Añoranza, memoria. En el balcón vacío III

Alfonso Franco Tiscareño

  · miércoles 20 de junio de 2018

Foto: Especial


a los españoles muertos en el exilio

Y luego, el ser y el tiempo, darse cuenta de que han pasado veinte años de tu ser en el mundo. Y el tiempo todo lo borra y lo transforma. Veinte años después, la autora María Luisa Elío se da cuenta de que en la vida real, en su propia vida, aquella mujer que fue la madre de la niña exiliada, ha perdido la razón, de que no soportó el dolor ni la ausencia del terruño, el haber perdido todo, pero ya no hay remedio, en este caso no hubo solución, su madre naufragó en medio de la angustia y los recuerdos aplastados por el tiempo. Su madre no tiene ya respuestas ni palabras. Poco después la señora falleció, y la guerra y los recuerdos quedaron enterrados en una tumba. La niña Elío se convirtió en adulta, casi mexicana, y pudo sonreír, no sin nostalgia, no sin lágrimas. Lo perdido no se recupera jamás. Parafraseando al poeta Gustavo Adolfo Bécquer: Volverán las oscuras golondrinas, pero las que se fueron, esas no volverán. María Luisa se da cuenta de que cada momento es único, invaluable, fantástico, maravilloso. Sólo tenemos el presente, ¿qué podemos hacer con él?

El regreso al pasado es frío, oscuro, ya nada es igual. En la cinta esto se ve reflejado cuando la niña Gabriela visita lo que fue su casa, y no encuentra nada ni nadie, sólo el balcón vacío. No hay respuestas para sus preguntas, nunca más las habrá….pero en medio de esa desgracia aparece México, el país donde se puede volver a vivir, reencontrarse, renacer.

Y esta tierra fue pródiga con el exilio español. Cito a don Eulalio Ferrer, uno de los ilustres emigrados: “…se ha estimado que entre los exiliados que llegaron a México figuraban alrededor de 5.000 profesionales calificados, incluidos actores y diversos géneros de artistas; 2.700 catedráticos y profesores de varias categorías; unos 500 magistrados, abogados y estudiantes de derecho; unos 500 escritores, poetas, pintores y periodistas; unos 250 ingenieros y arquitectos. También unos 250 militares de distintas armas, predominantemente la de aviación. En el caso de los médicos -500, aproximadamente-, se constituyó en 1939 un Ateneo Ramón y Cajal, presidido por el doctor Manuel Márquez, quien fuera uno de los discípulos del gran sabio español... Colateralmente, los escritores del exilio animaron, con sus colaboraciones, revistas nacionales, como Letras de México, Taller, El Hijo Pródigo y Cuadernos Americanos, así como los suplementos culturales de El Nacional y México en la Cultura. Toda una larga contribución al esplendor de la letra impresa, a la cual pertenece la creación e impulso de editoriales asociadas a nombres como José Bergamín, Juan Larrea, Eugenio Imaz, Juan Grijalbo, Joaquín Díez Canedo …, México, en definitiva, -señala Eulalio Ferrer- nos enseñaría que no habíamos perdido una patria, sino recuperado otra, la de la hermandad histórica. Desde el cruce simbólico de la X mexicana aprenderíamos su hermosa lección de paciencia y convivencia. La nostalgia convertida en un vuelo de ida y vuelta. Así hemos caminado a lo largo de estos 60 años de exilio. Cicatrizadas las heridas, acrecentadas las esperanzas; la paz como signo, la gratitud como compromiso. Todos, cada uno en su circunstancia y con su talante, hemos procurado honrar la deuda contraída con México, deuda también de la España recuperada.

“Cárdenas ofreció otra oportunidad a los perdedores de la guerra que fueron recibidos como apestados en la Francia ocupada. El que permitió que la cultura republicana en sentido amplio -la apertura de las ideas más avanzadas en todos los terrenos, el pluralismo ideológico que contó con medios y plataformas, la posibilidad de los debates abiertos, el triunfo de la razón frente al oscurantismo, todo lo que el franquismo aplastaría- siguiera viva, se reconstruyera en otro lugar, tuviera descendencia y desde la lejanía, contribuyera a la lucha contra la tiranía, por ejemplo a través de las editoriales. No fueron solamente intelectuales que enriquecieron sensiblemente la cultura mexicana. , también llegó gente de todas las clases sociales y de las profesiones más diversas, militancias múltiples de manera que las diferentes escuelas pudieron crear sus plataformas. No solamente fueron españoles, también llegaron otros como Victor Serge, el alemán Gustav Regler, el francés Marceau Pivert, nombres claves en la historia socialista de entonces. Se cuenta que cárdenas hizo mucha amistad con un español porque sabía de olivos, y ése era un cultivo que él estaba empeñado en introducir en México.” , ha escrito Pepé Gutiérrez-Álvarez

En el balcón vacío es una película que carga todo ese bagaje vital España-México México-España. Es la única película mexicana hecha por exiliados que aborda a manera de ficción el tema del exilio español. Jomi García Ascot (director), María Luisa Elío (escritora), y Emilio García Riera (en la adaptación y guión), tres exiliados de la guerra civil española, son los autores de la película. Ellos crearon junto a José de la Colina, Rafael Corkidi, Salvador Elizondo, J. L. González de León, Heriberto Lafranchi, Carlos Monsiváis, Julio Pliego, Gabriel Ramírez, José María Sbert, Luis Vicens, el llamado Nuevo cine, que como ya antes hemos señalado, fue un movimiento importante que tuvo la intención de sacudir el anquilosado cine mexicano, y que combatió a las mafias sindicales que cerraban las puertas de la producción a todo aquel que no estuviera sindicalizado.

Es muy interesante mencionar a toda una pléyade de personajes de la cultura en México que participaron en la película En el balcón vacío: José de la Colina (como falangista), Santiago Genovés (como miliciano), Conchita Genovés (la mamá de la niña Gabriela), Tomás Segovia (como preso), todos ellos emigrados e integrantes de la llamada segunda generación del exilio; y los mexicanos Salvador Elizondo, Juan García Ponce, junto al colombiano Álvaro Mutis.

Merece mención especial la niña Nuria Pereña, quien personifica a Gabriela, la infante obligada a abandonar Pamplona cuando asesinan a su padre. Jomi García Ascot cultivó grandes amistades en México, por ejemplo la de Gabriel García Márquez. Producto de esa amistad el Gabo dedicó a Jomi y a su esposa María Luisa Elío, su obra maestra Cíen años de soledad.

Finalmente concluimos diciendo que por la honra que se debe a todos los que murieron injustamente, por los torturados, asesinados, y exiliados, es necesario seguir hablando del tema. Aún a posteriori, y aunque en apariencia ya no sirva de mucho, se les debe honrar por el hecho de haber sido seres humanos, por sus sobrevivientes, sus herederos, por las generaciones presentes y futuras, por la reivindicación de aquellos que sufrieron el maltrato, la violencia, el despojo y los crímenes. E incluyo a todos los bandos. Sólo así se podrá levantar una barrera que contenga y prevenga otra catástrofe humanitaria como aquella. Que España no vuelva a caer, que nunca nadie vuelva a caer, que la guerra civil española sea ejemplo de lo que no debe volver a suceder, porque como dijo el poeta César Vallejo, si España cayera, si España cayera, digo, es un decir...

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