Estaba ya en el suelo, cercenado,
yacía apenas con leve movimiento,
sólo esperaba que lo levantaran
y lo aventaran al solitario agujero.
Dio su vida por muchos y nunca pidió nada,
de pie atestiguó todo tipo de eventos,
llovió, salió el sol, la luna brilló
y él siempre disfrutó como un guerrero.
Por eso lo besé antes que partiera,
tomé sus ramas entre mis frescas manos,
me embriagué con los estertores de su aroma,
le agradecí y bendije y me sentí hechicero.
Todavía verde el follaje, pero seco su tronco,
se vino abajo con un fuerte aguacero,
no le hizo daño a nadie
vivió de pie y soportó certero.
Cayó en el tiempo y el momento justos,
como cae la pincelada de acuarela,
cantando su última canción se vino abajo,
también el viento alcanzó a silbar como un jilguero.
Se convertirá en polvo y lo repartirán
por todos lados, y será nutria,
flor, vapor que eleva, garza,
gota de lluvia, nuevo cuero.
Cuando posé mi boca en su follaje,
pude captar su ser cómo latía,
sintió mi beso y supo que en ese acto
iba lo que más quiero, árbol sincero.