Censura y represión: el fenómeno teatral novohispano

Cartografía del tiempo y la memoria

Edgardo Moreno Pérez | Colaborador Diario de Querétaro

  · jueves 20 de abril de 2023

Moda femenina, siglo XVIII. Foto: Cortesía | Edgardo Moreno

El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma.

Bertolt Brecht

Con esta propuesta no pretendo llegar a conclusiones, se trata de una revisión general de algunos puntos temáticos para un estudio y análisis crítico referente al fenómeno teatral novohispano. La propuesta en todo caso es plantearnos nuevos cuestionamientos para trazar algunas posibles líneas de investigación.

Fray Antonio de Escaray, “predicador de su Majestad y Apostólico del Colegio y Misiones de Propaganda Fide de las Indias Occidentales, de la ciudad de Santiago de Querétaro”, escribió en 1691 un libro que consta de veintisiete capítulos: Vozes del Dolor nacidas de la multitud de pecados, que se cometen por lo trages profanos, afeytes, escotados y culpables ornatos […] en el Capítulo XXV se refiere a Las Farsas, y Representaciones profanas son ocasión de muchos pecados. En el Capítulo XXVI añade: Razón por que se ha tratado aquí el punto de las comedias. Anota Escaray: “Las farsas, que hoy se llaman comedias, y en otros tiempos se llamaban juegos escénicos, no tuvieron su origen de los discursos de los hombres, ni fueron inventadas por ellos; sus primeros autores fueron los demonios.”

Manos de titiritero. Ciudad de México, 1929. Foto: Cortesía | @mediateca.inah

Los trajes profanos

En este libro Escaray describe los trajes profanos, tanto de hombres como mujeres, y señala las telas, adornos y porte como “pecaminosos”. En el siguiente segmento vemos la estrategia que seguían para sacar a los comediantes de la ciudad. Respeto la ortografía de la época.*

[…] Me sucedió el año pasado de 1686. Dijóme un religioso lego deste Colegio, que habían venido a la Ciudad unos farsantes, que procurara estorbar las Comedias. Pedí licencia, y con un compañero el tercero día de Pascua de Resurrección de dicho año fuimos al corral, donde ya habían presentado dos comedias: y poniéndonos en la puerta con la modestia, silencio, y compostura posible, sacamos la imagen de un Crucifijo, y con ella en la mano estuvimos algún tiempo. A la novedad, y al ver en que pararía, concurrió alguna gente, y los farsantes, que nos preguntaron, ¿qué queríamos? A la primera, y segunda pregunta no respondimos, y a la tercera nos pareció debíamos responder.

Dije yo; Venimos a ver si se hace la Comedia. Los Comediantes nos respondieron; ay Padres míos, no son Vuestras Reverencias gente, que viene por acá a ver la Comedia. Proseguimos con nuestro silencio, y compostura. Los farsantes nos decían algunas cosas para que nos fuéramos, y toda su instancia era que no predicase. Yo callaba, y viendo que me apretaba mucho (si bien con cortesía) dije: No será el Sermón corto, durará hasta que anochezca. Conjuro fueron estas palabras, pues no quedó Comediante, ni comediante, que no salieran del patio, y se fuesen a su casa. […] La demás gente, que había venido a la Comedia, se quedaron mirándonos sin salir del patio, y nosotros estuvimos con el mismo silencio, y compostura, hasta las cinco de la tarde, que rezamos el Rosario allí a la Reina de los Ángeles, y su Letanía con mucha devoción y lágrimas de la gente.

Edgardo Moreno es autor del libro “Vuelo y andanzas por los barrios de Santiago de Querétaro”, en el que hace un repaso por la historia de la ciudad. Foto: Archivo | Diario de Querétaro

Viendo que el concurso de la parte de la calle era grande, Salí fuera y prediqué más de una hora. Fue la conmoción y lágrimas sin igual, y muchos decían: Mejor es esto que la Comedia. En fin los farsantes dejaron de presentar, y hasta ahora (para honra y gloria de Dios) no ha habido Comedias, y se han estorbado muchas culpas, que acarrean semejantes ocupaciones: mejor diré iniquidades”.

Reflexión

La censura en todos sus matices, como un instrumento de control y de poder, aplicado por las autoridades eclesiásticas y civiles sobre las representaciones teatrales, es una veta para conocer los entretelones de las artes escénicas en la Nueva España. Se trataba por supuesto de preservar los valores sociales, políticos y morales vigentes; para lo cual las regulaciones emitidas por las ordenanzas establecían mecanismos para la supervisión del tiempo de ocio y recreación y desde luego acotar las ideas heterodoxas. El texto de Fray Antonio de Escaray nos muestra la desaprobación de actividades teatrales y festejos que pudieran trastocar el orden y las mentalidades del rebaño. Reglamentos, mandatos, normas, edictos, instrucciones, inspecciones fueron cada vez más controladoras en los siglos posteriores.

Los elementos no verbales en el espectáculo y el entorno que lo rodeaba fueron también un punto de atención: cantos, bailes, gestualidad, miradas y movimientos -que podían ser tomados como lascivos-, el vestuario de artistas y del público. Por parte de los dramaturgos y actores a pesar de la censura, buscaron la manera de trasgredir y provocar de manera ingeniosa, una forma de insubordinación al orden hegemónico. Ya lo dijo B. Brecht: “Si la gente quiere ver sólo las cosas que pueden entender, no tendrían que ir al teatro: tendrían que ir al baño”.

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Las farsas, que hoy se llaman comedias, y en otros tiempos se llamaban juegos escénicos, no tuvieron su origen de los discursos de los hombres, ni fueron inventadas por ellos; sus primeros autores fueron los demonios.

Fray Antonio de Escaray, 1691.

Desde Anbanica - Teocalhueyacan.

Abril de MMXXIII.