De salero y garbo majestuoso
la chica se paseó aquí en mi pecho
dando mil vueltas en un tiempo moroso
cual si fuera de arroz o de afrecho.
Su sonrisa es de joven bien templada
su estampa a mano construida
su actitud la más bella contemplada
desde hace mucho tiempo en la mía vida.
Dice que quiere caminar a mi lado
le advierto que aunque lobo salvaje
la distancia es muy grande, y no le importa.
Mis ojos brillan, cae la tarde.
Lobo nocturno enternecido,
sólo puedo moverme entre los matorrales,
la luna brilla entera, blanquecina,
mientras se oye un murmullo entre arrabales.
Miro sus ojos, que son dos potestades,
deseo su boca como miel que escurre,
su risa, su actitud que evoca y me provoca,
vuelvo a mirar la luna, soy aullido.
Gran Dios, tu creación es perfecta,
me has dado grandes desafíos,
he sido afortunado, pues tú me has regalado
manantiales de amor que a bien porfío.
“¿Si te robara un beso?”, me pregunta,
quieto me quedo como estatua arpía,
pues si abriera la llave loco fuera
y ya no pararía hasta desmayarla.
Guardé en silencio la respuesta,
habitará en mi corazón como un secreto,
cuando ella abra la puerta cual adarga
la noche será larga, muy larga.