/ miércoles 23 de mayo de 2018

Censurar o no censurar. El caso Céline. III y último

Queda claro que en De un castillo a otro, Louis-Ferdinand Céline, nunca asume una responsabilidad por sus actos como colaborador de la barbarie nazi. Se describe a sí mismo como una víctima, mártir, atropellado por la injusticia de los vencedores. Es un hombre sin un gramo de autocrítica. ¿Para qué describe el autor sus vivencias en el castillo de Sigmaringen? ¿Para dejar un testimonio histórico? ¿Para evaluar críticamente los acontecimientos? ¿Para dejar constancia a las generaciones futuras? No, dice que escribe por necesidad. ¿Necesidad de artista? No, necesidad de tener dinero para pagar el gas, las zanahorias, las biscotas (p.122). Dice que no hay ego en él, incluso encuentra la labor de escribir como algo indecente, presuntuoso, narcisista. Señala que a los escritores sólo les importa si los han leído. En cambio él, por sus escritos, sólo ha recibido odio y rencor, persecución y censura.

Para entender mucho del contexto del libro De un castillo a otro, y de la actitud auto exculpatoria e irónica de escritor, habría que responder a las preguntas de ¿cuál fue realmente la participación de Céline con los nazis en Francia? ¿En qué actos participó? ¿Cuál era su ideología? ¿Cuál su praxis política?

Céline es un maestro de la ironía amarga, de la burla, con un estilo único de escritura, diferente, propio, con una prosa avasallante, que se te echa encima. Utiliza la puntuación como herramienta lúcida, útil y filosa, trepidante…tres puntos suspensivos…signos de admiración…tres puntos…diálogos cortos y precisos…sin rodeos…

Respecto a los abusos que sufrió Céline como parte de los perdedores de la Segunda Guerra Mundial, es necesario señalar que ¿no basta con aplicar la ley al que cometió un delito? ¿Es ingenuo pedir esto? ¿O acaso junto a la aplicación de la ley es necesaria una dosis de venganza para mostrar que más allá de la ley hay otras formas existentes y necesarias para que entiendas el mensaje?¿es necesaria una dosis de violencia extra, de venganza, incluso como prevención a futuro? Dice Céline:“¡No era de extrañar! Me habían advertido que estaban robando todo ¡mi casa! ¡Vendiendo a la almoneda! (…) …desde entonces, y sabiendo esto ¿a dónde iba a ir?¡la gran saciedad de venganza!” (p. 125)

Céline indica que muchos en la calle lo señalaban, se burlaban de él, lo atosigaban. Siempre viene a mi mente el libro de El asesinato de Cristo, de Wilhelm Reich, en donde podemos ver ilustradas todas estas circunstancias donde la masa se ensaña con el caído. La plaga emocional, la llamó Reich. Y muchas veces, las autoridades no pueden o no quieren hacer nada para frenar los ímpetus de las masa. Por ejemplo, está el caso de Poncio Pilatos, que por no verse involucrado, o incluso acusado y castigado por parecer protector de Cristo, mejor se lava las manos para librarse y sobrevivir. Cristo era inocente, Céline, no.

Otro asunto a desarrollar, es el odio y aversión que Céline tomó contra Jean Paul Sartre, François Mauriac, André Malraux y Louis Aragon. ¿Cuál y cómo fue su relación con estos autores? Por ejemplo, con respecto a Mauriac, he encontrado en internet cartas que Céline le dirigió, donde le expresaba su admiración, ¿qué sucedió después?

Y qué decir de su odio brutal a Gaston Gallimard, su editor (p.127). Un odio irracional, acrítico, envidioso, vengativo. Todos ellos, Sartre, Malraux, Mauriac, Aragon, (p.128), ¿qué le hicieron? ¿qué le debían? ¿o los atacaba por estar libres, por haber estado del lado de los que ganaron la guerra, o por no haber compartido la criminal ideología nazi? Para Céline ganó la guerra el que pudo ganarla, y no son muy diferentes los vencedores de los vencidos. Son prácticamente iguales. Y cita como ejemplo el de Luis IX, San Luis, -un vencedor y fundador de Francia-, quien también actuó autoritaria y arbitrariamente sobre los vencidos, al convertir por la fuerza al catolicismo a miles de judíos en los orígenes de esta nación.

Respecto a sus anécdotas del castillo de Sigmaringen, algunas veces éstas parecen nimias, superficiales, nada de fondo… luego sí, se rescata algo… quizá… pero poco… una crítica muy en su estilo, amargada, dejando filos sin desarrollar, y siempre con ausencia de autocrítica. En cambio, su ira sí alcanza a Harry S.Truman y a José Stalin, y con razón (p.138), pero ¿por qué no a Hitler y a los nazis? Céline se limita a relatar sus vivencias en el castillo de Sigmaringen, el hambre, el frío, algunas cuestiones del ambiente.

También hay una ruda crítica a la monarquía de los Hohenzollern, fundadores y habitantes del castillo, a sus antecedentes, a su pasado, al que no baja de criminal, abusivo, pérfido. Esta dinastía está ligada desde su origen al crimen, a la corrupción, a la trampa, a las conductas degeneradas en lo sexual, señala Céline. Nos cuenta los avatares de los mil 142 refugiados por Hitler ahí, hacinados y padeciendo las diferencias de clase y de jerarquías de una manera brutal. Mientras el mariscal Philippe Pétain y sus más cercanos se atiborran de comida y viven entre comodidades, los demás colabos (p.157), -como se les llamó a los colaboracionistas- pasaban hambre, frío, enfermedades, y sobrevivían en condiciones altamente insalubres. Las críticas, burlas e ironías a los asilados provenientes de Vichy, son implacables y abarcan a todos por igual, desde el mariscal hasta los más insignificantes habitantes del castillo. Y ya puesto en su presente histórico, Céline nunca cita las causas por las que los colaboracionistas están ahí enclaustrados, parece como si de la nada, alguna mano maligna los hubiera hacinado ahí para sufrir un poco.

Y digo un poco porque ese sufrimiento no fue nada respecto al de los pueblos oprimidos por los nazis, que Céline nunca tiene en consideración; un sufrimiento pequeño en Sigmaringen respecto al sufrimiento de los emigrados, los asilados, los presos, los perseguidos, los capturados, los torturados, los arrancados a sus familias, los sometidos a trabajos forzados, los enjaulados en campos de concentración, los asesinados a mansalva, los muertos de hambre y de frío, de tristeza, soledad y desesperación. Estos sufrimientos le importan un comino a Céline, nunca es considerado, compasivo, lo cual refleja a un hombre profundamente egoísta, sin la más mínima empatía, sin el más mínimo asomo de solidaridad, sin un mínimo de respeto por la leyes de guerra. En De un castillo a otro, Celine sigue siendo el colaboracionista fracasado, vencido, con algunos penurias, acaso víctima de venganzas sin justificación, pero en él no hay el más mínimo arrepentimiento o disculpa por lo que sucedió, por lo sufrientes, por los pueblos destrozados. No hay una palabra, una lágrima, un duelo, nada. Sólo él y sus sufrimientos; sólo él y su egoísmo; sólo él y su inhumanidad. Es buen signo que a Céline le haya dolido la muerte de sus animales, su gato, su perra, pero de los humanos asesinados por los nazis… nada, ni un lamento, ni un sollozo, ni una lágrima.

Sólo contemplamos al Céline, amargado, derrotado, vencido, humillado y fracasado, antisemita, racista. De un castillo a otro viene a ser una prueba palpable de todo lo señalado. Ese es su triste valor, un monumento al egoísmo sin conciencia, un monumento de letras y estilo al servicio del odio y la revancha frustrada. Un libro oscuro, tétrico, que queda como prueba de lo que no debe hacerse, de la falta de valores humanos amorosos y compasivos. Un libro necesario para documentar la existencia plena de la maldad humana.

Hoy, ante el creciente avance de los movimientos derechistas en el mundo, es necesario publicar notas periodísticas, artículos, ensayos, libros, que adviertan de las consecuencias que pagan los pueblos por adherirse a ideologías reaccionarias, populistas. Es mejor enfrentar la situación que negarla, pretender ocultarla o hacerse de la vista gorda sólo generará más problemas.

En síntesis, creo que es mejor publicar los panfletos de Céline, acompañados del debido aparato crítico. Creo, también, que es mejor el diálogo critico que la censura. Y que siempre será mejor estar informado y educado, que vivir en la ignorancia , el fanatismo y la ceguera intelectual. Liberté, égalité, fraternité.

* Todas las citas provienen del libro De un castillo a otro, deLouis-Ferdinand Céline. Ed. Bruguera. 1ª.ed. España. 1978

https://escritosdeaft.blogspot.mx

Queda claro que en De un castillo a otro, Louis-Ferdinand Céline, nunca asume una responsabilidad por sus actos como colaborador de la barbarie nazi. Se describe a sí mismo como una víctima, mártir, atropellado por la injusticia de los vencedores. Es un hombre sin un gramo de autocrítica. ¿Para qué describe el autor sus vivencias en el castillo de Sigmaringen? ¿Para dejar un testimonio histórico? ¿Para evaluar críticamente los acontecimientos? ¿Para dejar constancia a las generaciones futuras? No, dice que escribe por necesidad. ¿Necesidad de artista? No, necesidad de tener dinero para pagar el gas, las zanahorias, las biscotas (p.122). Dice que no hay ego en él, incluso encuentra la labor de escribir como algo indecente, presuntuoso, narcisista. Señala que a los escritores sólo les importa si los han leído. En cambio él, por sus escritos, sólo ha recibido odio y rencor, persecución y censura.

Para entender mucho del contexto del libro De un castillo a otro, y de la actitud auto exculpatoria e irónica de escritor, habría que responder a las preguntas de ¿cuál fue realmente la participación de Céline con los nazis en Francia? ¿En qué actos participó? ¿Cuál era su ideología? ¿Cuál su praxis política?

Céline es un maestro de la ironía amarga, de la burla, con un estilo único de escritura, diferente, propio, con una prosa avasallante, que se te echa encima. Utiliza la puntuación como herramienta lúcida, útil y filosa, trepidante…tres puntos suspensivos…signos de admiración…tres puntos…diálogos cortos y precisos…sin rodeos…

Respecto a los abusos que sufrió Céline como parte de los perdedores de la Segunda Guerra Mundial, es necesario señalar que ¿no basta con aplicar la ley al que cometió un delito? ¿Es ingenuo pedir esto? ¿O acaso junto a la aplicación de la ley es necesaria una dosis de venganza para mostrar que más allá de la ley hay otras formas existentes y necesarias para que entiendas el mensaje?¿es necesaria una dosis de violencia extra, de venganza, incluso como prevención a futuro? Dice Céline:“¡No era de extrañar! Me habían advertido que estaban robando todo ¡mi casa! ¡Vendiendo a la almoneda! (…) …desde entonces, y sabiendo esto ¿a dónde iba a ir?¡la gran saciedad de venganza!” (p. 125)

Céline indica que muchos en la calle lo señalaban, se burlaban de él, lo atosigaban. Siempre viene a mi mente el libro de El asesinato de Cristo, de Wilhelm Reich, en donde podemos ver ilustradas todas estas circunstancias donde la masa se ensaña con el caído. La plaga emocional, la llamó Reich. Y muchas veces, las autoridades no pueden o no quieren hacer nada para frenar los ímpetus de las masa. Por ejemplo, está el caso de Poncio Pilatos, que por no verse involucrado, o incluso acusado y castigado por parecer protector de Cristo, mejor se lava las manos para librarse y sobrevivir. Cristo era inocente, Céline, no.

Otro asunto a desarrollar, es el odio y aversión que Céline tomó contra Jean Paul Sartre, François Mauriac, André Malraux y Louis Aragon. ¿Cuál y cómo fue su relación con estos autores? Por ejemplo, con respecto a Mauriac, he encontrado en internet cartas que Céline le dirigió, donde le expresaba su admiración, ¿qué sucedió después?

Y qué decir de su odio brutal a Gaston Gallimard, su editor (p.127). Un odio irracional, acrítico, envidioso, vengativo. Todos ellos, Sartre, Malraux, Mauriac, Aragon, (p.128), ¿qué le hicieron? ¿qué le debían? ¿o los atacaba por estar libres, por haber estado del lado de los que ganaron la guerra, o por no haber compartido la criminal ideología nazi? Para Céline ganó la guerra el que pudo ganarla, y no son muy diferentes los vencedores de los vencidos. Son prácticamente iguales. Y cita como ejemplo el de Luis IX, San Luis, -un vencedor y fundador de Francia-, quien también actuó autoritaria y arbitrariamente sobre los vencidos, al convertir por la fuerza al catolicismo a miles de judíos en los orígenes de esta nación.

Respecto a sus anécdotas del castillo de Sigmaringen, algunas veces éstas parecen nimias, superficiales, nada de fondo… luego sí, se rescata algo… quizá… pero poco… una crítica muy en su estilo, amargada, dejando filos sin desarrollar, y siempre con ausencia de autocrítica. En cambio, su ira sí alcanza a Harry S.Truman y a José Stalin, y con razón (p.138), pero ¿por qué no a Hitler y a los nazis? Céline se limita a relatar sus vivencias en el castillo de Sigmaringen, el hambre, el frío, algunas cuestiones del ambiente.

También hay una ruda crítica a la monarquía de los Hohenzollern, fundadores y habitantes del castillo, a sus antecedentes, a su pasado, al que no baja de criminal, abusivo, pérfido. Esta dinastía está ligada desde su origen al crimen, a la corrupción, a la trampa, a las conductas degeneradas en lo sexual, señala Céline. Nos cuenta los avatares de los mil 142 refugiados por Hitler ahí, hacinados y padeciendo las diferencias de clase y de jerarquías de una manera brutal. Mientras el mariscal Philippe Pétain y sus más cercanos se atiborran de comida y viven entre comodidades, los demás colabos (p.157), -como se les llamó a los colaboracionistas- pasaban hambre, frío, enfermedades, y sobrevivían en condiciones altamente insalubres. Las críticas, burlas e ironías a los asilados provenientes de Vichy, son implacables y abarcan a todos por igual, desde el mariscal hasta los más insignificantes habitantes del castillo. Y ya puesto en su presente histórico, Céline nunca cita las causas por las que los colaboracionistas están ahí enclaustrados, parece como si de la nada, alguna mano maligna los hubiera hacinado ahí para sufrir un poco.

Y digo un poco porque ese sufrimiento no fue nada respecto al de los pueblos oprimidos por los nazis, que Céline nunca tiene en consideración; un sufrimiento pequeño en Sigmaringen respecto al sufrimiento de los emigrados, los asilados, los presos, los perseguidos, los capturados, los torturados, los arrancados a sus familias, los sometidos a trabajos forzados, los enjaulados en campos de concentración, los asesinados a mansalva, los muertos de hambre y de frío, de tristeza, soledad y desesperación. Estos sufrimientos le importan un comino a Céline, nunca es considerado, compasivo, lo cual refleja a un hombre profundamente egoísta, sin la más mínima empatía, sin el más mínimo asomo de solidaridad, sin un mínimo de respeto por la leyes de guerra. En De un castillo a otro, Celine sigue siendo el colaboracionista fracasado, vencido, con algunos penurias, acaso víctima de venganzas sin justificación, pero en él no hay el más mínimo arrepentimiento o disculpa por lo que sucedió, por lo sufrientes, por los pueblos destrozados. No hay una palabra, una lágrima, un duelo, nada. Sólo él y sus sufrimientos; sólo él y su egoísmo; sólo él y su inhumanidad. Es buen signo que a Céline le haya dolido la muerte de sus animales, su gato, su perra, pero de los humanos asesinados por los nazis… nada, ni un lamento, ni un sollozo, ni una lágrima.

Sólo contemplamos al Céline, amargado, derrotado, vencido, humillado y fracasado, antisemita, racista. De un castillo a otro viene a ser una prueba palpable de todo lo señalado. Ese es su triste valor, un monumento al egoísmo sin conciencia, un monumento de letras y estilo al servicio del odio y la revancha frustrada. Un libro oscuro, tétrico, que queda como prueba de lo que no debe hacerse, de la falta de valores humanos amorosos y compasivos. Un libro necesario para documentar la existencia plena de la maldad humana.

Hoy, ante el creciente avance de los movimientos derechistas en el mundo, es necesario publicar notas periodísticas, artículos, ensayos, libros, que adviertan de las consecuencias que pagan los pueblos por adherirse a ideologías reaccionarias, populistas. Es mejor enfrentar la situación que negarla, pretender ocultarla o hacerse de la vista gorda sólo generará más problemas.

En síntesis, creo que es mejor publicar los panfletos de Céline, acompañados del debido aparato crítico. Creo, también, que es mejor el diálogo critico que la censura. Y que siempre será mejor estar informado y educado, que vivir en la ignorancia , el fanatismo y la ceguera intelectual. Liberté, égalité, fraternité.

* Todas las citas provienen del libro De un castillo a otro, deLouis-Ferdinand Céline. Ed. Bruguera. 1ª.ed. España. 1978

https://escritosdeaft.blogspot.mx

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