A Night in Querétaro: Una crónica del concierto de Arturo Sandoval

Carlos Campos

  · martes 24 de julio de 2018

Para Julio César Cervantes, “El Diablo”


—¿Quién va a tocar, güey?
—Sandoval.
—Ah, el ese par de güeyes que cantan baladas chillonas.
-—No, pendejo, el saxofonista: Antonio Sandoval.

Ni el grupo Sandoval ni el “saxofonista Antonio Sandoval”. El fragmento de la conversación anterior bien podría funcionar como ejemplo de las tantas voces no especializadas en jazz que especulaban respecto al concierto que iba a haber en Plaza de Armas, en la noche del martes 10 de julio. En realidad se trataba del concierto inaugural de Arturo Sandoval, legendario trompetista y pianista de origen cubano quien, en compañía de su grupo con quien ha estado trabajando desde el 2011, se encargarían de abrir el festival.

Los primeros asistentes al conciertos, la gran mayoría conocedores de la obra de Sandoval, se dirigieron a las primeras filas, pero fueron rechazados de inmediato por personal de staff del festival: Primer intento: están reservados para personas de la tercera edad. Segundo intento: están reservados para personas con discapacidad. Tercer intento: están reservados para prensa. Cuarto intento: es para invitados especiales. Quinto intento: es que ya estaban reservados para alguien, pero no sé para quién...

Con su actuación, más que con la medianamente concurrida clase magistral que ofreció, Arturo Sandoval nos enseñó que los verdaderos grandes artistas son sencillos y se divierten en el escenario. Andan caminando campantes por las calles regalando sonrisas (o tocando el piano Jorge Blasio, pianista de conocido restaurante en Plaza de Armas), saludan a la gente, y no proyectan sus complejos de inferioridad.

Alguien en el gobierno estatal tuvo la maravillosa idea en invertir en él. Ojalá ese mismo alguien en el gobierno, Paulina Aguado acaso, también tenga la idea de traer a Chick Corea, Madeleine Peyroux, Larry Carlton, Spyro Gyra, Pat Metheny, Dave Koz, Diana Krall, Aubrey Logan, Brian Culbertson, Norah Jones, Al Jarreau... Y que también esa misma persona tenga la maravillosa idea de pagar las actuaciones de los músicos locales y no solamente ofrezcan el espacio para darse a conocer.

En el discurso inaugural, a nombre del gobernador Francisco Domínguez Servién, Paulina Aguado dio la bienvenida al Festival Internacional de Jazz de Verano, “una de las celebraciones artísticas más esperadas en el año. Querétaro se convierte una vez más en la capital del jazz, con la presencia de músicos y agrupaciones locales, nacionales e internaciones, que harán vibrar al público con el talento y exquisitez de cada puesta musical. 62 actividades completamente gratuitas, entre conciertos, conferencias, clases magustrales, ciclos de cine y giras por los municipios, enriqueciendo de forma integral este fantástico proyecto que llega a ocho años ininterrumpidos de realizarse”, dijo en una breve y efectiva intervención ante una audiencia impaciente.

Entre la gente coincidimos muchos colegas, tanto músicos como académicos. Ojalá fuéramos una comunidad más unida, que asistiéramos a sus conciertos y actuaciones sin ningún tipo de complejos ni resentimientos, que pudiéramos ser una legión. Ojalá que mucha más gente leyera en este suplemento al Coraje Creativo del imprescindible Ornicoleman. Ojalá.

“¡Hola, buenas noches!” Fue como el fundador de Irakere se presentó ante la audiencia queretana que, con el paso de la noche, y atraidos por el jazz, colmaron el espacio de la plaza. Tras arreglarse el peinado, aprovechando que la perspectiva de la cámara le permitía mirarse de espaldas en las pantalla del escenario, cimbró a la audiencia desde la primera nota. Repito lo que dije hace tiempo: Querétaro sí escucha buena música, solamente hay que cambiar la oferta.

A los 68 años, Sandoval sigue siendo un músico íntegro, lúcido, completo y virtuoso. Ganador de nueve premios Grammy, también recibió la Medalla de la Libertad presidencial en 2013. En HBO está disponible una película sobre su azarosa vida, For Love or Country: The Arturo Sandoval Story, protagonizada por Andy García, y que narra sus primeros años como un trompetista de jazz en la Cuba comunista. El soundtrack, escrito y ejecutado por el propio Sandoval, se hizo acreedor a un Emmy en la más reciente emisión. La ejecución de Sandoval nos remite a su sempiterna admiración a Charlie Parker, Clifford Brown y, sobre todo, a Dizzy Gillespie, a quien finalmente conoció en 1977 y realizó una gira internacional con él y grabaron juntos To a Finland Station en 1982. Fue en uno de esos viajes en 1990 que Sandoval desertó hacia los Estados Unidos para radicar allí definitivamente.

Arturo Sandoval, trompetista, compositor, arreglista, sorprendió a muchos por su habilidad para ejecutar múltiples instrumentos. Durante su actuación, además de la trompeta, demostró ser un gran maestro en el piano y en el sintetizador teclados; como cantante ejecutó una versión tersa de When I fall in love, aunque en esta ocasión no pudimos verlo en su faceta de baterista. En el concurrido escenario de Plaza de Armas, fue acompañado por Michael Tucker, saxofonista; Ricardo “Tiki” Pasillas, percusionista que se llevó el aplauso generalizado del público femenino; John Belzaguy, bajista; Johnny Friday, baterista; y Max Haymer, pianista y tecladista, pero además un gran futbolista, a decir del propio Sandoval. A pesar de estar anunciado en el programa, estuvo ausente el trompetista Keith Fiala.

El set list incluyó muchos clásicos del jazz, entre ellos Seven Steps to Heaven de Miles Davis, el encore de A Night in Tunisia del mentor de Sandoval, Dizzy Gillespie.

La lista también incluyó estándares de Sandoval como The Latin Train, que la faceta más ecléctica de Sandoval, yendo del género clásico al be-bop y al latín. Sandoval mostró su impresionante rango tonal y expresivo en la trompeta, desde notas altas agudas pero puras, hasta notas tan bajas que parecían una mezcla de trombón o tuba. A la recurrente y efectiva mezcla be-bop y hard-bop se incorporaron ritmos cubanos y antillanos, hasta el soca, con el permanente contraste de hermosas y largas notas puras de la trompeta de Sandoval. Un ejemplo divertido fue la versión funk de El Manisero que en la presentación en vivo fue mucho más enérgico que en algunas grabaciones. Sandoval se divertía, a menudo bailaba, por momentos tocaba los timbales, y a ratos los teclados. Si bien puede estar acercándose a su séptima década, estaba claro que Sandoval tenía tanto energía como alegría: alegría al componer la música, al tocar la música y al ver los efectos que tuvo en quienes lo escucharon tocar.

Que el Festival de Jazz no sea un paliativo estacional o de la presente administración. Que el jazz se quede en nuestros corazones de manera permanente y que, como legión, seamos capaces de hacer encuentros con y sin el apoyo del gobierno.

@doctorsimulacro