corredizas (fusuma), donde se duerme en futones colocados sobre el piso de tatami. Y, en segundo, por brindarnos la oportunidad de acompañar a los monjes del lugar en la meditación y ceremonia del fuego que se realiza cada tarde, así como en la meditación de la mañana, antes de que salga el sol.
Todo lo que pueda agregar acerca de la belleza y el encanto de este místico lugar se quedará corto ante la profunda marca que ha dejado en mí. El recuerdo de los monjes, sus cánticos y ceremonias, la visión de aquel imponente cementerio rebosante de historia y la imagen de ese pueblo calmo y sus templos monumentales quedarán grabadas entre mis memorias más entrañables.
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