Para mi Kaixito
Camino por las calles plagadas de recuerdos
acaricio las piedras y hasta a los perros,
dos lágrimas asoman a mis ojos, me aconsejan,
me dicen que no llore, cero blasfemias.
Volteo a ver el cielo y brillan las estrellas,
me llega la mañana y el sol se asoma,
es amarillo oro y ya no lloro,
postrado de rodillas el universo me habla.
Me dice un niño sabio: todo coexiste, todo va y viene,
entrégate a la vida y acepta todo,
acércate a la puerta y canta muy quedo:
“Dios te bendiga m’hjo, ¡cómo te adoro!”
Aquí no quedan manchas, no hay lugar para intrigas,
sólo una migas dulces cantan de madrugada
un coro santo y sabio campanea,
llena de luz todo, piedra tras piedra…
(…)
A veces siento que estoy enloqueciendo
luego miro tus ojos, calmo mis amarguras.
Esa voz es un bálsamo que sana mis heridas,
es la voz del Señor, pero no entiendo lo que dice.
Jah, guíame, seré un manso cordero
Jah, enciéndeme la luz, seré el hijo pródigo.
Jahh, Jaaahhh, escucha mi lamento, quiero dejar el sufrimiento,
cantaré una canción muy triste, sí, Jah…
Y me quedé sin llanto, y me quedé sin ti,
soy un cenote vacío, un coyote solitario
bajo la luna menguante aullando herido,
que no me hable nadie, no me miren.
Por ti supe muy claro que la muerte existe
que ahí está sentada sin prisas ni consuelo,
es destino del hombre, mujer, anciano, niño,
y su golpe certero duele, es frío.
Mañana el sol dorado volverá a salir
y sin embargo, ya nada será igual,
no habrá sones ni cantos ni décimas
ni raps ni podré ya decirte lo que nunca te dije.
Es amarillo oro el color del tesoro que guardo
aquí muy dentro, es lo único que tengo
después de la debacle, de vestirte y llevarte
a la puerta de tierra que te vuelve al origen.
Y tengo además ese dolor que me acompañará mientras viva,
ese vacío como un puñal oscuro aquí en el pecho.
Nunca sabré porqué, aunque busco aceptar
mirando a las estrellas en tu cuarto vacío…