/ sábado 8 de julio de 2023

Anticuarios queretanos buscan mayor reconocimiento

En la ciudad las casas de antigüedades más que ser un giro de negocio, son espacios que promueven el amor por la historia, la preservación y el coleccionismo 


Entregarse a la labor de ser un anticuario no es una tarea fácil. Conlleva sacrificio, mucha pasión y amor por las antigüedades. Es un giro de negocio que no crece mucho, especialmente porque quienes forman parte de él poco a poco se van muriendo, explicó Francisco Rabell Flores, presidente de la asociación de Anticuarios de Querétaro en entrevista para este suplemento cultural.

Rabell comentó que las casas de antigüedades son el tipo de negocios que se heredan, es más probable que algún hijo de un anticuario mantenga en pie el negocio a que alguien ajeno a ese mundo se inserte en él; pero no imposible.

Paco por sí mismo se inició en el coleccionismo en las giras de trabajo que realizaba cuando se dedicaba al teatro. “Andando de viaje, en los ratos libres, salía a caminar a las ciudades que visitábamos, eran tiempos en los que no existía la inseguridad que hay ahora. Así que a medida que yo caminaba por las calles de las ciudades antiguas veía cosas que me gustaban, y como por lo regular tenían las puertas abiertas yo me acercaba a preguntar si lo que me había llamado la atención se encontraba a la venta.

“A veces me contestaban ‘uy, eso está muy viejo’ o ‘es basura’ pero pues a mi me gustaba, y empecé a traerme las cosas a la casa. Mi esposa y yo empezamos a coleccionar, pero llegó un momento en el que ya no cabían las cosas en mi casa. Luego, entre mis conocidos me empezaron a preguntar si les podía vender algo de lo que tenía, y así fue como empecé a vender, luego poco a poco lo hice en un local, de a poquito, y fue creciendo el negocio hasta que llegó a convertirse en lo que es hoy en día”, contó el anticuario.

Rabell es dueño del negocio de antigüedades llamado El Garabato Bazar. Al ingresar tiene libros, vinilos, objetos pequeños, postales y unas cuantas curiosidades. A medida que se profundiza en el mar de muebles –porque Rabell encuentra sumamente valioso la conservación de muebles de madera de sabina– se descubre que más allá del caos que puede existir en una casa de antigüedades, los objetos tienen una historia, solo requieren de los ojos correctos para contarla.

Lo que diferencia a un anticuario de un coleccionista, de acuerdo con Rabell, es que el coleccionista no tiende a comercializar con los objetos, ellos se dedican a “atesorarlos”. “Gran parte de las cosas que se conservan, que no se pierden, es por los coleccionistas. Nuestro trabajo [el de los anticuarios] es tomar las cosas de un lado donde no los valoran y vendérselo a la persona que sí lo va a hacer. Los coleccionistas conservan sus cosas en vida, en algunas ocasiones quienes lo heredan lo conservan, pero luego llega el momento en el que a nadie de la familia le interesa y el objeto vuelve a salir al mercado, es parte del ciclo”, agregó.

Foto: Irais Sánchez | Diario de Querétaro

De acuerdo con el anticuario, el aporte cultural que le deja a la sociedad el tener este tipo de negocios en las ciudades es vasto. Comenta que hay familias que traen a sus hijos y les muestran los “objetos de antes”.

“Sus papás o abuelos saben que vale la pena traerlos aquí, además de llevarlos a los museos, claro. Traen a los niños y les van mostrando, les dicen ‘mira, ahora esto ya no existe pero así eran antes los teléfonos de disco’. A mi me fascina cuando llega un niño y me pregunta algo, porque es despertar el interés en ellos del porqué es importante conservar objetos, especialmente los de antes”, agregó.

Cada anticuario tiene su propio criterio para valuar un objeto, entre ellos mismos se apoyan y consultan para ponerle precio. “Este negocio es a base de la experiencia, la mayoría de los compañeros no valoran por ejemplo estos envases”, comenta al mismo tiempo que nos enseña unas botellas vacías de la marca queretana de leche, Araceli: “la mayoría no lo valoran, si va alguien y se los ofrecen, no los compran, para ellos es basura. Yo, por otro lado, considero que es parte de la historia de Querétaro, es una marca queretana que se sigue produciendo, pero en otro envase. Compré estos envases hace años y los tenía ahí arrumbados, hasta que una vez llegó un cliente y desde entonces se están moviendo muy bien”, dijo.

Joyas del tiempo

A las manos de Francisco Rabell han llegado objetos de mucho valor histórico para la región. En su negocio posee una carta firmada por un descendiente de Juan Antonio de Urrutia y Arana, marqués de Villar del Águila, fechada generaciones después de que falleciera este noble español, responsable de la construcción de los Arcos.

“La carta tiene fecha de 1791 y habla sobre el Real Convento de la Santa Cruz. Una señora en San Francisco lo encontró en la basura, le llamó la atención y lo vio antiguo, así que vino con nosotros para venderlo. Supongo que la persona que lo tenía no lo valoró y mejor lo tiró a la basura, y qué bueno que pasó la señora, sino hubiera sido por ella esta pieza se habría perdido para siempre”, comentó.

Como anticuarios, dice, son conscientes de que algunas piezas pertenecen a los museos, y a ellos les encantaría que algo de lo que han recuperado pudiera formar parte de una sala de exhibición. Sin embargo, la falta de recursos ha impidido que las instituciones respectivas adquirieran las piezas.

“Nosotros hemos tratado de vender a los museos, porque sabemos que las piezas tienen que estar en un museo, pero no hay presupuesto. Nos han dicho que si preferimos donar la pieza mejor, pero nosotros vivimos de ésto y si nos la pasamos donando nos vamos a quedar sin comer tres meses; por lo que, optamos por conservar algunas piezas hasta que llegue el mejor postor, por eso muchas cosas terminan en Europa o en Estados Unidos”, comentó.

Foto: Irais Sánchez | Diario de Querétaro

No sólo la historia de la ciudad está presente dentro de su casa de antigüedades, sino también la historia de las familias. Relata que algunos objetos cargan con sus dueños, los describe como clientes silenciosos, que a veces ingresan sin saludar y caminan decididos hasta el fondo de la tienda y jamás los vuelven a ver.

“Una vez cuando todavía teníamos el mercado de antigüedades, yo tenía una repisa con cosas de vidrio y cristal, recargado se encontraba un cuadro. Entonces llegaron dos señoras y escucho que una de ellas comenta: ‘ay mira ese cuadro, se parece al de la tía fulana’, ‘sí, ¿verdad? Es idéntico al que tenía en su comedor’, yo lo que pensé fue ‘genial, ya voy a vender’, cuando de repente el cuadro se levantó y se les aventó agresivamente, y digo se levantó porque no se cayó nada de lo que tenía enfrente de él. Las señoras salieron corriendo despavoridas y yo agarré mi cuadro para que no se hiciera daño. Conclusión: el cuadro sí era de la tía, pero creo que ella no las quería mucho”, bromeó.

Buscan fortalecer labor

De acuerdo con el presidente de la Asociación de Anticuarios, existen en Querétaro poco más de 20 negocios que se dedican a este giro. Tan solo en el Centro Histórico existe un corredor de antigüedades integrado por la mitad de estos negocios, localizados principalmente sobre las calles Venustiano Carranza, Independencia y 5 de mayo. La Casona del Arte es sede de al menos 10 de estos negocios.

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Rabell refiere que los anticuarios, más que ser colegas o compañeros del ramo, son una familia diversa donde cada uno tiene su área de interés y sus locales lo denotan. Hay quienes se enfocan en los muebles de madera, otros en la cerámica, en la joyería o en las cámaras análogas, etcétera.

Desde hace años, dice, han solicitado a las autoridades contar con un espacio que los congregue a todos, para visibilizar este giro de negocio que por décadas ha proliferado en la ciudad de Querétaro.

Foto: Hugo Arciniega | Diario de Querétaro

En corto

  • 20 negocios aproximadamente se dedican al giro en Querétaro.
  • 10 casas de antigüedades se pueden encontrar principalmente en el Centro Histórico, sobre las calles Venustiano Carranza, Independencia y 5 de mayo.

¿Qué hacen los anticuarios?

  • Investigan el valor histórico y monetario de los objetos antiguos y de colección para comercializarlos.
  • Buscan que muchas de las piezas pertenezcan a los acervos de los museos, pero no siempre las instituciones cuentan con recursos para adquirirlos.
  • Promueven la preservación y el coleccionismo, conocen mucho de historia y de conservación.



Entregarse a la labor de ser un anticuario no es una tarea fácil. Conlleva sacrificio, mucha pasión y amor por las antigüedades. Es un giro de negocio que no crece mucho, especialmente porque quienes forman parte de él poco a poco se van muriendo, explicó Francisco Rabell Flores, presidente de la asociación de Anticuarios de Querétaro en entrevista para este suplemento cultural.

Rabell comentó que las casas de antigüedades son el tipo de negocios que se heredan, es más probable que algún hijo de un anticuario mantenga en pie el negocio a que alguien ajeno a ese mundo se inserte en él; pero no imposible.

Paco por sí mismo se inició en el coleccionismo en las giras de trabajo que realizaba cuando se dedicaba al teatro. “Andando de viaje, en los ratos libres, salía a caminar a las ciudades que visitábamos, eran tiempos en los que no existía la inseguridad que hay ahora. Así que a medida que yo caminaba por las calles de las ciudades antiguas veía cosas que me gustaban, y como por lo regular tenían las puertas abiertas yo me acercaba a preguntar si lo que me había llamado la atención se encontraba a la venta.

“A veces me contestaban ‘uy, eso está muy viejo’ o ‘es basura’ pero pues a mi me gustaba, y empecé a traerme las cosas a la casa. Mi esposa y yo empezamos a coleccionar, pero llegó un momento en el que ya no cabían las cosas en mi casa. Luego, entre mis conocidos me empezaron a preguntar si les podía vender algo de lo que tenía, y así fue como empecé a vender, luego poco a poco lo hice en un local, de a poquito, y fue creciendo el negocio hasta que llegó a convertirse en lo que es hoy en día”, contó el anticuario.

Rabell es dueño del negocio de antigüedades llamado El Garabato Bazar. Al ingresar tiene libros, vinilos, objetos pequeños, postales y unas cuantas curiosidades. A medida que se profundiza en el mar de muebles –porque Rabell encuentra sumamente valioso la conservación de muebles de madera de sabina– se descubre que más allá del caos que puede existir en una casa de antigüedades, los objetos tienen una historia, solo requieren de los ojos correctos para contarla.

Lo que diferencia a un anticuario de un coleccionista, de acuerdo con Rabell, es que el coleccionista no tiende a comercializar con los objetos, ellos se dedican a “atesorarlos”. “Gran parte de las cosas que se conservan, que no se pierden, es por los coleccionistas. Nuestro trabajo [el de los anticuarios] es tomar las cosas de un lado donde no los valoran y vendérselo a la persona que sí lo va a hacer. Los coleccionistas conservan sus cosas en vida, en algunas ocasiones quienes lo heredan lo conservan, pero luego llega el momento en el que a nadie de la familia le interesa y el objeto vuelve a salir al mercado, es parte del ciclo”, agregó.

Foto: Irais Sánchez | Diario de Querétaro

De acuerdo con el anticuario, el aporte cultural que le deja a la sociedad el tener este tipo de negocios en las ciudades es vasto. Comenta que hay familias que traen a sus hijos y les muestran los “objetos de antes”.

“Sus papás o abuelos saben que vale la pena traerlos aquí, además de llevarlos a los museos, claro. Traen a los niños y les van mostrando, les dicen ‘mira, ahora esto ya no existe pero así eran antes los teléfonos de disco’. A mi me fascina cuando llega un niño y me pregunta algo, porque es despertar el interés en ellos del porqué es importante conservar objetos, especialmente los de antes”, agregó.

Cada anticuario tiene su propio criterio para valuar un objeto, entre ellos mismos se apoyan y consultan para ponerle precio. “Este negocio es a base de la experiencia, la mayoría de los compañeros no valoran por ejemplo estos envases”, comenta al mismo tiempo que nos enseña unas botellas vacías de la marca queretana de leche, Araceli: “la mayoría no lo valoran, si va alguien y se los ofrecen, no los compran, para ellos es basura. Yo, por otro lado, considero que es parte de la historia de Querétaro, es una marca queretana que se sigue produciendo, pero en otro envase. Compré estos envases hace años y los tenía ahí arrumbados, hasta que una vez llegó un cliente y desde entonces se están moviendo muy bien”, dijo.

Joyas del tiempo

A las manos de Francisco Rabell han llegado objetos de mucho valor histórico para la región. En su negocio posee una carta firmada por un descendiente de Juan Antonio de Urrutia y Arana, marqués de Villar del Águila, fechada generaciones después de que falleciera este noble español, responsable de la construcción de los Arcos.

“La carta tiene fecha de 1791 y habla sobre el Real Convento de la Santa Cruz. Una señora en San Francisco lo encontró en la basura, le llamó la atención y lo vio antiguo, así que vino con nosotros para venderlo. Supongo que la persona que lo tenía no lo valoró y mejor lo tiró a la basura, y qué bueno que pasó la señora, sino hubiera sido por ella esta pieza se habría perdido para siempre”, comentó.

Como anticuarios, dice, son conscientes de que algunas piezas pertenecen a los museos, y a ellos les encantaría que algo de lo que han recuperado pudiera formar parte de una sala de exhibición. Sin embargo, la falta de recursos ha impidido que las instituciones respectivas adquirieran las piezas.

“Nosotros hemos tratado de vender a los museos, porque sabemos que las piezas tienen que estar en un museo, pero no hay presupuesto. Nos han dicho que si preferimos donar la pieza mejor, pero nosotros vivimos de ésto y si nos la pasamos donando nos vamos a quedar sin comer tres meses; por lo que, optamos por conservar algunas piezas hasta que llegue el mejor postor, por eso muchas cosas terminan en Europa o en Estados Unidos”, comentó.

Foto: Irais Sánchez | Diario de Querétaro

No sólo la historia de la ciudad está presente dentro de su casa de antigüedades, sino también la historia de las familias. Relata que algunos objetos cargan con sus dueños, los describe como clientes silenciosos, que a veces ingresan sin saludar y caminan decididos hasta el fondo de la tienda y jamás los vuelven a ver.

“Una vez cuando todavía teníamos el mercado de antigüedades, yo tenía una repisa con cosas de vidrio y cristal, recargado se encontraba un cuadro. Entonces llegaron dos señoras y escucho que una de ellas comenta: ‘ay mira ese cuadro, se parece al de la tía fulana’, ‘sí, ¿verdad? Es idéntico al que tenía en su comedor’, yo lo que pensé fue ‘genial, ya voy a vender’, cuando de repente el cuadro se levantó y se les aventó agresivamente, y digo se levantó porque no se cayó nada de lo que tenía enfrente de él. Las señoras salieron corriendo despavoridas y yo agarré mi cuadro para que no se hiciera daño. Conclusión: el cuadro sí era de la tía, pero creo que ella no las quería mucho”, bromeó.

Buscan fortalecer labor

De acuerdo con el presidente de la Asociación de Anticuarios, existen en Querétaro poco más de 20 negocios que se dedican a este giro. Tan solo en el Centro Histórico existe un corredor de antigüedades integrado por la mitad de estos negocios, localizados principalmente sobre las calles Venustiano Carranza, Independencia y 5 de mayo. La Casona del Arte es sede de al menos 10 de estos negocios.

➡️ Si quieres recibir las noticias en tu Whatsapp, envía la palabra ALTA

Rabell refiere que los anticuarios, más que ser colegas o compañeros del ramo, son una familia diversa donde cada uno tiene su área de interés y sus locales lo denotan. Hay quienes se enfocan en los muebles de madera, otros en la cerámica, en la joyería o en las cámaras análogas, etcétera.

Desde hace años, dice, han solicitado a las autoridades contar con un espacio que los congregue a todos, para visibilizar este giro de negocio que por décadas ha proliferado en la ciudad de Querétaro.

Foto: Hugo Arciniega | Diario de Querétaro

En corto

  • 20 negocios aproximadamente se dedican al giro en Querétaro.
  • 10 casas de antigüedades se pueden encontrar principalmente en el Centro Histórico, sobre las calles Venustiano Carranza, Independencia y 5 de mayo.

¿Qué hacen los anticuarios?

  • Investigan el valor histórico y monetario de los objetos antiguos y de colección para comercializarlos.
  • Buscan que muchas de las piezas pertenezcan a los acervos de los museos, pero no siempre las instituciones cuentan con recursos para adquirirlos.
  • Promueven la preservación y el coleccionismo, conocen mucho de historia y de conservación.


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