Uno de los puntos que causa molestia en la novela de Zorba, el griego es la posición del personaje respecto a las mujeres, a las cuales considera solamente como objetos de placer y deseo, para él las mujeres lo único que anhelan es romanticismo, amoríos y sexo, no les concede ninguna otra cualidad. Dice Zorba: “¿Qué cabe esperar de las mujeres? Que tengan hijos con el primer llegado. ¿Qué cabe esperar de los hombres? Que caigan en el lazo como chorlitos. ¡Apúntalo a la memoria, patrón!”
Luego narra cómo conoció a un ruso con el que hizo gran amistad y con el que a falta de entenderse mucho en el idioma para entenderse bailaban y bailaban. Éste le contó cómo entraron en Novorossisk, “cómo saquearon las tiendas, cómo asaltaron las casas y se llevaron a las mujeres. Al principio lloraban, las muy zorras, se arañaban y arañaban, pero poco a poco se iban domesticando, cerraban los ojos, y acababan por chillar de gusto … Mujeres, ¡vaya!”.
Es lamentable cómo el abuso y la violación sexual se justifican para Zorba de manera tan irresponsable, vulgar e inhumana. ¿Cómo puede justificarse un ataque de este tipo contra la voluntad de una mujer? Es inaudito, decepcionante, aunque entendible al interior del contexto de lo que la novela narra. Es posible que situaciones así se den en la realidad concreta, y puede suceder que muchas mujeres lo único que anhelen sean caricias y sexo, pero es injusto generalizarlo y pretender, como Zorba, que todas las mujeres es lo único que quieren. Igualmente, muchos hombres ven a las mujeres de la misma manera que Zorba, y las creen incapaces para cualquier otra cosa que no sea tener relaciones sexuales y parir hijos, pero es un asunto que tampoco puede generalizarse porque no todos los hombres piensan así.
Y no se trata de corregirle la plana a la novela de Nikos Kazantzakis, pero es necesario, aún desde un contexto totalmente diferente al de lo narrado en la novela y al tiempo en que se escribió, cuestionar la posición machista de Zorba. Quizá algunos piensen que para qué, que la novela es así y no va uno a corregirla, y en efecto no es la intención corregirla y mucho menos cancelarla. Viva la libertad de expresión. Lo único que hacemos es, desde el contexto actual, cuestionar ese machismo que tanto daña a la sociedad en su conjunto, y que incluso lleva a la criminalidad contra las mujeres. Desgraciadamente estamos viviendo tiempos de desapariciones, violencia física y psicológica, abusos, violaciones y asesinatos contra las mujeres por el solo hecho de serlo, y desafortunadamente estos crímenes, cuando menos en México, van en aumento. Entonces, no está de más señalar el punto y cuestionarlo con toda la fuerza para que, en la medida de nuestro alcance, los lectores de la novela reflexionen en que la actitud de Zorba contra las mujeres no es correcta. Baste con estas citas para dar cuenta de la posición de Zorba respecto al tema.
Pasando a otro punto mucho más vital, agradable y reivindicante, citaremos lo que representa el baile, danzar, para Zorba. De hecho, en la película que se filmó a partir de la novela, es la escena de la danza al pie de la playa la que se volvió icónica, un clásico. Esta es ya una película de culto, y sólo hay que ver cómo se desarrolla esta escena para entender porqué. Después de ver y conocer a Zorba en toda su dimensión y contradicciones, podemos apreciar parte del espíritu profundo que lo mueve, un tipo que vive como va, a todo pulmón, y la danza simboliza para él la vida misma. Personificando a Zorba podemos ver a un Anthony Quinn que, aunque ya grande de edad, se encuentra en plena forma, pues no cualquiera puede bailar este tipo de danza. El baile que ellos ejecutan nos muestra el valor de la alegría, de la amistad profunda, del cariño, de los ritos más ancestrales, de las viejas videntes griegas, de las danzas junto al fuego en las noches antiguas mientras las estrellas observaban desde el cielo..
Esta parte del texto nos cuenta cómo vivía la danza Zorba: “Entonces bailaré yo, patrón. Siéntate un poco más allá, que no te atropelle … De un brinco saltó afuera de la barraca, se quitó los zapatos, la chaqueta, el chaleco, arremangóse los pantalones hasta la rodilla hasta las rodillas y comenzó a bailar. La cara, aún sucia de carbón, parecía negra. Los ojos brillantes, blancos.
Entró en el torbellino de la danza dando palmadas, brincando luego, girando como una peonza en el aire, dejándose caer en elásticas flexiones de las piernas, volviendo a dar botes con las piernas dobladas, como si fueran de goma. Alzábase de repente en un impulso que parecía destinado a quebrantar las leyes de la naturaleza para echarse a volar. Advertíase en el carcomido cuerpo la lucha del alma por liberar a la carne y lanzarse con ella, como un meteoro, en las tinieblas.”
En otra parte nos cuenta Basil: “De pronto vi que Zorba se levantaba, se desvestía arrojando las ropas sobre el guijarral, y se lanzaba al mar. A ratos advertía a la luz de la naciente luna, la cabezota que salía del agua y volvía luego a desaparecer. De cuando en cuando lanzaba un grito, ladraba, relinchaba, cacareaba; su alma en la noche desierta retornaba hacia la vida animal”
En fin, ese es Zorba, el griego, el hombre rudo, salvaje, machista, que sin embargo, a la vez, es un hombre tierno, sensible, amoroso, que vive intensamente la vida, siempre en el momento presente, sin prejuicios. Zorba, el de las grandes ideas, el hombre que juega en la vida como un niño, el que sabe que todo es pasajero, que hay que gozar y disfrutar, el amante de la música, de la danza, de las mujeres, de la amistad, el hombre que no está esclavizado a nada, ni al trabajo ni al sistema ni a la historia. Zorba es un maestro de la vida, pero un maestro con el que hay que tener cuidado, que debe ser cuestionada como todo maestro, al que no se le puede seguir a ciegas, sino críticamente. Hay que aprender de él, de su amor por la vida, de su manera de vivir, pero alejarse de sus ideas machistas e irresponsables.
Y dado el trasfondo budista que atraviesa toda la novela, algunos han pensado que la síntesis más maravillosa sería un ser que fuera una especie de Zorba, el Buda.
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