En medio y en contra de un mare mágnum de comedias superficiales que sólo buscan vender, y de estandoperos-bulleros de comicidad adolescente; surge un espectáculo maduro, de comedia fina, con profundidades en tema y trama, con alcances de realismo psicológico: esto último es “Cheilor Mun”. Un unipersonal teatral, donde la actuación de Ernesto Galán, se engalana reuniendo las cualidades que Eric Bentley consideraba poseía el Artista cómico: una doble disposición: por un lado una “Voluptuosidad de vida” un “apetito evolutivo”, un “ansia por vivir” y por otro una aguda y atormentada consciencia de los obstáculos que se interponen en su camino por conseguirlo. Estos talantes están implícitos en la visión de todo Artista mexicano que goce de una inteligencia arriba del promedio y además están presentes en toda ejecución de Actores Artistas que ejecuten la Comedia con la habilidad de un comediante maduro como es el caso de Ernesto Galán que además se estrena como dramaturgo con este espectáculo.
Además, como diría Bentley, la comedia se ubica al otro lado de la desesperación adolescente que puede aparecer al percibir los obstáculos de la vida. La comedia ha superado este estado, es un género adulto, no es un visceral golpe al rostro del oponente como la farsa; “la comedia… es más sutil, también es más compleja”. Hacia ahí lleva Uriel Bravo, a este nuevo proyecto, donde mancuerna cabalmente con su actor para entregarnos “Cheilor Mun”, que como ya nos tiene acostumbrados a lo largo de su carrera como Director: es un espectáculo siempre profundo, siempre ácido e inteligente, tocando o provocando varias capas de significación en cada signo, en cada texto; pero siempre gozoso y digerible.
Como espectador Cheilor Mun me colocó en la Fantasía que Sailor Moon provocó en la infancia del protagonista como mecanismo psicológico de vida y de defensa de la vida, y me colocó en medio de esta anécdota que es además una confesión de vida del protagonista narrado desde un punto de quiebre en su vida adulta. Este galimatías que el mismo Samuel Beckett hubiese gozado si viviera hoy en México, provoca en el público una catarsis punzante pero gozosa, y lo logra provocándome desde la sonrisa razonada, hasta la carcajada involuntaria y franca.
“Cheilor Mun” nos permite acompañar a este niño-profesor-niño en su camino, descubrir sus amores, descubrir que compartimos su universo fantástico, reconocer que como él hemos tenido aterrizajes dolorosos… y acompañarlo en el reconocimiento de su identidad. Presenciar este monólogo donde el personaje dialoga con él y conmigo: es una experiencia divertidamente melancólica.