“¿Te has puesto a pensar en qué cosas de ahora serán consideradas antigüedades mañana?”, increpa un comerciante a un posible comprador, quien a su paso por la calle Venustiano Carranza en el Centro Histórico de Querétaro, se detuvo un par de minutos para contemplar la gran diversidad de objetos que el propietario colocó detrás del cristal, como en un museo.
Aunque los anticuarios existen desde tiempos muy remotos– algunos consideran que desde la Edad Media–, en las últimas décadas se ha visto una mayor presencia de personas cuya afición por el pasado los motiva a coleccionar cosas antiguas hasta convertirse en especialistas de estos objetos.
Si bien no existe una institución donde se pueda adquirir esa formación, son estos mismos actores quienes comparten con sus homólogos sus conocimientos sobre la filatelia (colección de sellos, sobres y documentos postales) y la numismática (colección de moneas y papel moneda), entre otras cosas, para poder realizar una adecuada clasificación, restauración y preservación.
Debido a su importante papel en la conservación y difusión de la memoria a través de todo tipo de objetos, las y los anticuarios se han agrupado en asociaciones, buscando que su trabajo sea reconocido como actividad cultural.
En la ciudad existe la Unión de Anticuarios de Querétaro, cuyos miembros– bajo la dirección del anticuario Francisco Rabell– no solo han demandado ser tomados en cuenta dentro del campo cultural, sino también, tener un espacio fijo donde puedan promover su labor más allá de los escaparates de sus tiendas.