/ sábado 19 de febrero de 2022

Arturo Meza llega hoy a Querétaro para celebrar 45 años en la música

El músico y compositor se presentará en el Teatro de la Ciudad a las 20:30 horas, con un concierto sinfónico, y mañana dará a conocer sus dos nuevos libros en el Museo de la Ciudad

Arturo Meza lleva 45 años caminando de aquí para allá con armónica y guitarra al hombro. Lejos de los grandes escenarios y lo mainstream, el también poeta se ha dedicado a viajar todo ese tiempo como un gitano: de pueblo en pueblo, de colonia en colonia, para compartir lo que él llama su “música ersal”, su propio universo sonoro.

Ahora regresa a Querétaro, una ciudad que ha visitado en más de una ocasión todo esos años, para celebrar el trabajo que ha hecho de manera independiente y a pie.

Se tratará de un concierto sinfónico, el único que realizará en el Bajío, y en el que será acompañado por una orquesta de cámara y la banda Chaneqes.

Tendrá lugar hoy en el Teatro de la Ciudad, donde en punto de las 20:30 horas, se presentará con un repertorio que incluye la obra sinfónica Suite Koradi (1985), además de rolas como De gesta siniestra, Marcha fúnebre /ojos muertos, El Hurácan, entre otras.

Al otro día del concierto, Arturo Meza presentará en el Museo de la Ciudad dos nuevos libros Lobo flor de puerco y Maquiaverlo para creerlo, que marcan una etapa dedicada completamente a la literatura. La cita es a las 12:00 horas en el Patio Morisco de este recinto.

En entrevista con DIARIO DE QUERÉTARO, el artista recuerda como ha sido su camino por la música, y habla sobre lo importante que ha sido la libertad creativa y el contacto directo con su público en todo ese trayecto.

Rock rupestre, folk, blues… yo sé que en más de una ocasión te han encasillado en estos u otros géneros, y que eso no te gusta. ¿Cómo podrías entonces describir lo que haces?

-Yo le llamo música Ersal que es un término que significa “mi propio universo”. Los poetas, que es de donde más bien yo provengo, tienen su propio universo; ellos mismos lo desarrollan y plasman (…) con la diferencia de que yo busco una música acorde a ese universo literario o poético que me emana, y es ahí donde caso a la música con la poesía. A mí en realidad no me gustan mucho las corrientes, o los estilos, las etiquetas, son muy peligrosas, yo jamás persigo la moda, me da flojera… no me gusta que me etiqueten y que me metan en un cajoncito.

Mucha gente describe tus canciones como crónicas de lo que sucede en las calles, en los lugares que nadie quiere voltear a ver, ¿a qué se debe esta perspectiva social en tus composiciones?

Creo que es formativo. Soy hijo de un médico y de una enfermera, por lo que mi mayor influencia es el dolor humano. Desde niño yo veía como entraban, del corredor a la sala de espera, pacientes de todo tipo: ensangrentados, lastimados, gente llorando, parturientas… y desde entonces me di cuenta que había algo afuera que entraba en casa. Mi casa era armónica pero fuera de ella había dolor. Eso me marcó. Así que, imitando un poco a mi padre, quien se dedicó de lleno a sanar el dolor humano a través de la Medicina, quise hacerlo pero través de la música y la poesía. Retrato ese dolor humano, pero no como para quedarnos en ese viaje de dolor sino para exorcizarlo, liberarlo, conocerlo, escudriñarlo, auscultarlo, meter el bisturí, diseccionarlo y sacar el cáncer. Hay muchas canciones mías que proponen eso: aventurarse a meterse en ese abismo para extirpar el dolor y salir convertido en colibrí o en una mariposa; salir adelante en la vida porque a eso hemos venido, a educarnos, a construir nuestro espíritu, a fortalecerlo.

Esto que mencionas, sobre extirpar el dolor, me recuerda a la producción en torno al trabajo musical de Manuel Ceja, como una manera en la que le rindes homenaje y buscas acompañarlo en su propio proceso de sanación.

Él fue mi maestro, por él estoy aquí haciendo música. Él fue quien me enseñó guitarra en un pueblito donde no había ni músicos ni instrumentos; llegó a mi vida por azares o bonitos causales del universo para que me educara en la música.

Ciertamente hicimos un disco en Torreón con sus canciones que se llama Vivir, amar y morir, es muy hermoso, sinceros sus cantos, también es muy dolido su sentimiento (…) ha sido muy difícil moverlo porque no tenemos los canales para llevarlo a radiodifusoras, pero ahí está el material y se está moviendo poco a poco.

Hablando sobre los canales de difusión, y a propósito de tus 45 años de trabajo en la música, ¿por qué nunca elegiste el camino de las grandes plataformas y la industria musical?

Me gusta mucho la cercanía con la gente, me gustan los públicos pequeños; los conciertos masivos se me hacen totalmente impersonales. Claro que hay grupos como Café Tacvba o la Maldita Vecindad que pueden hacer vibrar a cinco mil personas, ¡Qué maravilloso! Pero un músico como yo, con la guitarrita y la armónica es más difícil. Además soy más gitano, las compañías nunca me atrajeron en nada, se me hacía muy complicado, enredoso, peligroso inclusive. Empecé muy joven y aún así tuve la fortuna y la visión de que por ahí no era y jamás me acerqué a ellos. Después vi que a muchos los timaron. Y es que cuando no vendes cierta cantidad de discos, te dan la patada en el trasero y te dicen: “que te vaya muy bien” como pasó con Santa Sabina y la Maldita Vecindad: “Si no vendes, pues vas pa´ fuera”. Es muy denigrante eso, a mí se me hace más interesante generar algo propio, por eso inventé Gente de México en los años 80, una compañía que era un prototipo de independencia, de autogestión, de tener nosotros la sartén por el mango (…) Lamentablemente no hubo eco, muchos amigos no tenían ganas, no creían en ello y querían venderse a la industria y lo hicieron. Yo no, yo me mantuve ahí hasta la fecha, sin pasar por las grandes empresas trasquiladoras y devastadoras del arte.

¿Qué piensas sobre las plataformas musicales? ¿Realmente son una alternativa para la difusión, distribución y comercialización de la música?

Depende de la perspectiva que tenga tu trabajo. Si lo que quieres es ganar dinero, lo mejor es que te metas a vender tacos o droga; en mi caso no es así. Yo recurro a muchas áreas: hago literatura, música, pinto y también soy médico terapeuta. Mi afán no es enriquecerme con nada del arte. Aunque sí, las plataformas son interesantes para que te conozca mucha gente, (…) pero se me hace aún más interesante el “uno por uno”, que quien esté interesado que te busque, que te escriban inclusive al correo para pedirte discos. Lo mismo sucede cuando vas a comprar tus verduras y frutas al mercadito, vas a estos espacios locales en lugar de ir a una tienda donde la fruta llega verde y se madura con las luces artificiales y termina siendo pura basura. Lo mismo sucede con la música. Hay tanta en la red, que se pierde, se difumina, pierde el sabor… es muy difícil disfrutarla (…) Se me hace más rico que la gente vaya a tu concierto, allá en colonias “perdidas en el muladar”. Y que estén las 20 personas que realmente quieren escucharte… eso se me hace muy hermoso.

Como escritor, ¿qué has hecho en los últimos años?

Ahora estoy más dedicado a la literatura que a la música, ya dejé de grabar (…) De hecho vamos a presentar, a parte de Caminando en el viento, los más recientes: El cadáver del alma, Lobo flor de puerco y Maquiaverlo para creerlo; son fascinantes porque abordan temas sobre los que mucha gente prefiere no escribir ya porque “está tan moderno el mundo” que apuntan hacia otro lado.

¿De qué van las cuatro obras?

Caminando en el viento es una novela que tuvo mucha suerte y ganó un premio muy importante (premio Novela Ventosa-Arrufat y Fundación Elena Poniatowska Amor), que no se me otorgó porque se dieron cuenta de que ya estaba editado (…) pero gustó mucho y sigue gustando bastante y es síntoma de que vamos muy bien. Es un triunfo para la independencia y la creación artística sin presupuestos ni becas.

En El cadáver del alma me aventuré y escribí sobre la infancia de Rulfo, de su dolor; [busqué] extirpar y exorcizar su infancia que lo marcó definitivamente y de lo que él no quiso hablar mucho.

Y Lobo flor de puerco es una historia muy diversa que habla del dolor de los gitanos; su persecución y llegada a México; la situación del mundo circense en los pueblos y ranchos, y también se toca el tema de los apaches y su exterminio por las fuerzas norteamericanas con el apoyo de los mexicanos en pleno gobierno de Benito Juárez. Los avasallaron, exterminaron y sacaron de sus tierras para mandarlos a esos reducto que les crearon. Es una obra muy dolorosa, pero también cuenta con mucho humor y está narrado por un niño. El libro conecta también con El Diablero, lo que lo convierte en una obra fantástica, mítica y real.

Maquiaverlo para creerlo es un libro sobre la envidia, arranca en los setentas, en el tiempo que yo viví. Es todo ese ambiente, marcado por El Halconazo y el rock.

Su concierto tendrá lugar hoy a las 20:30 horas en el Teatro de la Ciudad. El costo de los boletos varía entre los 220 y los 385 pesos. Niñas y niños menores de 10 años entran gratis.

Las entradas se pueden adquirir a través del sistema Bommticket o en Maykos Rock Store, ubicado sobre Madero 195, Centro Histórico.


Arturo Meza lleva 45 años caminando de aquí para allá con armónica y guitarra al hombro. Lejos de los grandes escenarios y lo mainstream, el también poeta se ha dedicado a viajar todo ese tiempo como un gitano: de pueblo en pueblo, de colonia en colonia, para compartir lo que él llama su “música ersal”, su propio universo sonoro.

Ahora regresa a Querétaro, una ciudad que ha visitado en más de una ocasión todo esos años, para celebrar el trabajo que ha hecho de manera independiente y a pie.

Se tratará de un concierto sinfónico, el único que realizará en el Bajío, y en el que será acompañado por una orquesta de cámara y la banda Chaneqes.

Tendrá lugar hoy en el Teatro de la Ciudad, donde en punto de las 20:30 horas, se presentará con un repertorio que incluye la obra sinfónica Suite Koradi (1985), además de rolas como De gesta siniestra, Marcha fúnebre /ojos muertos, El Hurácan, entre otras.

Al otro día del concierto, Arturo Meza presentará en el Museo de la Ciudad dos nuevos libros Lobo flor de puerco y Maquiaverlo para creerlo, que marcan una etapa dedicada completamente a la literatura. La cita es a las 12:00 horas en el Patio Morisco de este recinto.

En entrevista con DIARIO DE QUERÉTARO, el artista recuerda como ha sido su camino por la música, y habla sobre lo importante que ha sido la libertad creativa y el contacto directo con su público en todo ese trayecto.

Rock rupestre, folk, blues… yo sé que en más de una ocasión te han encasillado en estos u otros géneros, y que eso no te gusta. ¿Cómo podrías entonces describir lo que haces?

-Yo le llamo música Ersal que es un término que significa “mi propio universo”. Los poetas, que es de donde más bien yo provengo, tienen su propio universo; ellos mismos lo desarrollan y plasman (…) con la diferencia de que yo busco una música acorde a ese universo literario o poético que me emana, y es ahí donde caso a la música con la poesía. A mí en realidad no me gustan mucho las corrientes, o los estilos, las etiquetas, son muy peligrosas, yo jamás persigo la moda, me da flojera… no me gusta que me etiqueten y que me metan en un cajoncito.

Mucha gente describe tus canciones como crónicas de lo que sucede en las calles, en los lugares que nadie quiere voltear a ver, ¿a qué se debe esta perspectiva social en tus composiciones?

Creo que es formativo. Soy hijo de un médico y de una enfermera, por lo que mi mayor influencia es el dolor humano. Desde niño yo veía como entraban, del corredor a la sala de espera, pacientes de todo tipo: ensangrentados, lastimados, gente llorando, parturientas… y desde entonces me di cuenta que había algo afuera que entraba en casa. Mi casa era armónica pero fuera de ella había dolor. Eso me marcó. Así que, imitando un poco a mi padre, quien se dedicó de lleno a sanar el dolor humano a través de la Medicina, quise hacerlo pero través de la música y la poesía. Retrato ese dolor humano, pero no como para quedarnos en ese viaje de dolor sino para exorcizarlo, liberarlo, conocerlo, escudriñarlo, auscultarlo, meter el bisturí, diseccionarlo y sacar el cáncer. Hay muchas canciones mías que proponen eso: aventurarse a meterse en ese abismo para extirpar el dolor y salir convertido en colibrí o en una mariposa; salir adelante en la vida porque a eso hemos venido, a educarnos, a construir nuestro espíritu, a fortalecerlo.

Esto que mencionas, sobre extirpar el dolor, me recuerda a la producción en torno al trabajo musical de Manuel Ceja, como una manera en la que le rindes homenaje y buscas acompañarlo en su propio proceso de sanación.

Él fue mi maestro, por él estoy aquí haciendo música. Él fue quien me enseñó guitarra en un pueblito donde no había ni músicos ni instrumentos; llegó a mi vida por azares o bonitos causales del universo para que me educara en la música.

Ciertamente hicimos un disco en Torreón con sus canciones que se llama Vivir, amar y morir, es muy hermoso, sinceros sus cantos, también es muy dolido su sentimiento (…) ha sido muy difícil moverlo porque no tenemos los canales para llevarlo a radiodifusoras, pero ahí está el material y se está moviendo poco a poco.

Hablando sobre los canales de difusión, y a propósito de tus 45 años de trabajo en la música, ¿por qué nunca elegiste el camino de las grandes plataformas y la industria musical?

Me gusta mucho la cercanía con la gente, me gustan los públicos pequeños; los conciertos masivos se me hacen totalmente impersonales. Claro que hay grupos como Café Tacvba o la Maldita Vecindad que pueden hacer vibrar a cinco mil personas, ¡Qué maravilloso! Pero un músico como yo, con la guitarrita y la armónica es más difícil. Además soy más gitano, las compañías nunca me atrajeron en nada, se me hacía muy complicado, enredoso, peligroso inclusive. Empecé muy joven y aún así tuve la fortuna y la visión de que por ahí no era y jamás me acerqué a ellos. Después vi que a muchos los timaron. Y es que cuando no vendes cierta cantidad de discos, te dan la patada en el trasero y te dicen: “que te vaya muy bien” como pasó con Santa Sabina y la Maldita Vecindad: “Si no vendes, pues vas pa´ fuera”. Es muy denigrante eso, a mí se me hace más interesante generar algo propio, por eso inventé Gente de México en los años 80, una compañía que era un prototipo de independencia, de autogestión, de tener nosotros la sartén por el mango (…) Lamentablemente no hubo eco, muchos amigos no tenían ganas, no creían en ello y querían venderse a la industria y lo hicieron. Yo no, yo me mantuve ahí hasta la fecha, sin pasar por las grandes empresas trasquiladoras y devastadoras del arte.

¿Qué piensas sobre las plataformas musicales? ¿Realmente son una alternativa para la difusión, distribución y comercialización de la música?

Depende de la perspectiva que tenga tu trabajo. Si lo que quieres es ganar dinero, lo mejor es que te metas a vender tacos o droga; en mi caso no es así. Yo recurro a muchas áreas: hago literatura, música, pinto y también soy médico terapeuta. Mi afán no es enriquecerme con nada del arte. Aunque sí, las plataformas son interesantes para que te conozca mucha gente, (…) pero se me hace aún más interesante el “uno por uno”, que quien esté interesado que te busque, que te escriban inclusive al correo para pedirte discos. Lo mismo sucede cuando vas a comprar tus verduras y frutas al mercadito, vas a estos espacios locales en lugar de ir a una tienda donde la fruta llega verde y se madura con las luces artificiales y termina siendo pura basura. Lo mismo sucede con la música. Hay tanta en la red, que se pierde, se difumina, pierde el sabor… es muy difícil disfrutarla (…) Se me hace más rico que la gente vaya a tu concierto, allá en colonias “perdidas en el muladar”. Y que estén las 20 personas que realmente quieren escucharte… eso se me hace muy hermoso.

Como escritor, ¿qué has hecho en los últimos años?

Ahora estoy más dedicado a la literatura que a la música, ya dejé de grabar (…) De hecho vamos a presentar, a parte de Caminando en el viento, los más recientes: El cadáver del alma, Lobo flor de puerco y Maquiaverlo para creerlo; son fascinantes porque abordan temas sobre los que mucha gente prefiere no escribir ya porque “está tan moderno el mundo” que apuntan hacia otro lado.

¿De qué van las cuatro obras?

Caminando en el viento es una novela que tuvo mucha suerte y ganó un premio muy importante (premio Novela Ventosa-Arrufat y Fundación Elena Poniatowska Amor), que no se me otorgó porque se dieron cuenta de que ya estaba editado (…) pero gustó mucho y sigue gustando bastante y es síntoma de que vamos muy bien. Es un triunfo para la independencia y la creación artística sin presupuestos ni becas.

En El cadáver del alma me aventuré y escribí sobre la infancia de Rulfo, de su dolor; [busqué] extirpar y exorcizar su infancia que lo marcó definitivamente y de lo que él no quiso hablar mucho.

Y Lobo flor de puerco es una historia muy diversa que habla del dolor de los gitanos; su persecución y llegada a México; la situación del mundo circense en los pueblos y ranchos, y también se toca el tema de los apaches y su exterminio por las fuerzas norteamericanas con el apoyo de los mexicanos en pleno gobierno de Benito Juárez. Los avasallaron, exterminaron y sacaron de sus tierras para mandarlos a esos reducto que les crearon. Es una obra muy dolorosa, pero también cuenta con mucho humor y está narrado por un niño. El libro conecta también con El Diablero, lo que lo convierte en una obra fantástica, mítica y real.

Maquiaverlo para creerlo es un libro sobre la envidia, arranca en los setentas, en el tiempo que yo viví. Es todo ese ambiente, marcado por El Halconazo y el rock.

Su concierto tendrá lugar hoy a las 20:30 horas en el Teatro de la Ciudad. El costo de los boletos varía entre los 220 y los 385 pesos. Niñas y niños menores de 10 años entran gratis.

Las entradas se pueden adquirir a través del sistema Bommticket o en Maykos Rock Store, ubicado sobre Madero 195, Centro Histórico.


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