Censurar o no censurar. El caso Céline. I

Alfonso Franco Tiscareño

  · miércoles 9 de mayo de 2018

Estoy leyendo después de muchos años el libro De un castillo a otro (1957), del autor francés Louis-Ferdinand Céline, que básicamente trata de un pasaje de la vida del escritor durante su estancia en el castillo de Sigmaringen, durante el periodo en que las hordas hitlerianas estaban a punto de perder la llamada Segunda Guerra Mundial, y metieron en este castillo a sus principales aliados colaboracionistas franceses, entre ellos Céline. Como se recordará los nazis invadieron Francia, y muchos franceses, por diversas razones, decidieron apoyar la invasión, y colaborar con los alemanes. Se les llamó colaboracionistas.

Toda la plana mayor de ellos fue enclaustrada en el castillo mientras se definían las últimas batallas en que los nazis aún tenían esperanzas de reponerse y triunfar. Cuando Alemania estaba a punto de perder, el autor se fugó del castillo con rumbo a Dinamarca, y una vez que los países aliados ganaron la guerra, Céline fue apresado y luego indultado por una amnistía durante el mandato de Charles De Gaulle. De todas esas peripecias trata De un castillo a otro, desde la óptica del escritor que colaboró con las fuerzas invasoras. Celine colaboró junto con muchos otros, de diversas clases sociales, con los nazis que invadieron y dominaron a Francia durante la guerra.

Se ha vuelto a hablar mucho de Céline, sobre todo últimamente, desde que la prestigiada editorial francesa Gallimard, se propuso reeditar los textos panfletarios titulados Bagatelles pour un massacre, L’École des cadavres, Les Beaux Draps. Y es por esto que últimamente se ha hablado, escrito y discutido mucho, sobre todo en Europa, y en Francia en particular, sobre si es correcto reeditar estos panfletos tan criticados y discutidos, textos que contienen un alto grado de racismo y antisemitismo. Se discute mucho si libros de ese tipo deben ser reeditados, si son un peligro para las nuevas generaciones, si pueden influir negativamente, si es un error, una locura, intentarlo. Acaso una provocación del editor Gallimard.

Todo esto me llevó a releer el libro De un castillo a otro y, muchas décadas después de la primera lectura, noto aspectos en los que vale la pena detenerse. La primera vez que leí el libro se me hizo muy difícil, complejo. No tenía ni la edad, ni los elementos históricos, contextuales, e ideológicos para entenderle. Esta vez, estuve captando diversos aspectos que ahora señalo. Observo el estilo tan celebrado de Céline, una prosa permanentemente entrecortada, llena de puntos suspensivos, sin una trama a desarrollar, compuesta de episodios sueltos que sólo la lectura completa del texto permite hilar en un discurso temático coherente y entendible.

Pero, esa apariencia de que no se habla de nada concreto, de que se salta de un tema a otro, obedece a una muy personal forma de narrar, y ese estilo vigoroso y propio es el que da a Céline un lugar primordial en la literatura francesa del siglo XX. Aunque sí hay que señalar que junto a estas características estilísticas, el texto carece del menor análisis de los hechos por parte de Celine, no existe la más mínima autocrítica. No hay una explicación de por qué apoyó a los nazis, de por qué se involucró con ellos, de por qué los prefirió a su propio país, de qué esperaba. Se pueden desarrollar algunas inferencias, pero no hay respuesta explícita a estas preguntas que se puedan afirmar a partir de lo escrito por Céline en el libro. Se le admira a Céline por el estilo y la innovación, pero esto no pueden serlo todo; detrás de la fachada rimbombante y novedosa del estilo puede haber cuerpos pudriéndose, puede haber ideas nefastas, propuestas insensatas. El trabajo de Celine está reconocido como una obra maestra, tanto por la forma como por el contenido. A pesar de saber que Celine era un racista antisemita, está reconocido como un genio y un revolucionario de la literatura. Su novela Viaje al fin de la noche, está considerada como una obra maestra, por ejemplo.

En De un castillo a otro todo está personalizado en Céline, todo es él. No hay historia de los acontecimientos, ni contexto, ni otros personajes relevantes, todos aparecen apenas dibujados, bocetados, casi borrados. No hay nazis ni culpas ni tragedias, ni crímenes, ni tortura, ni campos de concentración, ni holocausto. Sólo los sufrimientos de Céline por el exilio, el encarcelamiento, el robo de sus pertenencias -incluidos manuscritos-, lamentos por su situación profesional, un médico sin auto, un médico pobre, en la miseria. Sólo él, luego él y sí queda algo él.

Lo que sí podemos preguntarnos y reflexionar es cuántas personas quedarían, entre los vencidos del pueblo alemán, por la razón que fuera, en esta condición de indefensión. Recuerda un poco, aunque aquella situación fue mucho más grave y abusiva, la condición en que quedó Alemania después de la primera guerra mundial, y cuyos abusos provocaron el enorme resentimiento y deseos de venganza que fue el caldo de cultivo para la posterior aparición de los nazis.

Céline toca el delicado tema de la venganza desde el poder ganador, disfrazada de justicia; o dicho de otro modo, cuando la aplicación de la justicia sólo oculta los ánimos de venganza. Hay que aplicar un escarmiento dando satisfacción a la masa que siempre quiere sangre y espectáculo. Es decir, del lado de los vencedores escasea la ética. Amparados en el derecho y en las leyes, se ejecuta una venganza, y en esta vorágine, qué hombre se puede parar a exigir la aplicación irrestricta de la justicia presente, sin que se le cuestione haber sido un traidor y vendido, como se le calificó a Céline. Antes libró la pena de muerte, que en cambio sí le aplicaron a muchos más, acusados de alta traición. Él se salvó de que lo involucraran en crímenes, aunque corrió el peligro de pasar a ser eliminado.

La visión de Céline es parcial, egoísta , ensimismada, unilateral, sin contexto. Alguien puede argumentar que no es necesario desarrollar estos elementos en una novela, pero surgen varias preguntas: ¿es De un castillo a otro una novela? Aunque no requiriera de esos elementos, dado el tema que aborda, sí tendría que tener parámetros que permitieran una revisión crítica de su circunstancia. Esos elementos son los que construyen las grandes obras literarias, no como panfletos, pero sí como narrativas complejas que involucran elementos de la totalidad en que se inscribe el discurso para poder entenderlo, y si posee elementos críticos y autocríticos, eso le da mayor amplitud de criterio a una obra. A fin de cuentas, no existe la neutralidad ni la objetividad. Toda narrativa es una toma de posición ante el mundo y sus circunstancias.

Las posiciones racistas y antisemitas de Céline le generaron muchos problemas en vida, y siguen generando rechazo y críticas décadas después, y no sin razón. ¿Cómo justificar esas posiciones retrógradas, peligrosas y que atentan contra la libertad, la vida y bienestar de millones de personas? Por eso es que ahora que el editor Gallimard se propuso reeditar los panfletos racistas de Céline se generó una gran discusión y salieron a relucir distintas posiciones al respecto. Posturas que es necesario revisar y reflexionar alrededor de ellas por la importancia e influencia que tienen tanto en el presente, como su incidencia en la construcción del porvenir.

https://escritosdeaft.blogspot.mx