Vitaflumen: Tagore y el Taj Mahal

Desde la puerta principal se pueden apreciar su simetría y proporciones perfectas. Sin embargo, es al acercarnos cuando nos damos cuenta de la magnitud de esta obra maestra

Por Sandra Hernández

  · sábado 15 de diciembre de 2018

Foto: Sandra Hernández

« Usted sabía, emperador Shah Jahan,

que la corriente del tiempo lava

la vida, la juventud, las riquezas.

Sólo el dolor de tu corazón,

habías esperado

que permaneciera

Inmortal.


El trueno áspero del poder imperial

se desvanecerá en el crepúsculo.

Dejadlo.


Solo permite que un suspiro profundo

llene el corazón del vasto cielo

con anhelo

—este fue tu deseo—.


Deja que todo el brillo de las esmeraldas,

perlas, rubíes y diamantes

desaparezca como un arco iris que se desvanece.

Mas concede que esta solitaria lágrima perla

permanezca

brillante

en la mejilla del tiempo:

este blanco, espléndido, Taj Mahal. »*

Del Taj Mahal se han escrito muchas cosas, pero yo me quedo con este poema intitulado Shah Jahan del gran filósofo y poeta bengalí Rabidranath Tagore (quien además fue el primer escritor no europeo en recibir el Premio Nobel de literatura en 1913). El maestro ha plasmado de manera excelsa la historia de amor que rodea esta maravilla arquitectónica y el sentir del emperador Shah Jahan por la pérdida de su esposa más amada.

Es difícil hablar del Taj sin caer en lugares comunes. Yo solo puedo decir que pocos sitios me han impresionado tanto como este. El mausoleo blanco, construido entre 1631 y 1648, se erige de manera soberbia en la ribera del río Yamuna. El complejo abarca unas diecisiete hectáreas y desde la puerta principal se pueden apreciar su simetría y proporciones perfectas. Sin embargo, es al acercarnos cuando nos damos cuenta de la magnitud de esta obra maestra. Arcos y domos, sólidos y vanos, luces y sombras, todos estos elementos cohabitan en armonía e impecable ritmo. Y el trabajo de relieve en mármol es exquisito: piedras preciosas y semipreciosas adornan el interior del mausoleo donde se cuela una luz tenue a través de celosías formadas por un labrado que asemeja al de un panal.

En ocasiones sueño que estoy ahí. Unas veces paso mi mano por los muros de mármol como si dibujara con los dedos los labrados de flores y paseo entre los inmensos jardines; otras, estoy sentada del otro lado del río, al atardecer, y observo cómo muta de color esa mole blanca gracias a los rayos de sol. Despierto y me digo que quizá sea tiempo de volver.


« Emperador,

¿Es por eso que tu corazón asustado

quería conquistar el corazón del tiempo?


Querías seducir el tiempo con la belleza.


¿Cómo la intrigaste tanto?

¿Cómo capturaste la muerte sin forma

en esta forma inmortal, exquisita?


Apenas hay tiempo para llorar para siempre.

Por eso, cautivaste tu inquietud,

lágrimas de luto

en un enlace de piedra dura

con el silencio eterno. »*


*Fragmentos del poema Shah Jahan de Rabidranath Tagore. Versión al español de Sandra Hernández.

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Texto y fotografías de Sandra Hernández, arquitecta y fotógrafa. Su pasión por el tema urbano y su acontecer cotidiano le ha llevado a explorar el mundo desde estas dos disciplinas cuya práctica está estrechamente ligada: una complementa a la otra.

Cuando no está de viaje trabajando en algún proyecto, divide su tiempo entre las ciudades de Quebec, Canadá y Querétaro, México.

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