Hace algunos años, cuando recién salía de la universidad, me fui a vivir a Malinalco. En ese entonces yo acababa de ver la película Historia de Lisboa (estrenada unos cuatro o cinco años antes, pero bueno, eran otros tiempos donde el buen cine tardaba mucho en llegar a nuestro país) de uno de mis cineastas predilectos: Wim Wenders. Gracias a esta película descubrí la música soberbia del grupo portugués Madredeus por lo que en esa época los escuchaba con avidez y de manera casi obsesiva me dedicaba a conseguir su discografía por aquí y por allá. Madredeus fue, pues, mi compañía musical durante mi primera emigración como adulta, mi vuelo del nido.
Los libros de historia dicen que Malinalco se remonta a épocas prehispánicas y que fue ocupado por las culturas teotihuacana, tolteca, matlazintla y azteca. Allí se encuentra el Cuauhcalli (o Casa de las águilas y los tigres), uno de los pocos edificios monolíticos del mundo, el único en América, donde se iniciaban los caballeros águila como guerreros aztecas. Estos caballeros, después de subir 13 niveles y 354 escalones, llegaban a las puertas del Mictlan o inframundo y, tras entrar y realizar toda una serie de ceremonias y rituales, regresaban al mundo de los vivos convertidos en los legendarios guerreros de los ejércitos aztecas.
Me gusta pensar que ya me esperaban ahí. Empaqué veintiún años en una maleta e hice de Malinalco mi hogar. Llegué como quien regresa a casa después de una larga ausencia y es ahí, en ese pueblo de brujos y chamanes, a las faldas del Cerro de los Ídolos, donde se gestó el primer capítulo de mi vida adulta. Subí 13 niveles y 354 escalones y entré por las puertas del Mictlan para después volver al mundo de los vivos a librar mis propias batallas.
Malinalco me regaló el gusto por las largas caminatas: mis inicios como flâneuse*. Me regaló también muchas tardes de fotografía, libros y escritura que me hicieron descubrir que sin eso no podía vivir. Ahí me fue revelado el placer de mi propia compañía y las diferentes caras de la soledad. Sin darme cuenta se gestaba lo que después llamaría “el parteaguas de mi vida”.
Después vinieron otros sitios, otras emigaciones. Hoy por hoy, la voz de Teresa Salgueiro, vocalista de Madredeus, me transporta irremediablemente a Malinalco, uno de mis rincones favoritos y lugar al que va mi mente cuando busca refugio, como niño tras la falda de su madre.
* Flâneuse: Femenino del vocablo francés flâneur que designa al paseante callejero que vaga por las calles, callejear sin rumbo, sin objetivo, abierto a todas las vicisitudes y las impresiones que le salen al paso.
———————————-
Texto y fotografías de Sandra Hernández, arquitecta y fotógrafa. Su pasión por el tema urbano y su acontecer cotidiano le ha llevado a explorar el mundo desde estas dos disciplinas cuya práctica está estrechamente ligada: una complementa a la otra.
Cuando no está de viaje trabajando en algún proyecto, divide su tiempo entre las ciudades de Quebec, Canadá y Querétaro, México.
www.vitaflumen.com
Instagram: @Vita_Flumen / Facebook: @VitaFlumen1