Caballos impetuosos, llenos de brío,
corriendo a campo abierto,
salvajes, sin rienda ni brida.
Su crin volando al viento
a paso de galope
sus ojos centelleantes.
Corren veloces, transitan
la ladera de un cerro,
son enormes sus ancas.
A toda prisa,
pero sin tocarme,
pasan junto a mí.
Como si esperaran algo
incluso me miran,
el líder de ellos me roza suavemente.
Me empuja con su hocico
y siento la fuerza de su respiración,
su pelo es pardo verdoso.
Casi me habla, me mira intensamente,
pero temo montarlo, me respeta
y vuelve a correr a fúlgido galope.
Son deslumbrantes. Uno tras otro desfilan
frente a mí, levantando agitadas nubes de polvo,
el sonido de sus patas en el suelo es una sinfonía
de Shostakóvich.
Caballos salvajes, amigos,
material de mis sueños, mensajeros,
camaradas sinceros.
Caballo verde bosque, poderoso,
inhalas y exhalas
como Brahma,
el Padre creador de Todo.