Protegidos con arneses, cascos de seguridad, guantes y cubrebocas, tres artistas trepan por las tarimas de una alta estructura metálica, para continuar con las faenas que iniciaron hace dos meses en el Centro de Arte Emergente y Urbano (CAEU).
Ubicado en las inmediaciones del Centro Educativo y Cultural “Manuel Gómez Morín (CECEQ)”, el espacio forma parte del proyecto Distrito Alameda, el cual contempla la edificación de un polideportivo y estadio olímpico en el mismo sitio.
Como parte de su identidad visual, la organización Nueve Arte Urbano fue invitada para coordinar a diversos artistas locales que, retomando la historia y cultura nacional, intervinieran su infraestructura de manera colectiva.
Así fue que la organización contactó a los ‘escritores’ de grafiti Goal, Ryper y Goffe quienes en diálogo con la antropóloga, Estefanía Sandia –y demás integrantes del equipo–, retomaron símbolos de la mitología mesoamericana, bajo la misión de generar narrativas contemporáneas o “neomitologías” –como la agrupación las llama–, que fomenten la creatividad y el sentido de pertenencia entre la población.
El resultado fue el bocetaje de una serie integrada por tres macro murales exteriores que, unidos por el mismo hilo conductor, representan el renacimiento mexicano, la conciencia del artista y el impacto social de la experiencia creativa.
En un recorrido por las instalaciones del CAEU, el director general de Nueve Arte Urbano, Edgar Sánchez, explicó a BARROCO la iconología de las obras, comenzando por el mural que recibirá al público una vez que se inauguren las instalaciones del Distrito.
Renacimiento mexicano
Sobre la pared del nuevo edificio se descubren los rasgos de una mujer, cuyo cabello se expande en un universo coronado por la luna y diminutos cuerpos celestes. Entre los mechones una parvada de colibríes sobrevuela el pecho de la joven, convertido en un campo fértil de nopales. Sobre una de las pencas floreadas, a la altura de su corazón, una de las aves ha detenido su vuelo para decir: “Atlachinolli”; un vocablo en náhuatl que significa “agua quemada”, “agua preciosa” o “sangre”.
De acuerdo con Sánchez, el mural es una resignificación del escudo nacional, en cuya imagen “Huitzilopochtli aparece como un colibrí y no como un águila, y sin devorar una serpiente. En el Teocalli de la Guerra Sagrada –monolito mexica– la serpiente es en realidad un escrito en náhuatl (glifo) que dice: ‘Atlachinolli’ (…) que quiere decir ‘guerra florida’ o, en otras palabras: échale ganas, haz un esfuerzo con tus brazos y tu corazón para conquistar tu propio lugar en el mundo (…)”, asegura Sánchez.
Para el director, la reinterpretación y diálogo con estos antiguos símbolos –adoptados en el siglo XX para dar identidad a la nación–, permite no solo conocer el origen de la diversidad cultural del país, sino también generar nuevas narrativas más apegadas al contexto actual, en vías de su transformación.
“Es un momento de cambio profundo, no solamente por la pandemia, sino por muchas otras situaciones sociales y culturales que hay en México y en el mundo; entonces es momento de que removamos un poco los significados que tienen nuestros símbolos y que los revisitemos, que los resignifiquemos (…)”, argumenta, aseverando que este primer mural pone énfasis en el despertar consciente desde la identificación con el contexto sociohistórico, simbolizado a través del corazón vibrante (corazón de tuna) la búsqueda del crecimiento personal.
Consciencia del artista
Tal como lo hacían los tlacuilos en la época prehispánica –mujeres y hombres hábiles en el dibujo a quienes se les asignaba la labor de documentar su sociedad a través de códices, murales y esculturas–, Sánchez considera que los ‘escritores’ de graffiti y artistas urbanos actuales experimentan su trabajo.
“Desde el México antiguo, antes de que sucediera la invasión europea, ya teníamos un gremio de sabios que iban a la escuela de élite, el Calmécac (escuelas de Teotihuacán); donde estudiaban los símbolos que nos dan identidad. Ese conocimiento lo plasmaban en los códices, así como también en las esculturas de piedra y en las pirámides que estaban estucadas y tenían contenido narrativo. Este grupo de sabios se llamaban tlacuilos y, aunque ya no se nombren así, hoy son mujeres y hombres que estudian y desarrollan diferentes habilidades para elaborar símbolos y plasmarlos en murales, en cuadros o libros”, afirma el director.
Siguiendo esta línea es que explica la iconografía del segundo mural. Se trata de la representación de “Tloque Nahuaque”, la deidad principal de los pueblos náhuatl, el dios creador y ordenador de todas las cosas; figura que los artistas han retomado para simbolizar su quehacer y, al mismo tiempo, para invitar a sus homólogos a crear en este nuevo espacio.
“En los poemas de Nezahualcóyotl se hace una referencia a esta entidad llamada Tloque Nahuaque: el dueño del cerca y el lejos, donde nacen todos los dioses y todas las cosas del universo. Cuando vemos un ojo que flota en el vacío –como en el mural de los artistas– pensamos en que hay una consciencia en el vacío, eso sería el Tloque Nahuaque, de ahí (del vacío) explota toda la creación. Las manos de los creadores –también representadas en la misma obra– son las manos de las comunidades en red. Aquí tenemos una red –dice refiriéndose a la comunidad de artistas–, y lo que nos está diciendo (el mural) es que la red también es el círculo cromático y en el fondo de todo eso emana la consciencia pura (…) [Este segundo mural] es en ese sentido una invitación a los creadores de Querétaro y de México a que vengan a este edificio a crear con sus manos, con sus redes, con su consciencia”, apunta.
Trazos pendientes
Al lado Este del recinto, los muralistas culminarán la serie con la simbolización de los efectos sociales del acto creativo, utilizando como metáfora el nacimiento del sol en el horizonte cada amanecer.
Dentro del sol, los artistas representarán a un venado, adelanta el director, pues de acuerdo con él, se trata de un animal importante para muchas culturas originarias en el país como la chichimeca, presente también en el territorio queretano.
Para simbolizar su paso por la entidad, y su coexistencia con la etnia otomí, Sánchez agrega que el venado será pintado junto a una mujer ñäñho, quien “en sus manos va a estar confeccionando una muñeca en representación de la creadora (…) Así reuniremos a un elemento otomí y un elemento chichimeca, porque las culturas en Querétaro son chichimeca- otomíes”.
Deporte y artes emergentes
Detrás de este muro se encontrará el polideportivo y el CAEU, espacio que será conformado por un taller grafico, salón de danza, aula de medios digitales, sala de lectura, área de usos múltiples, galería de arte y un espacio para la creación.
Para entablar un diálogo visual entre su fachada y estos espacios, Nueve Arte Urbano decidió extender las “neomitologías” en su interior: “será como la Capilla Sixtina Queretana”, bromea el director señalando su corredor alargado y el techo alto de la recepción. Y es que al igual que la capilla del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, el recinto relatará a través de sus paredes y cubierta interna, “la creación” pero desde la perspectiva mexica.
La obra correrá a cargo del colectivo La Madriguera Gráfica, para quienes el encargo no será tarea fácil, pues en una extensión de 600 metros cuadrados –de techo y muros– representarán el origen de Tloque Nahuaque: deidad principal de los pueblos nahua, creador y ordenador de todas las cosas.
Siguiendo la mitología, en un extremo del techo de la sala pintarán la germinación de una semilla de maíz, mostrando a lo largo del mismo cómo va “creciendo y desarrollándose hasta conseguir su fruto. Del otro lado vamos a tener una semilla de cacao, que irá creciendo también hacia el centro (del recinto). Una vez en el centro, emanará el Tloque Nahuaque, quien luego se fraccionará en la pareja cósmica Ometecuhtli y Omecíhuatl. Ambos concebirán a los cuatro pilares del mundo; aquellos que sostienen el cielo sobre la tierra, los cuatro Tezcatlipocas: Xipe Tótec, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli”, explica, detallando que, aunque serán retomados de la cosmogonía nahua, serán reinterpretados desde la visión actual.
“Aparecerán ataviados como personas contemporáneas de barrio, así como en actitud de danza, utilizando los atributos de la deidad. Con esto lo que queremos hacer es que el público se asuma como alguno de ellos o como los cuatro, y que reconozca que tiene dentro de sí los atributos divinos para que se convenza de que, a través de la creatividad que se impulsa en este edificio (el Centro de Arte Emergente y Urbano), podrán desarrollar esos atributos divinos para crear cosas que transformen a la sociedad”.
De acuerdo con Sánchez, los murales del Centro de Arte Emergente y Urbano dialogarán con las obras del Museo de Arte Urbano de México (MARUM), ubicado a un costado del edificio, en el exterior del CECEQ.
Ambos proyectos sintetizan diez años de gestión cultural de Nueve Arte Urbano, una plataforma que ha buscado impulsar la plástica monumental en Querétaro, México y otras partes del mundo, desde las identidades locales y desde lo que el director llama la “neomitología mexicana”.
Al respecto, Sánchez adelanta que publicará un libro que dará cuenta de los más de mil 300 murales realizados en México, Canadá, Estados Unidos, España y Estonia, en el que se incluirán cerca de 500 fotografías, como las realizadas por la llamada “abuela del grafiti”: Martha Cooper.