/ domingo 10 de septiembre de 2017

Antigüedades, la pasión de José Rodolfo Lugo

Por Fernando Reyes

Un oficial de Tránsito marca el alto a los peatones yautomovilistas que bajan por la calle 5 de Mayo…algunos leencuentran parecido con Pedro Infante en su papel de “PedroChávez” en “A Toda Máquina”, sin embargo, el agente nomulta a los que no se detienen, en su lugar, marca el alto en laentrada de la Galería de Antigüedades 5 de Mayo, invitando acuriosear en el interior.

El propietario es el señor José Rodolfo Lugo, de 72 años deedad, queretano 100%.

“Buenas tardes, pásele, aquí tenemos ya 7 años que abrimosal público pero toda la vida he comprado antigüedades”, dice,pues a su madre le gustaban mucho y el desde niño admiraba eltrabajo de los artesanos; “antes con simples herramientas creabanmaravillas, eran artistas, siempre me encantó, sobre todo losmuebles antiguos”.

Al entrar en la tienda miles de objetos saltan a la vista, desderadios, cámaras fotográficas, muebles, espejos, monedas, figurasreligiosas, espadas y un sinfín de artículos. “Ya ni recuerdoque fue lo primero que compré, está difícil”, afirma donPedro.

Sin embargo, dice que los objetos más valiosos en el inventarioson 2; una moneda y un libro, ambos tan importantes y únicos queno están a la venta pues son “invaluables”.

El primero es un denario romano, fechado 200 años a.C (Antes deCristo). La moneda vale no tanto por la antigüedad sino que hubopoca acuñación, su valor es alto, eso lo hace muy rara yescasa.

El segundo objeto es un libro que perteneció a Porfirio Díaz yle fue obsequiado por la Baronesa de Wilson; “ese libro esúnico, no se vende, aparte mi hijo Gerardo lo quiere paraél”.

Sobre los precios del resto de las antigüedades, comenta quenada en la tienda es barato, “nada de chacharitas”, pues setrata de un “negocio para ricos”, donde se tienen pocosclientes pero que les gustan los artículos que pueden ir desde los500 mil al millón de pesos. “Salimos a buscar a las haciendas opueblos, otros artículos nos los traen contactos que tenemos osimplemente llegan aquí de manos de coleccionistas oclientes”.

Mientras habla, una persona entra a la tienda ofreciendo unaantigüedad. Un rostro de Cristo en madera, fechado en el año 1600y cuyo acabado lo hace parecer humano. Muestra interés encomprarlo y estima que de hacerlo, su precio al público seriaarriba de los 70 mil pesos.

“Aquí todo en pesos, nada en dólares, no quiero nada con losgringos, esos nomás saben de coca-cola, hotdogs y hamburguesas, noson como el turista europeo que es muy culto y conocedor, lo maloes que los mexicanos no lo son y por eso los gringos nos tratancomo ignorantes, el otro día que tenía una moneda de cuandoIturbide se coronó Emperador…la gente de aquí ni sabían quiénfue Iturbide”.

Sobre su objeto favorito de la tienda, uno esperaría que setratase de algo de valor muy elevado, sin embargo, se trata de unpequeño juguete japonés del año 1940. Es la figurita de unamadre loba quien le da biberón a su cachorro al accionar elmecanismo. “Todos los días juego con esto, me gusta mucho, esextraordinario”.

De pronto, alguien entra y ofrece un bastón de la masoneríaque fue propiedad de Benito Juarez...  “Ah caray, le digo queaquí entra de todo, a ver si nos quedamos con él, ese objeto esúnico en el mundo”.

¿Quiere ver algo especial?, mire, vea este Cristo que tengoaquí, fue elaborado en madera de patol por indígenas mexicanos ysolo hay 4 en el mundo, 2 andan por ahí, uno en el vaticano y estees el otro”.

Se le pregunta que tiene de especial y le levanta el taparrabode la imagen; tiene pene y testículos. “Así veían losindígenas a Cristo, como un hombre”.

A donde se voltea la mirada, el visitante es atraído por unobjeto más llamativo que el anterior. El espejo que fue propiedadde María Félix y que está colgado en una pared, justo encima deun precioso comedor antiguo con sus platos y tasas para el té, olos radios antiguos en una habitación donde también hay pianos ymás espejos, el mostrador principal lleno de cámaras defotografía, miniaturas, juguetes, la pared llena de espadas yarmas de mano antiguas, un casco medieval, muñecas con la caradeteriorada o una imagen de un ángel…miles de cosas más.

“Esto es mi pasión a pesar de que tuve otros trabajos, fuipiloto aviador, ingeniero, soy feliz… ¿esposa?, no, gracias aDios no, nunca tuve quién me regañara o me quitara miscentavitos”.

Por Fernando Reyes

Un oficial de Tránsito marca el alto a los peatones yautomovilistas que bajan por la calle 5 de Mayo…algunos leencuentran parecido con Pedro Infante en su papel de “PedroChávez” en “A Toda Máquina”, sin embargo, el agente nomulta a los que no se detienen, en su lugar, marca el alto en laentrada de la Galería de Antigüedades 5 de Mayo, invitando acuriosear en el interior.

El propietario es el señor José Rodolfo Lugo, de 72 años deedad, queretano 100%.

“Buenas tardes, pásele, aquí tenemos ya 7 años que abrimosal público pero toda la vida he comprado antigüedades”, dice,pues a su madre le gustaban mucho y el desde niño admiraba eltrabajo de los artesanos; “antes con simples herramientas creabanmaravillas, eran artistas, siempre me encantó, sobre todo losmuebles antiguos”.

Al entrar en la tienda miles de objetos saltan a la vista, desderadios, cámaras fotográficas, muebles, espejos, monedas, figurasreligiosas, espadas y un sinfín de artículos. “Ya ni recuerdoque fue lo primero que compré, está difícil”, afirma donPedro.

Sin embargo, dice que los objetos más valiosos en el inventarioson 2; una moneda y un libro, ambos tan importantes y únicos queno están a la venta pues son “invaluables”.

El primero es un denario romano, fechado 200 años a.C (Antes deCristo). La moneda vale no tanto por la antigüedad sino que hubopoca acuñación, su valor es alto, eso lo hace muy rara yescasa.

El segundo objeto es un libro que perteneció a Porfirio Díaz yle fue obsequiado por la Baronesa de Wilson; “ese libro esúnico, no se vende, aparte mi hijo Gerardo lo quiere paraél”.

Sobre los precios del resto de las antigüedades, comenta quenada en la tienda es barato, “nada de chacharitas”, pues setrata de un “negocio para ricos”, donde se tienen pocosclientes pero que les gustan los artículos que pueden ir desde los500 mil al millón de pesos. “Salimos a buscar a las haciendas opueblos, otros artículos nos los traen contactos que tenemos osimplemente llegan aquí de manos de coleccionistas oclientes”.

Mientras habla, una persona entra a la tienda ofreciendo unaantigüedad. Un rostro de Cristo en madera, fechado en el año 1600y cuyo acabado lo hace parecer humano. Muestra interés encomprarlo y estima que de hacerlo, su precio al público seriaarriba de los 70 mil pesos.

“Aquí todo en pesos, nada en dólares, no quiero nada con losgringos, esos nomás saben de coca-cola, hotdogs y hamburguesas, noson como el turista europeo que es muy culto y conocedor, lo maloes que los mexicanos no lo son y por eso los gringos nos tratancomo ignorantes, el otro día que tenía una moneda de cuandoIturbide se coronó Emperador…la gente de aquí ni sabían quiénfue Iturbide”.

Sobre su objeto favorito de la tienda, uno esperaría que setratase de algo de valor muy elevado, sin embargo, se trata de unpequeño juguete japonés del año 1940. Es la figurita de unamadre loba quien le da biberón a su cachorro al accionar elmecanismo. “Todos los días juego con esto, me gusta mucho, esextraordinario”.

De pronto, alguien entra y ofrece un bastón de la masoneríaque fue propiedad de Benito Juarez...  “Ah caray, le digo queaquí entra de todo, a ver si nos quedamos con él, ese objeto esúnico en el mundo”.

¿Quiere ver algo especial?, mire, vea este Cristo que tengoaquí, fue elaborado en madera de patol por indígenas mexicanos ysolo hay 4 en el mundo, 2 andan por ahí, uno en el vaticano y estees el otro”.

Se le pregunta que tiene de especial y le levanta el taparrabode la imagen; tiene pene y testículos. “Así veían losindígenas a Cristo, como un hombre”.

A donde se voltea la mirada, el visitante es atraído por unobjeto más llamativo que el anterior. El espejo que fue propiedadde María Félix y que está colgado en una pared, justo encima deun precioso comedor antiguo con sus platos y tasas para el té, olos radios antiguos en una habitación donde también hay pianos ymás espejos, el mostrador principal lleno de cámaras defotografía, miniaturas, juguetes, la pared llena de espadas yarmas de mano antiguas, un casco medieval, muñecas con la caradeteriorada o una imagen de un ángel…miles de cosas más.

“Esto es mi pasión a pesar de que tuve otros trabajos, fuipiloto aviador, ingeniero, soy feliz… ¿esposa?, no, gracias aDios no, nunca tuve quién me regañara o me quitara miscentavitos”.

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