El pasado 1º de septiembre dio inicio la 9ª Cruzada Central por el Teatro, un evento donde se presentan puestas en escena de diferentes estados del país y recientemente con una obra de algún país invitado. Este evento realizado por Atabal no es un festival o una muestra. La selección de las obras que se presentan durante la Cruzada no está hecha a través de convocatorias o algún tipo de selección administrativa en la que se envíe documentación de trayectoria, dossiers, etc. Aunque todos estos aspectos son importantes, en la Cruzada no es ése el filtro para la elección de las puestas en escena. Diríamos, por tanto, que la Cruzada es más un encuentro, un intercambio, una fiesta teatral en el que a través de las puestas en escena de cada agrupación participante se comparten las perspectivas, estéticas y formas de ver y hacer teatro en el país.
La particularidad de este encuentro es justamente que la elección de las puestas en escena se da a través del vínculo que por distintas razones se han creado con diversos grupos, artistas, creadores o gestores con quienes Atabal ha encontrado coincidencias y/o empatía con su visión artística. Así pues es éste el primer filtro para la selección y una vez dialogadas las propuestas escénicas y concertadas las fechas con los grupos, se realiza la programación y desde luego la reunión de todo el material de fichas técnicas, difusión y producción necesario para el recibimiento de cada trabajo creativo.
Me interesa compartir mi experiencia en este encuentro pues me siento parte de él desde su nacimiento, aunque no fuera desde aquel momento parte de la organización. Actualmente soy actriz de Atabal y coopero con la coordinación de esta agrupación y por lo tanto con la Cruzada Central por el Teatro; sin embargo, cuando conocí a Ana Bertha Cruces, directora artística del grupo, ella era maestra residente en la carrera de actuación en Aguascalientes, en la que yo estudiaba, donde además de compartir sus saberes sobre el universo del teatro intercambió muchas de sus experiencias y desarrollo de proyectos que en ese momento estaba intentando impulsar. Entre esos proyectos estaba la Cruzada Central por el Teatro.
Atenta a sus circunstancias, visualizó lo afortunado que podía ser el intercambio entre el trabajo que ella tenía construido en su estado de residencia, Querétaro, y el que a su vez estaba conociendo en Aguascalientes. Así recuerdo que fui sabiendo que diferentes creadores de este estado viajarían a presentar sus obras en Querétaro en el encuentro que tomaría por nombre Cruzada Central por el Teatro y, así mismo, pude conocer el trabajo en escena de la maestra Ana Bertha Cruces con la obra Malas palabras de Perla Szchumacher, que, como producto de este intercambio, llevó a presentar a Aguascalientes.
Algunos años perdí el contacto con lo que se derivó de esta primera emisión de la Cruzada y en 2014 regresé como parte de Atabal a participar en este encuentro con la puesta en escena Las preciosas ridículas que estrenó y presentó temporada en el marco de lo que sería ya para este tiempo la 5ª Cruzada Central por el Teatro. De ahí en adelante he tenido la fortuna de incorporarme a este equipo de artistas y gestores que es Atabal y formar parte de los cambios y evolución que ha tenido este gran evento acerca del cual hoy escribo.
Ahora en mayor cercanía con la directora de Atabal y desde luego con la labor que se realiza hacia dentro de la agrupación, sé de viva voz y experiencia que la selección de las agrupaciones que participan en la Cruzada ha mantenido un interés especial hacia el teatro hecho por grupos independientes con quienes evidentemente tenemos puntos en común y a través de quienes nos nutrimos también en las diferencias, conociendo sus poéticas -que desde luego son diferentes a la nuestra-, sus manera de hacer teatro -que son eco de las circunstancias particulares de su entorno y contexto de vida- lo que enriquece también el diálogo que entablamos con ellos, tanto quienes formamos parte de la organización de la Cruzada como el público con quien se comunican.
He visto cómo en este proceso, por aspectos primordialmente prácticos, los grupos con los que se fueron tejiendo redes en un principio eran de estados del centro del país, cercanos a Querétaro; sin embargo, con el avanzar de los años y el crecimiento de la compañía, los horizontes se fueron expandiendo también, trayendo como consecuencia que estados como Nuevo León y Tamaulipas participen hoy del encuentro y qué decir de los grupos extranjeros como la coproducción México/Argentina/Chile que nos comparten, este año, además de su labor escénica, una charla sobre este gran esfuerzo de gestión realizado para un proyecto internacional.
En nueve años la Cruzada Central por el Teatro ha crecido de una manera que quizá ni la directora y fundadora del proyecto pudo haber visualizado. La gestión de recursos es sin duda la parte más complicada a resolver en un proyecto con tantas ramificaciones al día de hoy, sin embargo, estas mismas redes han permitido que, como producto del mismo intercambio creativo, los estados participantes puedan aportar también recursos para que sus agrupaciones tengan oportunidades de difundir su trabajo. Esta parte es indispensable pues no sólo permite la realización de este evento sino que crea entendimiento entre agrupaciones y solidaridad; además, el hecho de compartir es un tanto más familiar, no sólo entre agrupaciones sino con el público que acude a este encuentro, mucho del cual regresa año con año y ha crecido con nosotros.
De entre todos los nombres que pudiéramos poner a la Cruzada Central por el Teatro yo, como testigo exterior e interior, elegiría FIESTA como el más adecuado. La Cruzada es hoy en día una fiesta de coincidencias, de esfuerzos que desembocan en un mes (a veces dos) de puro teatro que estamos convencidos y gustosos de compartir con todos los espectadores que llegan día a día a ocupar las butacas del teatro.
“Este artículo se realizó con apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes a través del Programa México en Escena 2016”.